Cuando Aria llegó a casa decidió jugar un poco con Luna como prometió hasta que llegó la hora de la cena y se sorprendió un poco al ver que quien la servía está vez era María.
— Priscilla tuvo que salir, su hija está enferma y por eso se tomó el día libre, tiene que cuidar de ella. — Explicó Lucien al notar su confusión.
— Entiendo. — Asintió ella.
— Señor, su abuelo me pidió que les preparara este jugo, está delicioso y tiene muchos nutrientes, a usted le servirá para estar mejor de salud y a la señora para quedar embarazada pronto. — Informó María dejando los vasos de ambos sobre la mesa, para luego darle uno que se veía diferente a Luna.
Todos se dispusieron a comer y aunque Lucien noto un sabor un poco extraño en el jugo, pensó que esto se debía a las cosas que María debió mezclar al prepararlo.
Después de que todos terminaron de comer Aria se dirigió a la habitación y Lucien acompaño a Luna a la suya para que se acostara Y contarle un cuento cómo de costumbre, pero mientras hacía esto su cuerpo comenzó a sentirse bastante extraño y cuando Luna finalmente se durmió suspiró aliviado, ya que no soportaba más el calor de su cuerpo, así que salió de su habitación para dirigirse a la suya, sabía que algo extraño le estaba pasando.
Al entrar a su habitación vio a Aria con un camisón que le quedaba bastante bien, delineando su bella figura y está vista lo hizo calentarse mucho más, su entrepierna había comenzado a endurecerse, se quitó su máscara rápidamente y estaba ansioso por quitarse también su ropa, pero con esto reveló su cara totalmente roja.
— ¿Estás bien? — Cuestionó Aria frunciendo el ceño, al ver que su hermoso rostro estaba demasiado enrojecido y sus ojos parecían estar un poco alocados, no lo entendía, él parecía estar perfectamente hace un rato.
— No, algo extraño está pasando conmigo, llama a Max y dile que traiga a el doctor aquí. — Respondió Lucien apretando con fuerza los reposabrazos de su silla, todo el tiempo moría por acercarse a Aria y besarla pero con esta especie de estimulante circulando en su sangre sus ganas de besarla y hacer otras cosas con ellas se habían vuelto insoportables e incluso su cuerpo comenzaba a dolerle, ya no aguantaba el calor de su cuerpo, necesitaba deshacerse de su ropa y darse una ducha.
— ¿Tienes fiebre? — Preguntó Aria confundida acercándose a él para tocar su frente, pensando que si este era el caso ella podría cuidarlo como él lo había hecho con ella.
— No tengo fiebre y creo que no es bueno que en este momento estés cerca de mí, llama a Max. — Respondió Lucien y Aria lo miro confundida, porque aunque él le había dicho que no tenía fiebre, estaba demasiado caliente.
— Estás ardiendo tienes que tener fiebre. — Susurró ella confundida y preocupada al mismo tiempo.
— No tengo fiebre, es algo más. — Replicó Lucien con su voz cada vez más ronca y dio una mirada hacia abajo para ver si ella lo notaba y efectivamente Aria dirigió su mirada hasta ahí para darse cuenta del gran bulto en sus pantalones que no había notado antes porque toda su atención había estado en el rostro de él.
— Esto, ¿Tú tomaste algo para tener está reacción? — Cuestionó ella alarmada, no sabía si a él le funcionaba normalmente o si había tomado algo para probar esperando arreglar su problema y las cosas salieran de esta manera.
— No lo hice, creo que María puso algo en mi bebida. — Respondió Lucien un poco molesto porque ella pensará que sus partes no funcionarán sin ayuda.
— Esta bien, entonces voy a llamar a Max. — Espetó Aria viendo como la cara de Lucien se veía un poco adolorida y marcó rápidamente el número de Max pero este no fue atendido. — Él no responde, vamos al hospital.
— Eso no será posible, ya que María y mi abuelo se tomaron tantas molestias seguro que nos darán más problemas, lo mejor dejarlos pensar que lo que querían ocurrió, iré a darme una ducha. — Se negó Lucien con todo su cuerpo tenso, su entrepierna estaba tan dura que dolía y el calor en su cuerpo casa vez era mucho peor y ya se le estaba haciendo realmente difícil no atraer a Aria a su cuerpo y besarla para poder desahogar un poco de la presión de su cuerpo.
Aria lo vio avanzar hacia el baño frunciendo el ceño, sabía que una ducha no solucionaría esto, quizás pueda calmar un poco el calor de su cuerpo, pero no solucionarlo del todo y él debía estar sufriendo mucho.
— Yo quiero hacer esto, solo estoy nerviosa, pero si quiero estar contigo. — Aclaró Aria y antes de que él pudiera decir algo más ella lo beso.
Lucien ansioso comenzó a devorar su boca, loco por introducirse en ella, pero al pensar en que está era su primera vez juntos y algo le decía que Aria no había estado con nadie más se detuvo.
— Mejor hagamos esto en la cama, ahí será mejor, anda a la cama ya yo voy. — Le pidió él y Aria un poco confundida se levantó, no entendía como él podía seguirse conteniendo aun cuando se veía tan desesperado, pero aún así obedeció y se fue hasta la cama donde lo estaba esperando cada vez más nerviosa y pronto Lucien volvió a la habitación y se subió a la cama con ella y la atrajo hacia su cuerpo para comenzar a besarla con suma delicadeza y devoción.
Pronto los besos de los dos se volvieron más apasionados y ansiosos, mientras su corazones latían desesperados, sus cuerpos comenzaban a ansiarse y Lucien empezó a intentar besar con adoración cada parte de ella, quería que se sintiera bien, que le gustará cada cosa que él le hacía, que ella lo disfrutará tanto como él lo estaba haciendo con tan solo acariciarla.
Y Aria si que estaba disfrutando de sus caricias y besos, sus gemidos comenzaban a hacerse presentes en la habitación con cada cosa que él le hacía. Aunque se le hacía un poco extraño que había sentido cierta humedad en su cuerpo, pero pensó que era que Lucien no se había secado y no le dio demasiada importancia y solo se dejó llevar por él, perdida en sus caricias.
Lucien acercó su boca a las partes íntimas de ella y luego de hacer que ella alcanzará su clímax se sumergió en su interior con suma delicadeza y ella soltó un pequeño grito.
— ¿Estas bien? — Le preguntó él acariciando su rostro con delicadeza y limpiando la lágrima que había caído por su mejilla.
— Si. — Respondió Aria luego de unos segundos y él aún así se quedo quieto por un momento, hasta que sintió que ella estaba lista fue que comenzó a moverse con delicadeza.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Esposa Obligada Del CEO Paralítico