MADRE (Secretos) romance Capítulo 13

Yo ya había pasado los tres meses hacía un par de semanas, así que creo que debería sentirme victoriosa. Aunque por supuesto, no es así.

                El ajetreo de la escuela era tal, que me había resignado a que, tarde o temprano, volvería a las andadas. Cuando llegó el día de dar clases al curso de mi hijo, sentí una creciente incomodidad que no estaba segura de a qué se trataba.

                Cuando estuve a punto de vestirme, no pude evitar recordar al pendejo maleducado de Ricardo, quien la semana anterior había intentado ponerme incómoda, y que, incluso cuando quise reprenderlo, me había dejado descolocada. ¿Qué yo no era linda? Me costaba admitirlo, pero mi ego había sido lastimado. Era obvio, por la forma en la que me miraba, que sí le parecía atractiva. Seguramente solo me lo había dicho para molestarme. Sin pensarlo mucho, cambié de idea. Descaché la ropa sobria que ya tenía separada y planchada para ese día. ¿Quién decía que no podía vestirme de una manera un poco más llamativa? Por lo que había visto, mis colegas se vestían como les daba la gana. Incluso había un profesor de música a quien vi con un pulóver deshilachado. Yo no iba a verme tan mal como él, eso seguro.

                Me desvestí, y me miré al espejo. Mi amiga Luciana siempre bromeaba conmigo, diciéndome que no conocía a nadie que anduviera siempre con los pezones duros, como me pasaba a mí. Bueno, al menos a la mañana y ahora los tenía duros. El recuerdo de Luciana me entristeció, ya que nuestra amistad se vino abajo cuando el imbécil de su novio decidió cogerme. Pero bueno, como siempre digo, eso es para otro relato.

                Me costó ponerme el pantalón, porque era muy ajustado y mis carnosas nalgas hacían complicada la tarea. Pero una vez que lo subí hasta la cintura, me quedó perfecto. Elegí un lindo suéter, que era más para una cita que para ir al trabajo, zapatos de tacones altos, que hacían que mi trasero pareciera más respingón de lo que era, me maquillé y me pinté el labio de rojo. “Parecés una hermosa puta de lujo”, me hubiera dicho Eduardo si me viera así. Estuve a punto de cambiarme de nuevo, pero ya no tenía tiempo. Siendo la clase de apenas dos horas, no podía darme el lujo de llegar tarde.

                Mi hijo ya se había ido a la escuela un par de horas antes. Me aliviaba saber que no estaba por ahí. Últimamente se mostraba muy celoso. Me seguía a sol y a sombra, y siempre miraba con el ceño fruncido cuando cruzaba dos palabras con algún hombre. Reconozco que me gusta que me cuide, pero no puede estar conmigo las veinticuatro horas del día, así como de hecho no estaba en ese momento.

                Esperaba a que alguno de mis alumnos dijera algo desubicado. Lo pondría en su lugar sin dudarlo. Pero sólo hubo una alumna que hizo mención a mi aspecto. Una linda chica trigueña, de ojos rasgados, que me dijo que estaba muy linda.

                Ricardo se mostraba indiferente. O mejor dicho, fingía estar indiferente, porque cada tanto lo pescaba comiéndome con los ojos. Los puse a hacer unos ejercicios, y caminé de un lado a otro. ¿Ves?, esto es lo que nunca vas a poder tener, pensaba yo, mientras me aseguraba de mostrarme desde todos los ángulos. En ese momento deseaba hacerlo excitar, para luego poder tener el placer de decirle que jamás estaría con un niño como él.

                Pero a quién engañaba, si yo misma sentía, no por primera vez entre esas cuatro paredes, que mi sexo ya estaba húmedo.

— Profe, le puedo preguntar algo del ejercicio —me llamó Ricky.

— Claro, Luna.

                Me acerqué con el semblante serio, imperturbable, como queriendo mostrar seguridad y distanciamiento. Me incliné, para ver lo que había escrito. Mi cabello cayó a un costado. Me lo puse detrás de la oreja. Quería que él me viera de perfil. Que viera mi rostro, ese que tantas veces me habían alabado, porque mantenía cierto aire infantil que me hacía ver mucho más joven de lo que era. “Cara de nena puta”, me decía Eduardo, cuando yo, desnuda y en sus brazos, le contaba esa anécdota.

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