— Venga conmigo. — Pidió Max cuando llegaron a la mansión y abrió la puerta del auto para ella y Aria bajo sorprendida por lo que veía, la casa en la que vivía antes era muy grande y hermosa, pero está definitivamente estaba a otro nivel. — Antes de que entremos necesito que firme esto. — Le recordó Max extendiéndole un documento y un bolígrafo y Aria sin pensarlo demasiado lo tomo y firmo, después de todo ya estaba casada y no había vuelta atrás, solo que su esposo se cansara de ella y la desechara, rogaba en su interior porque esto sucediera rápido.
— Aquí tiene.
— Perfecto, vamos. — Espetó Max y rápidamente entraron a la mansión, para encontrarse con un guapo hombre sentado en el sofá, al lado de él había una silla de ruedas vacía y esto confundió a Aria, ese hombre no podía ser su esposo, habían dicho que había quedado hecho un monstruo, pero este hombre no solo no parecía un monstruo, si no que era increíblemente atractivo, no tenía ni una sola cicatriz en su perfecto rostro y aunque le costaba creer que este mismo hombre fuera él mismo con quién se casó hace unas horas llevando una máscara, tenía los mismos hermosos y fríos ojos, además de que estaba usando el mismo traje y ese perfil era inconfundible.
Lo que no entendía era porque cubría ese perfecto rostro, ¿Qué estaba escondiendo este hombre? Se preguntó confundida al detallarlo con la mirada.
— Siéntese. — Ordenó Lucien señalando sofá y Aria rápidamente obedeció.
— No sé si mi asistente te dio las reglas, igual yo te diré lo más importante, aquí tú no eres la señora de la casa ni mi esposa, básicamente serás la niñera de mi hija, no estás aquí para ser tratada como una reina como estás acostumbrada, si no que serás como una empleada más, tendrás que ayudar con la limpieza porque no me gusta tener muchas personas en casa y la señora Priscilla no puede sola y lo más importante tienes que servirnos a mi hija y a mí, tienes ser muy buena con ella, eso es lo más importante y cuando yo necesite algo de ti también me servirás— Explicó él con voz fría y Aria se quedó aturdida mientras sus manos comenzaban a sudar, sabía que su vida aquí no sería fácil y ya estaba acostumbrada a esto, pero había algo en los hermosos ojos de ese hombre que le helaban hasta los huesos y no lo comprendía. — ¿Entendido?
— Si señor. — Susurró Aria.
— Otra cosa, no puedes decir nada de mi aspecto a nadie, te estoy permitiendo ver mi rostro porque mi hija no está acostumbrada a verme con máscara, no le gusta y así estoy la mayor parte del tiempo en casa, pero nadie se puede enterar de que no tengo cicatrices.
— No diré nada. — Aceptó Aria de inmediato.
— Perfecto, mi hija en este momento está durmiendo, quítate esa ropa y cámbiate para que estés disponible para ella. — Ordenó él y Aria asintió levantándose antes de darse cuenta de algo, ella ni siquiera había traído ropa.
— Señor no tengo nada más que ponerme.
— En la habitación hay ropa. — Dijo él mientras volvía a concentrar su atención en su teléfono.
— Yo la llevaré a la habitación señorita. — Se ofreció Max y rápidamente continuaron hacía la parte de arriba y le señaló cuál seria su habitación y la dejo ahí.
Lucien se quedó pensativo mirando hacía las escaleras, se sentía intrigado por como ella se comportaba tan sumisa, pensó que al ser una chica consentida no estaría de acuerdo con sus reglas y le haría un berrinche, pero contrario a sus expectativas ella aceptó todo de buena gana, lo que lo confundió, ella lo hacía sentir un poco extraño y muy confundido e intrigado.
— Ella ya está en la habitación, ¿Necesitas algo más? — Preguntó Max al bajar las escaleras.
— Max, ¿Qué te parece ella?
— ¿Disculpa? — Cuestionó Max, dándose la vuelta sorprendido.
— ¿Qué piensas de ella? ¿Te parece que está fingiendo algo que no es para agradarme o en realidad ella es así?
— Yo no sabría decirte, pero por lo que pude ver durante la ceremonia es que ella parecía estar incómoda con todo esto y cuando llegó a la iglesia parecía haber estado llorando antes. — Respondió Max, sin saber si debía contarle a Lucien lo que vio cerca del baño.
"Eso no me sirve de nada, cualquier mujer estaría incómoda por como se habían estado desarrollando las cosas." Pensó Lucien, antes de asentir.
— Está bien, si quieres ya puedes irte.
— Nos vemos luego. — Espetó Max antes de salir.
…
— Señora baje por favor, el señor y la niña la están esperando para cenar. — Anuncio Priscilla tocando la puerta de la habitación.
— Ya bajo. — Espetó Aria restregándose los ojos, luego de haberse cambiado se había quedado dormida por un momento, estos días le habían resultado muy agotadores mentalmente.
Aria paso al baño a lavar su rostro y se arregló un poco antes de ir al comedor.
— Buenas noches, disculpen la tardanza. — Se disculpó cuando entro al comedor y vio a Lucien junto a una preciosa niña de aproximadamente unos cuatro o cinco años, sentados en la mesa.
Luna miró a Aria un poco asombrada, ya su papá le había hablado de ella, pero también le había dado órdenes específicas, así que volteó a mirarlo para asegurarse de poder saludarla y Lucien aunque no parecía estar contento, asintió.
— Hola Señorita. — Saludó Luna con una sonrisa inocente.
— No lo olvide. — dijo Lucien antes de retirarse, dejándola sola.
Aria sin poder atreverse a quejarse por lo sucedido con Luna no le quedo más opción que apretar los labios y verlo irse.
Él se fue y tomó el ascensor que prácticamente solo utilizaba él y al llegar fue directamente a la habitación de Luna, quien ya estaba saliendo del baño.
Él miro a su pequeña hija y estaba por disculparse pero decidió no hacerlo al darse cuenta de que si ella se seguía acercando a Aria era probable que él volviera a actuar así, le molestaba no poder controlar esto y empezaba a preguntarse si debería dejar a Aria como empleada en lugar de niñera.
— Que bueno que ya estas lista para acostarte. — Le dijo él y ella asintió antes de caminar hasta la cama.
— Papá, ¿no te gusta Aria? Ella es muy linda, ¿por qué eres tan feroz? — Cuestionó Luna en voz baja, mirándolo con ojos inocentes, un poco temerosa de que él siguiera de mal humor.
— Primero quiero decirte algo, ¿Recuerdas lo que te dije con respecto a Aria no? — Preguntó él, no tenía una respuesta clara para la pregunta de su hija.
— Si papi, se que no debo encariñarme demasiado con ella porque solo se quedará poco tiempo con nosotros. — Respondió Luna bajando la cabeza y frunciendo los labios, no quería que las cosas sucedieran así y no estaba de acuerdo, pero su padre no le dejaba otra opción.
Lucien asintió satisfecho.
— No puedes olvidarte de eso nunca princesita. — Dijo él acariciándole el cabello, no quería tener que exponer a su pequeña a esto, pero no tuvo más opción que hacerlo y por eso había hablado con ella, para que cuando Aria saliera de sus vidas, Luna no saliera lastimada.
— Lo sé papi. — Susurró Luna llena de abatimiento, se sentía renuente a no acercarse demasiado a Aria.
— Perfecto, entonces comenzaremos con el cuento. — Dijo Lucien y Luna asintió todavía un poco abatida.
Cuando Lucien terminó con el cuento ya Luna estaba dormida, así que él se acercó y le dio un beso en la frente.
— Mi pequeña solo quiero hacer lo correcto para ti y que no tengas que seguir sufriendo, te protegeré de todo. —Susurró antes finalmente salir de la habitación.
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