La venganza de un grande romance Capítulo 56

Gustavo comentó con frialdad.

—Su esposo lastimó a muchos hombres, por supuesto que querrán algún tipo de compensación. Ahora les daré a ambos bandos la oportunidad de negociar. Si usted y su esposo no aceptan el trato, tendré que hacer lo que dicta la ley. Su esposo con toda seguridad terminará en la cárcel por esto.

Los labios de Nataniel se curvaron formando una sonrisa.

—No es ninguna sorpresa entonces que respondieran con tanta lentitud cuando nuestro trabajador llamó a la policía. ¡Trabajan juntos!

Con su temperamento ahora exaltado, el policía gruñó.

—Parece que no se ha dado cuenta aún de la gravedad de la situación. Hombres, ¡lleven a este criminal a las celdas! Veamos si está más consiente de la situación cuando se haya podrido ahí por 24 horas.

Al oír que su esposo sería encerrado, Penélope entró en un visible estado de pánico, mientras que Carlos y el resto de los rufianes se reía con malicia y felicidad ante su infortunio.

Entonces Nataniel dijo con una extraña sonrisa en su rostro.

—Si quieren encerrarme, está bien, solo déjenme hacer una llamada primero.

Gustavo entrecerró sus ojos.

—¿Llamarás a tu abogado? ¡Ja! ¿En verdad crees que alguien te puede salvar de tu destino?

Nataniel lo ignoró y llamó a César Díaz. Tras decirle al viejo hombre que estaba en la estación de policía colgó.

Entonces se dio la vuelta y siguió a los policías quienes lo escoltaron a las celdas. Apenas había dado dos pasos cuando el teléfono de Gustavo sonó.

El vicecapitán vio el identificador de llamada tras sacar su teléfono. Su expresión cambió en cuanto aceptó la llamada y habló con tono cortés.

—¿Qué puedo hacer por usted jefe? Es muy extraño que me llame en persona.

—¡¿Ya te cansaste de vivir?! ¡Mald*to pedazo de basura! ¿Tienes idea de quién es el señor Cruz? ¿Cómo te atreves a arrestarlo? Tú, pequeña mi*rda, no me arrastres contigo en este desastre. Me retiraré en unos cuantos meses, ¡será mejor que no lo arruines! Si cualquier cosa, ¡cualquier cosa!, le sucede al señor Cruz, ¡te voy a j*der!

Gustavo hizo una mueca mientras su superior continuaba reprendiéndolo. Su rostro se puso pálido y sudor frío corría por su frente. Al final, el jefe de policía le exigió que se disculpara con el señor Cruz, de lo contrario, enfrentaría las consecuencias.

—Fui ignorante y demasiado grosero con usted. Eso fue est*pido de mi parte.

—¡No! No fue porque fuiste grosero ¡Te equivocaste porque estás protegiendo a los culpables y castigando a los inocentes!

El sudor corría por los lados del rostro de Gustavo.

—S… sí. Ahora lo sé. Por favor, señor Cruz deme una oportunidad de enmendar mis errores. Alguien de su alcurnia no debería estar aquí; ¿por qué no vamos al salón VIP y hablamos?

—No. Quiero quedarme aquí. Traigan al hombre de cabello rizado, Carlos, aquí conmigo.

Al escuchar las palabras de Nataniel, el vicecapitán pareció un poco confundido. Sin embargo, algo pareció por fin encajar en su mente y replicó algunos segundos después.

—Sí, señor. De inmediato.

En cuanto lo dijo, él y los otros policías salieron de las celdas.

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