Esposa Obligada Del CEO Paralítico romance Capítulo 10

— ¿Qué hablaron ustedes dos? — Preguntó Lucien arqueando una ceja cuando ella volvió a entrar a la casa, él ya no tenia la máscara puesta.

— Nada importante, buenas noches, iré a dormir. — Respondió Aria antes irse y Lucien frunció el ceño.

— Papi, no me gusta que utilices esa máscara, ahora que viene María, ¿La tendrás que utilizar todo el tiempo? — Preguntó Luna.

— Lamentablemente si, princesa, pero será por poco tiempo, me encargaré de que María vuelva pronto a casa de tu abuelo. — Contestó Lucien, no estaba dispuesto a tener los ojos de esa mujer sobre él todo el tiempo, eso podría perjudicar sus planes.

— Está bien papi. — Aceptó Luna y le dio un beso en la mejilla a Lucien haciéndolo sonreír.

— Eres la luz de mi vida princesita hermosa. — Le dijo él con sus ojos brillando llenos de amor hacía su hija y la abrazó.

Mientras abrazaba a Luna recordó que con la llegada de María, él y Aria no podían seguir durmiendo en habitaciones separadas, así que debía arreglar esto pronto, tendría que hablar con ella para que se mudara a su habitación, esto no le agradaba ni un poco, pero no quería que su abuelo sospechara de las verdaderas razones por las cuales aceptó casarse.

— Princesita anda a prepararte para dormir y yo iré en un momento a contarte un cuento. — Espetó él soltándola.

— Está bien papi. — Aceptó Luna y de inmediato caminó hacia las escaleras para irse y Lucien se dirigió a la habitación de Aria.

— Señorita. — dijo tocando la puerta con fuerza.

— ¿Qué sucede? — Cuestionó ella confundida al abrir la puerta, era la primera vez que él venía a buscarla.

Lucien al verla se dio cuenta de que ella parecía haber estado llorando, pero no le dio demasiada importancia, imaginando que debía ser porque le costaba adaptarse a vivir de esta manera siendo tan joven y hermosa.

— Mañana vendrá la mujer que mi abuelo mencionó, a quedarse con nosotros, por lo tanto tendrás que pasar tus cosas a mi habitación y dormir ahí, no puede enterarse de que no dormimos juntos. — Informó Lucien con indiferencia y los ojos de Aria se abrieron de par en par.

— ¿Habla en serio? — Preguntó Aria desconcertada, dado que Lucien la trató desde un inicio como una empleada y no parecía tener ningún interés en ella, no le pareció tan mal estar aquí, pero ahora todo había cambiado, tendría que estar en la misma habitación con él y las palabras de Gerard no salían de su cabeza.

— ¿Crees que jugaría con algo así? No me gusta perder el tiempo en tonterías, así que arregla tus cosas, llévalas a mi habitación y las acomodas ahí, yo iré a la habitación de Luna por un momento, así que me esperas en mi habitación. — Ordenó.

— Señor ella vendrá mañana, puedo dormir hoy aquí y mañana paso mis cosas a su habitación. — Sugirió Aria, tensa.

— No, no se a que hora ella venga, es mejor prevenir complicaciones, solo cumple con lo que te pido. — Espetó Lucien antes de irse.

“¿Me convertí en una marioneta triste y sin voluntad alguna? Todos parecen querer controlarme y yo no puedo hacer nada.” Pensó Aria sintiéndose devastada, ya no sabía cuánto más tendría que sufrir ni que mal estaba pagando al tener que enfrentarse a tantas cosas.

Aria se tiró a la cama llena de rabia y unos minutos después empezó a cargar sus cosas a la habitación de Lucien, afortunadamente ella no tenía mucho, solo las cosas que él mismo le había dado, así que ordenó su ropa en un pequeño espacio en el closet de él y luego tomó asiento en el sofá cerca de la cama, a esperarlo.

Se sentía bastante incómoda y no sabía cómo sería el tener que dormir con un hombre en la misma habitación, esto era algo que nunca había hecho y la llenaba de nervios, porque a pesar de que Lucien no parecía estar interesado en ella, estando en la misma habitación eso podría cambiar y ella no tendría derecho a negarse porque estaban casados.

— ¿Arreglaste todo? — Cuestionó Lucien al entrar a la habitación.

— ¿Deseas ayudarme a hacerlo? Si ese es tu deseo puedo aceptarlo, pero la verdad es que no soy un inútil y me puedo bañar solo. — Respondió Lucien con una sonrisa pícara en su boca, a cualquier otra persona que le hubiese preguntado algo así, subestimándolo, lo hubiese querido matar, pero que Aria lo hiciera no le molestó y aprovecho la ocasión para molestarla.

— No, por supuesto que no, solo pensé… disculpe. — Tartamudeo Aria con sus mejillas ruborizadas por la vergüenza y la sonrisa de Lucien se ensanchó mucho más al verla así.

Aria sin decir nada más se fue prácticamente corriendo hacía el baño y Lucien negó con la cabeza sintiéndose un poco divertido, tenía demasiado tiempo que no le sonreía a nadie más que no fuera su hija, pero por alguna razón le parecía divertido molestar a Aria.

— Por Dios, soy una tonta, no entiendo cómo pude decirle algo así, va a pensar que soy una aprovechada. — Susurró Aria frente al espejo y se lavo su cara para que el calor de sus mejillas se calmara.

Después de estar un poco más calmada salió del baño para buscar una pijama que la cubriera bastante y volvió al baño para darse una ducha y luego de terminar volvió a salir y se quedó parada a un lado del baño.

— ¿Qué haces ahí? Ven a acostarte. — Ordenó Lucien dejando el libro que estaba leyendo a un lado para mirarla y Aria asintió nerviosa.

Caminó hasta su lado de la cama y se acostó lo más alejada que pudo de él, de inmediato Lucien apagó las luces, dejando todo en la oscuridad y el corazón de ella se aceleró con los nervios recorriendo su cuerpo al estar a oscuras y en la misma cama con un hombre por primera vez.

Ella intentó calmar su respiración, pensó que no lograría dormir nada por sus nervios y el huracán de emociones que estaba sintiendo, pero pronto se quedó dormida.

"Chica tonta, tan rápido puedes dormirte, aún conmigo a tu lado, sin estar atenta a los peligros a tu alrededor, ¿o es que piensas que como mis piernas no están bien no puedo hacerte nada?" Se preguntó Lucien, un poco asombrado por lo confiada que podía ser, porque aunque él nunca se aprovecharía de ella de esa manera, ella no debería ser tan inocente porque apenas lo conocía.

— No deberías confiar en mí, no soy un hombre bueno. — Susurró Lucien antes de cerrar los ojos.

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