MADRE (Secretos) romance Capítulo 10

Lo que me daba esperanzas era el hecho de que ella misma se reusaba a recaer en su vicio. Estaba resuelta a tener con los hombres una relación normal, y el primer paso era no abrirse de piernas ante el primero que se lo pidiera.

                Pero como ella bien explicaba, el problema era que, a diferencia de otras adicciones, ella no podía mantenerse alejada del objeto del vicio. Lo que le sucedía era lo mismo que le pasaba a los alcohólicos en recuperación que, contra su voluntad, aparecían en una fiesta donde la cerveza corría como el agua. Ella en cambio, estaba rodeada de potenciales amantes que podrían hacerla gozar. Pocos serían los que dudarían en sacarle provecho a su adicción.

                Al igual que mamá, yo dudaba de que Ricky no se sintiera atraído por ella. Si el hijo de puta supiera las cosas que pensaba su profesora, no dudaría en aprovecharse de la situación. Una vez más, humillado, había leído cómo mi madre se comportaba como una puta. O más bien, sus pensamientos eran los de una puta. ¿Cómo mierda le iba a parecer atractivo ese troglodita de Ricardo? No había imaginado que era de esas chicas que se sentían atraídas por la arrogancia de esa clase de tipos. Si bien no lo había dicho de manera explícita, estaba claro que estaba lejos de sentir rechazo por él. Y ese perturbador pasaje en donde se cruzaba con esos chicos sudorosos, que luego entrarían también en sus fantasías, mientras se penetraba con el dildo. Qué locura.

                Al principio, la idea de que el profesor Hugo, quien el año anterior había sido mi profesor de educación física, se la cogiera, me parecía pésima. Pero si en cualquier momento mamá recaía, era mil veces mejor que sucediera con un hombre casado, que con un alumno. Por primera vez pensé en la posibilidad de ayudar a que mamá alivie sus necesidades. De esa manera podía contribuir a que ocurra la menos peor de las posibilidades.

                Pero aún era una idea difusa en mi mente confundida. Por el momento, lo único que podía hacer era vigilarla de cerca, no dejar que estuviera mucho tiempo con ningún hombre, y mucho menos con un alumno. La idea hacía que se me pusiera la piel de gallina.

                La decisión de estar siempre presente cuando daba clases particulares a esos chicos había sido acertada. Mi propia madre reconocía que era necesario que yo estuviera cerca, así que no dejaría de hacerlo.

                En los siguientes días no subió nada a la página de relatos eróticos, por lo que asumí que no había pasado nada trascendente. De todas formas, eso no era algo que me dejara tranquilo. Cada día que pasaba sin novedades de las andanzas de la profesora Cassini, me hacía pensar que las probabilidades de que al otro día sucediera algo, aumentaban exponencialmente. Y ahora el momento en el que debía dar clases a mi curso estaba a la vuelta de la esquina, y yo temía lo que pudiera ocurrir.

                Había llegado por fin el día esperado. Me preguntaba cómo reaccionaría yo si el imbécil de Ricky, otra vez, se hacía el vivo con mamá frente a toda la clase. Estaba claro que no lo había amedrentado en absoluto. De solo pensarlo, sentía cómo mi sangre hervía. Un enfrentamiento con él parecía ser inminente.

                Me fui a la escuela antes que ella, ya que a las ocho de la mañana tenía clase de filosofía, y recién a las diez tocaba contabilidad. Esas dos horas se hacían larguísimas.

                Cuando volvimos del recreo, mamá llegó al aula. Me quedé petrificado al verla. Había cambiado diametralmente su apariencia, en comparación a la primera clase. Ahora llevaba un pantalón de jean muy ajustado, el cabello suelto, y los labios pintados de un rojo intenso. El curso se sumió en un silencio anormal. Algunos parecieron confundidos, como si no la reconocieran. Incluso hubo varios que me miraron, esperando a que les confirmara que se trataba de mi madre, la misma que había estado frente al pizarrón hacía una semana.

— Bueno días —saludó la profesora Cassini.

                Y entonces me pareció ver que mientras saludaba, su mirada iba dirigida hacía el fondo del salón, y en ese mismo momento, en su boca se dibujó una seductora sonrisa.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: MADRE (Secretos)