Xander Cohen
Me remuevo en el sillón sintiendo los gruñidos y bufidos de Bruno que provocan que me sienta incomodo, él sabe que me provoca malestar y aun así no se calma ni un punto segundo.
Dejo salir un bufido de exasperación.
— ¡Por la Diosa Bruno! ¿Te puedes calmar? —Cuestiono exasperando por nuestro enlace.
—Quiero estirar las patas, —se queja soltando un gruñido a lo que yo por igual gruño bajo para que nadie en la junta lo escuche.
—Prometo dejarte estirar las patas después de que salga de esta reunión ¿Vale? —Propongo porque de lo contrario terminare lanzando al inversionista por la ventana.
—Está bien, —responde para luego cerrar nuestro enlace y calmarse en mi interior, suspiro.
Tengo que dejarlo correr por el bosque, ya que hace una semana que no lo dejo salir porque no tengo tiempo, por la sencilla razón de que la empresa que ha manejado mi familia durante más de cinco década le han estado robando por mi culpa, lo que provoca que exista un déficit.
¿Por qué es mi culpa?
Porque he durado cinco años sin venir a la empresa, por andar buscando a mi mate en las manadas de América, pero fue otro viaje fallido. Tengo treinta años de edad en hombre lobo y veintisiete en físico humano, mi transformación fue a los quince.
Dure tres años entrenando y cuando cumplí los dieciochos me fui en búsqueda de mi mate a las manadas más cercanas pero no la encontré. Cuando alcance la edad de veintitrés regrese a mi manada la cual se llama Luna Real, pero buscar a de mi luna no me impidió que estudiara, me gradúe de administración de empresa para poder administrar el consorcio de mi padre.
Cuando cumplí los veinticinco me traslade a América donde busqué a mi mate y estudié arquitectura para poder estar bien informado con lo que se hace en la empresa. Ahora solo faltan unos meses para cumplir mis treinta y uno y por eso vine aquí para poder pasarlo con mi familia y en varios años poder buscar de nuevo a mi luna, pero antes debo manejar el problema que se ha formado durante mi ausencia.
—Señor Cohen ¿Quiere aportar algo a lo que dijo el señor González? —Pregunta Inés mi secretaria.
—No, creo que esta todo perfecto para comenzar la remodelación del Hospital Central, —murmuro con seriedad mirando al señor González, la mayoría de los que trabajan en mi empresa son humanos como el hombre que tengo enfrente. —Si no hay más nada que decir, me retiro, —informo levantándome de mi asiento y saliendo con mi secretaria detrás de mí.
—Señor tiene una junta en una hora con los de diseño, —suelta Inés viendo mi agenda y mirándome a mí.
—Cambia esa junta para mañana a las ocho, —ordeno mientras arreglo mi traje para después salir de la oficina directo al ascensor sin esperar una respuesta por su parte, Inés me conoce muy bien y sabe que cuando estoy de mal humor no me pueden molestar, ni ir en contra de mis órdenes.
No es que sea mal educado, es que Bruno me destrozara la cabeza con sus estúpidos movimientos. Cuando llego al estacionamiento subo a mi Audi R8 para salir rápido del subterráneo con dirección a mi manada.
(...)
Dejo salir a mi inquieto lobo el cual me tenía con jaqueca por no haberlo dejado salir hace más de una semana por problemas que todavía no resuelvo con la empresa familiar.
—Te dejo todo el control Bruno, —murmuro por el enlace para luego sentir como todos mis huesos empiezan a romperse y colocarse de otra manera menos humana.
Su acompañante aprovecho que estaba decapitando a su amigo para escapar «Maldito cobarde» pienso para luego mirar a la pequeña la cual esta como dormida «Pobre niña» me acerco a ella y sintiendo un olor a manzana, chocolate y fresas emanar desde ella.
Es un olor tan adictivo que no me doy cuenta de cuando ya estoy en mi forma humana con la niña entre mis brazos susurrando en conjunto a mi lobo:
—Mate... —observo a mi pequeña luna la cual tiene sus ojitos cerrados mientras que su cuerpo emite pequeño temblores por la corriente de aire que pasa a nuestro alrededor.
—Al fin la encontramos, —suelta Bruno chillando de felicidades.
—Es una niña, —susurro mirando embelesado el rostro de mi pequeña luna.
—Pero es nuestra y la podremos ver crecer, —anuncia feliz a lo que yo cierro el enlace, acurruco más a mi pequeña luna en mis brazos para darle calor y así no enferme. El aire frío que golpea mi cuerpo, me advierte de mi desnudez a lo que voy detrás de un árbol donde encuentro una bata.
Estas batas la dejan miembros de mi manada por si alguien la necesita, cubro mi cuerpo desnudo y acurrucó a mi luna más cerca de mí, observó el cadáver de la señora que por el olor sé que es la madre de mi pequeña mate.
—Parker, necesito que vengas al lado sur de la manada, cerca de la cascada que está al límite… aquí encontraras un cuerpo. Encargarte de darle una santa sepultura y mira si tiene alguna identificación, —ordeno por el enlace a mi beta.
—Si alfa, —contesta de inmediato, cierro el enlace y emprendo mi camino con mi luna en brazo, miró su rodilla la cual tiene alguna raspadura al igual que en una de sus mejillas.
—Yo te protegeré mi pequeña luna.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La mimada del Alfa