Ximena estaba inquieta.
—¡Comprueba de una vez la ubicación actual de Ivonne!
Pronto obtuvo una foto de Ivonne y Sebastián. En la foto, Sebastián abrazaba de forma íntima a Ivonne. Se veía preocupado.
«¡Dios debe estar de mi lado! Qué oportuno que apareciera esta carta ganadora cuando aún estaba pensando con qué chico emparejarla».
Últimamente, Jonathan se había sentido atraído sin control por Ivonne y eso había hecho que Ximena se pusiera verde de envidia.
«Si Jonathan se entera de que Ivonne no solo está casada, sino que además está embarazada de otro hombre, apuesto a que la aborrecerá».
Mientras tanto, Ivonne descansaba en la cama. Cuando Sebastián entró en la habitación, notó que su rostro estaba demasiado pálido.
—¿Cómo te sientes?
—Estoy bien. —Ella se levantó para demostrar que estaba bien—. Te transferiré el dinero de los gastos médicos. Lamento haberte molestado toda la tarde.
—¿Qué no soy tu amigo? ¿Por qué me tratas como a un extraño? —Se acercó a atenderla y fijó su mirada en ella—. ¿Quién es... el padre de tus hijos?
Su voz era profunda y ronca. Desde que se enteró de que estaba embarazada, le invadían sentimientos conflictivos. No era un santo, por eso le resultaba difícil aceptarlo. Sin embargo, no se atrevía a abandonarla e ignorarla. No podía dejar ir a alguien que había grabado en su mente y en su corazón. No la despreciaba a pesar de su embarazo. Al contrario, sentía lástima por ella.
Quería permanecer a su lado y acompañarla en todos sus altibajos, aunque fuera desde la distancia. Cuando su mirada se cruzó con la de él, Ivonne se quedó estupefacta. Comprendía sus intenciones y sabía lo que tenía en mente, pero no sabía cómo responder de la manera adecuada.
Se quedó inmóvil. Al momento siguiente, se dio cuenta de que fue Sebastián quien la llevó al hospital. En ese caso, el médico debió mantenerlo informado de la operación y de su condición.
—Son... un accidente.
Ivonne no tenía ningún sentimiento hacia sus bebés. Esto porque su existencia no afectó su vida de manera significativa. Tenía la ilusión de que mientras no pensara en ellos, no existían.
»No quiero quedármelos. —Estaba decidida.
Parecía que lo había pensado bien y había tomado la decisión hace mucho tiempo.
—Mamá, ¿por qué nos abandonaste? —Los niños la miraban a los ojos y lloraban.
Su corazón se desgarró al ver lo tristes que estaban.
—Mami, me duele...
De pronto, los dos adorables niños se convirtieron en una masa de carne sangrante y ella quedó tendida sobre una mesa quirúrgica ensangrentada. Su madre se desplomó frente a ella y se veía que los gemelos abortados eran ya dos embriones desarrollados por completo. Ivonne se despertó de un tremendo susto al ver el sangriento espectáculo.
Afuera de la ventana estaba oscuro. Era evidente que se avecinaba una fuerte lluvia. Supuso que estuvo pensando demasiado en abortar a los bebés y por eso había soñado con ellos.
«Esto es tal vez lo que los ancianos entienden por sueños de embarazo».
De manera inconsciente, colocó la palma de la mano sobre su vientre plano.
«¿Podría ser como dijo mamá? ¿Sentirán que los rechazo?».
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Felicidad efímera