Con su rostro un poco sonrojado, y un tono avergonzado le dijo a Nataniel.
—¿Por qué no duermes con nosotros en la cama esta noche? Reyna puede dormir en medio y nosotros en los lados. Recuerda no cruzar ese límite o si no…
Penélope era una mujer obstinada y capaz, por lo que era raro que Nataniel viera este lado avergonzado e incómodo de ella. Por lo que preguntó bromeando.
—¿O si no?, ¿qué?
Penélope abrió sus ojos y fijó su mirada en Nataniel. Al notar su traviesa mirada, bufó.
—Si cruzas el límite te echaré de la cama.
Aunque Penélope estaba un poco avergonzada por la situación, confiaba en él.
Si él quisiera tocarla lo habría hecho cuando durmieron en la casa del Barrio Oriental. No era necesario que hubiera esperado hasta hoy.
Se acomodaron con rapidez, apagaron las luces y se dirigieron a la cama.
Reyna durmió en medio y Penélope y Nataniel a cada uno de sus lados respectivamente.
Aunque por lo general, Penélope sufría de insomnio, este día se sumergió en la tierra de los sueños con mucha rapidez al tener a Nataniel a su lado. Este último también dormía profundamente. Entre sueños, sintió que un par de manos rodeaban su cuello.
Pensó que era su hija y continuó durmiendo.
Al siguiente día, Nataniel despertó en cuanto el primer rayo de sol entró en el cuarto. Y al abrir los ojos se dio cuenta con sorpresa de que la mujer en su pecho era Penélope, no su hija.
Dormía como un gatito entre sus brazos.
En cuanto a Reyna, ella estaba roncando de forma ruidosa en un extremo de la cama, con sus extremidades extendidas.
«¿Qué pasó?»
¿Penélope se acurrucó con él mientras dormía? Nataniel vio que las pestañas de Penélope se movían, estaba a punto de despertar. Para evitar que las cosas se pusieran incómodas, cerró sus ojos y pretendió dormir.
Poco después, ella se estiró aún en sus brazos. Era obvio que había despertado.
Nataniel pudo sentir que se detuvo por un momento por la sorpresa al abrir sus ojos, escuchó una exclamación de su parte. Tras lo cual, escapó de su abrazo como un ciervo asustado. También pudo escuchar que suspiró de alivio.
«Nataniel era una figura tan omnipotente. ¿Por qué le interesaría algo tan insignificante? ¿Siquiera necesitaba este tipo de dinero sucio en sus manos?»
Tomás inclinó su cabeza y admitió con terror.
—Sí señor. Sé que lo que hice estuvo mal.
Nataniel miró a Tomás y le dijo.
—Aunque ya no pertenezcas a la milicia, debes recordar tus orígenes. Si renuncias a tus principios, nunca serás capaz de recuperarlos. Lo mismo va para tus límites. Por ende, debes de saber con exactitud cuales son y apegarte a ellos, debes ser un hombre con principios.
—Entiendo lo que dice, señor —respondió, tras lo cual se paró con la espalda recta.
—Debes de dejar todos los negocios que violen la ley, incluyendo los que le arrebataste a Enrique López. Ya no puedes involucrarte con ellos, solo mantén los que estén dentro de la ley —instruyó Nataniel.
Tomás sufriría entonces grandes pérdidas si lo hacía, ya que muchos de sus negocios no eran del todo legales. No obstante, estuvo de acuerdo sin dudarlo y replicó.
—Sí señor, como usted diga.
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