Colgó en cuanto lo dijo, ya que no quería molestarse en hablar con Enrique, quien, enojado por la actitud de Nataniel, maldijo en voz baja.
«¡Qué se vaya a la mi*rda ese hombre!».
La intensa pelea de grandes apuestas comenzó.
El Buda de los Ocho Rostros era agresivo en extremo. Atacó con fieros puñetazos, poderosas patadas y aterradora velocidad. Mientras que Enrique observaba la pelea, su ceño no hacía más que fruncirse mientras se murmuraba a sí mismo.
—Pensé que le había pedido que fingiera la pelea, ¿por qué está siendo tan agresivo?
Samuel especuló.
—¿Quizás solo quiere que parezca realista?
Enrique asintió.
—Quizás…
Antes de que pudiera continuar hablando, el Buda de los Ocho Rostros lanzó tres fuertes puñetazos que rompieron la defensa del Dragón Volador y con una impresionante velocidad le lanzó una poderosa patada a la cabeza.
¡Pum! Al impactar, la sangre brotó del dragón volador como una sandía que hubiera explotado. ¡Colapsó en el piso con un ruidoso «Bum»! ¡como un árbol que hubiese sido cortado!
—¡¿Qué?! —exclamó Enrique gritando al colapsar su mundo.
En el otro cuarto, Tomás miró con admiración a Nataniel mientras comentaba.
—Señor, es en efecto como usted dijo. Quién usted decía que iba a ganar, lo hizo. Mire, el Buda de los Ocho rostros acaba de ganar.
Nataniel sonrió un poco, sin embargo, la expresión en su rostro permaneció en su mayor parte indiferente.
¡Había apostado doscientos millones y ganado la mitad de eso en solo unos cuantos minutos!
El rostro de Maya se sonrojó por la emoción y sus ojos destellaron, su corazón palpitaba muy rápido. ¡Tenía su mirada fija en Nataniel, tenía tantas ganas de decirle que haría flexiones incluso con una sola mano solo por una propina suya!
Enrique no esperaba que el peleador desobedeciera sus órdenes. ¡Y como resultado, había perdido cien millones solo contra Nataniel!
Furioso, reunió un grupo de hombres y se dirigió hacia el Cuarto privado de Nataniel.
En cuanto llegaron a la puerta, Javier y su equipo de guardaespaldas les bloqueó el paso. Con un tono calmado, Javier preguntó:
—Señor López, ¿sucede algo?
Enrique se burló y replicó.
Alzó su mano y les ordenó a sus hombres.
—Destrúyanlos, luego iremos al Distrito Este y nos apoderaremos del territorio de Tomás.
En cuanto dio la orden, los cientos de hombres tras de él comenzaron a atacar a Nataniel y compañía, rodeándolos como lobos.
Tomás Dávila reaccionó con rapidez. Les dio órdenes de proteger a Nataniel antes de abalanzarse contra sus enemigos junto con la docena de guardaespaldas. Había ido preparado, ya que había traído a sus mejores peleadores esa noche.
Por lo que, aunque Enrique tuviera más hombres, no podría derrotar a la banda de Tomás con tanta facilidad como había anticipado, además, Tomás era excepcionalmente bueno en las artes marciales y en pelear. Sus puñetazos eran crueles y derrotaba a docenas de hombres de Enrique uno tras otro.
Al notar las habilidades de Tomás, gritó.
—¡Serpiente de Cascabel!
—¡Sí señor!
Un hombre de dos metros, calvo y fuerte apareció frente a todos ellos.
¡Era nada menos que el mejor peleador del Centro de Boxeo Hierro, Serpiente de Cascabel!
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