MADRE (Secretos) romance Capítulo 14

Vi al chico, más con asombro que con enojo. Me di cuenta de que estaba temblando, y se lo notaba a punto de llorar. Recordé que parecía ser el típico chico al que molestaban los tipos como Ricky. Si lo exponía frente a toda la clase, le arruinaría los meses que quedaban de clases. Convertiría su vida en un infierno. Así que me hice la tonta y le dije: 

— Le agradeceré que en mis clases solo se centre en la contabilidad. Ya podrá dar riendas sueltas a su faceta artística en otro momento.

                Algunos chicos se rieron, y hubo quien quiso humillarlo, pero lo puse en su lugar enseguida.

                Seguí con la clase, notando que Lucio, si bien seguía amedrentado, tenía un brillo de alivio en los ojos. Por otra parte Ricky, en este caso, se comportó mucho mejor que en la clase anterior. Por momentos me miraba con curiosidad, como si se preguntara si yo realmente me había dejado acariciar por él, o solo eran imaginaciones suyas. Me preguntaba hasta dónde sería capaz de llevar su mano si en otra oportunidad me colocaba en la misma posición que lo había hecho hoy.

                Demasiados pensamientos perversos tratándose de que era su profesora. Aunque en mi defensa puedo decir que mis alumnos no me la estaban haciendo fácil.

                Cuando terminó la clase, Lucio se quedó hasta el final. Pensé que quizás quería agradecerme, o pedirme disculpas por lo sucedido, o tal vez pretendía asegurarse de que de verdad dejaría pasar su falta. El hecho de que un chico tan tímido como él se dispusiera a hablarme, era algo que no me había visto venir. Más bien imaginé que el pobre se escabulliría apenas tocara la campana. Le dije a mi hijo que se fuera tranquilo, que yo me quedaría unos minutos en el aula.

— Bien, señor Alagastino, ¿Va a venir o no? —le pregunté, ya que no se movía de su asiento manteniendo la cabeza gacha.

                Se puso de pie, y se acercó a mí. El pobre necesitaba sentir más seguridad en sí mismo. Me di cuenta de que, detrás de esa apariencia de chico nerd, exageradamente retraído, había un adolescente más atractivo que la mayoría. Si no tuviera esos anteojos tan gruesos, si no tuviera esa postura encorvada, esa mirada esquiva, y ese acné, pero sobre todo, si demostrara mayor seguridad, entonces sería un ganador.

— ¿Tiene algo que decir? —pregunté, cuando se sentó frente a mí.

— Hice ese dibujo la otra semana, y… y… me olvidé de dejarlo en casa. Bueno, es que en casa tampoco tengo ganas de dejarlo, porque mamá revisa mis cosas y no quiero que vea esos dibujos.

— Entiendo, pero… ¿Es necesario que hagas esos dibujos tan depravados? —pregunté tuteándolo, para descomprimir un poco el ambiente tenso que había.

                Lucio rió con nerviosismo. Se rascó el codo y se mordió el labio.

— Bueno. Necesario, lo que se dice necesario… no. Pero…

— Pero te gusta hacerlos.

                Me quedé un rato en el aula. Creo que en el fondo esperaba que apareciera Ricky, intentando ir más allá de lo que había hecho en plena clase. No pude evitar sentir una punzada de decepción al darme cuenta de que no lo haría. Se había dio con todos los otros estudiantes, y ni siquiera me había mirado para saludarme.

                También pensé en Lucio. Ese chico necesitaba ganar confianza. De repente se me ocurrió que entre todos los hombres que había conocido en los últimos días, él era el ideal para, por fin, romper con mi abstinencia autoimpuesta. Para empezar, nadie le creería que perdió su virginidad con su profesora. Además, parecía fácil de manipular. Podría enseñarle miles de cosas. Cuando fuera mayor, se acordaría de mí. Dejaría una huella inmortal grabada en su vida. Eso me hinchaba el ego. La idea de enseñarle a hacer el amor me daba mucha ternura. Normalmente estaba con hombres ya experimentados, no estaría mal variar un poco.

                Pero esas no eran más que especulaciones de una mujer trastornada. Agarré mi maletín, y salí del aula. Caminé rápidamente hasta donde estaba mi auto.

                Y entonces me di cuenta de que ya no podía más. Si dos adolescentes habían logrado ponerme tan caliente, era necesario terminar con esa tortura ya mismo. ¿Qué pasaría si me acostaba con un alumno? Podía perder mucho más que el trabajo.

                Totalmente resignada, supe que estaba a punto de volver a mi vida de promiscuidad y desenfreno. Una vida de soledad, en donde caería rendida a cuanta verga se me ofreciera.

                Di marcha atrás, y volví a la escuela. En el patio de educación física no estaba entrenando nadie, aunque sí se veía a algunos chicos con ropa deportiva que esperaban a que se hiciera la una de la tarde, horario en el que suponía que empezarían sus clases.

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