Nunca hubiera esperado que existiera esa clase de lugar en una zona céntrica y tan concurrida como Colinas del Valle.
—¡Sal del auto!
Ella no tenía ni la menor idea de cómo había logrado poner así a Jonathan. Además de ordenarle que entrara y saliera del auto, él no le dirigió la palabra en todo el camino. Era como sí el fuera una marioneta insensible. «Para ser precisos, ¡ciego e insensible!», pensó.
No obstante, ella permaneció imperturbable, cuando este último le dio la espalda.
«Bien, si él no quiere hablar conmigo, me importa un car*jo».
—Señorita, los vestidos están listos. Por favor, sígame para que se los pruebe —le dijo una asistente de ventas.
«¿Vestidos? ¿No vamos a asistir a un simple banquete?».
—¡¿Qué demonios estás tratando de hacer de nuevo?! —le preguntó Ivonne.
Jonathan entrecerró sus ojos.
—¿Vas a asistir con esa ropa al banquete?
—¿Hay algo de malo con mi atuendo? —Ivonne bajó la mirada y le echó un vistazo a su atuendo formal. «Solo soy una humilde intérprete junto a él. ¿Por qué necesito usar vestidos hermosos? De cualquier forma, no tengo la intención de ser la protagonista».
—Señorita, debería estar consciente de que acompañará al Señor Landeros a una reunión con una señora que es conocida por ser muy irritable y tener un mal genio. Si usted va y se reúne con ella con este atuendo formal, me temo que no le prestará ninguna atención. Creo que lo mejor será que nos siga y se cambie de ropa. —La asistente de ventas trató de calmar la situación.
«Bien, entonces me cambiaré. ¡No es la gran cosa!». Ivonne siguió a la asistente de ventas hasta el segundo piso.
Varios tipos de vestidos, con diferentes diseños, estaban colgados en una habitación de alrededor de quinientos metros cuadrados. Nunca se le ocurrió a Ivonne que existiría una habitación así en esa mansión. Era evidente que este no era un edificio residencial común.
Un vestido de gasa justo a la mitad atrapó su mirada al instante. Bajo la luz que lo iluminaba, los pétalos de las flores de varios tamaños llamaron su atención. Era como si estuvieran grabados en el vestido blanco. Era un vestido de diseño único, al que apenas y se le podría quitar la mirada.
La madre de Ivonne era una diseñadora. Por eso, había sido más o menos expuesta al mundo de la moda junto con ella, desde que era joven. «Si mi mamá se cruzara con este vestido, apuesto a que también sería de su agrado de inmediato».
—Señorita, en definitiva, tiene buen gusto. Este vestido fue diseñado por el Señor Rodolfo y es conocido como «Rosa». De hecho, es una pieza única en todo el mundo. ¿Qué tal si lo bajo para que se lo pruebe?
—Traiga un par de zapatos bajos para que se los cambie.
—Por supuesto.
Muy pronto, la asistente de ventas le trajo a Ivonne un par de zapatos. El hombre entrecerró sus ojos, mientras miraba con intensidad el vestido. Nadie podía saber lo que estaba pensando en ese momento.
De pronto, él recordó que Rodolfo le había prometido, hace muchos años, que diseñaría un vestido como regalo de bodas para su futura esposa. «¡Rosa!».
Así fue como se diseñó «Rosa». Era el único vestido de ese tipo en todo el mundo, denotando la devoción inquebrantable hacia el único amor de su vida. Nunca pasó por la mente de Jonathan, que Ivonne estaría usándolo. Sin mencionar que el vestido lucía como si hubiera sido hecho para ella.
—Dile a Rodolfo que he tomado el vestido —le dijo Jonathan, a la asistente de ventas.
—Está bien, Señor Landeros. Les deseo buen viaje.
En ese momento, de pronto el teléfono en su bolsillo sonó. Él cortó la llamada, sin siquiera molestarse en echarle una mirada.
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