Ivonne casi se atragantó al escuchar eso. El hombre le dio de inmediato un vaso de agua.
—Come despacio.
El infierno se desató cuando se encontró con la dulce mirada del hombre.
—Soy divorciada. Crecí en una familia monoparental. Mi madre está enferma y sigue en el hospital. Sus facturas médicas mensuales pueden ascender a cinco cifras, así que ¿te imaginas nuestra carga financiera?
»Además, no quiero vivir con tus padres después de casarme contigo y no quiero tener tres hijos. No, no quiero tener hijos. Escuché que eres el único hijo varón de la familia, y tus padres dijeron una vez que estaban deseando cuidar de tus hijos…
Ivonne soltó todo de un tirón. Pensó que podía darle su sincera opinión, ya que no volvería a verlo en el futuro.
—Estás tratando de asustarme, ¿no? —preguntó Sebastián.
Ivonne levantó los ojos y lo miró con atención. Eso era lo que tenía en mente. Sin embargo, no vio ningún asco en sus ojos.
—Solo te digo la verdad. Estoy segura de que nadie te contó todo esto, pero creo que debería sincerarme y no ocultarte nada.
El hombre levantó la vista y contestó con sinceridad:
—No pienso quedarme con mis padres después del matrimonio, y tampoco me gustan mucho los niños. En cuanto a la situación de tu madre, puedo hacerme cargo de sus facturas médicas. Con mis ingresos actuales, las facturas médicas no serían una carga para mí en absoluto, así que no tienes que preocuparte por nada.
Sebastián fijó su dulce mirada en la mujer mientras la evaluaba. Ivonne, que había tenido algunas relaciones, sintió que algo iba mal. «Oh, vaya. Seguro se enamoró de mí. ¡Car*jo!». Nunca esperó lo que estaba ocurriendo. El resultado fue lo contrario de lo que ella imaginó. «¡Ana me va a matar!».
—Em… ¿Terminaste de comer? Se está haciendo tarde, y debería irme a casa ahora.
Ivonne perdió el apetito por completo. Solo quería irse antes de que las cosas se salieran de control.
—Te llevaré.
—Déjame ver —dijo en tono serio.
Ivonne enrojeció. Enojada y avergonzada, quiso apartarse de él. Cuando Jonathan estaba a punto de tirar de su cuello, alguien se acercó. Sebastián golpeó las manos de Jonathan y se puso delante de Ivonne. Dijo con expresión adusta:
—Espero que sepa que lo que está haciendo va contra la ley, Señor Landeros.
Jonathan respondió con un resoplido frío.
—¡No es asunto tuyo, Sebastián Montaño!
—Es mi novia.
Sebastián expresó su postura sin vacilar. Los dos hombres se encontraron en un punto muerto ya que ninguno de ellos se negaba a ceder. Jonathan miró a la mujer que se escondía detrás de Sebastián, y la furia brilló de inmediato en sus ojos. «No puedo creer que haya logrado ganarse el corazón de este hombre de la Familia Montaño. Qué seductora».
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