MADRE (Secretos) romance Capítulo 16

Miré a mí alrededor. Casi todos los alumnos ya se habían marchado, y faltaba bastante para que los del turno tarde empezaran a ingresar. Sólo había algunos profesores que atravesaban los corredores a gran velocidad, y un par de empleados de limpieza, que hacían su trabajo con la cabeza gacha, y con evidente desgana.

               Me metí en ese oscuro pasillo, haciendo el menor ruido posible. Miraba a mis espaldas cada vez que oía un ruido que me llamaba la atención, pero nadie iba tras mis pasos, sólo era yo y mi temor.

               La puerta estaba cerrada. Recordé lo que había escrito mamá. Si alguien estaba cerca mientras era penetrada, los gemidos que largaría no podrían pasar desapercibidos. Sin embargo, hasta el momento no escuchaba los sonidos del placer. Aunque sí pude confirmar que había alguien hablando. Era la voz de una mujer, aunque aún no podía estar seguro si se trataba de la profesora Cassini.

Y entonces escuché la voz del profesor Hugo.

— Dale, no pasa nada. Te va a gustar —decía el profesor.

               La mujer le respondía algo, pero no se entendían sus palabras, aunque sí pude notar que había cierta irritación y contrariedad en su tono de voz. Probablemente ella estaba más alejada de la puerta, y por eso no podía captar sus palabras.

               Ahora el hombre —quien seguramente era el profesor Hugo—dijo algo entre susurros. Y ya no escuché nada más por un rato.

               No podía despegarme de la puerta. Era muy probable que en ese mismo instante se estuvieran cogiendo a mamá a apenas un par de metros de donde yo estaba. Debía estar ahí, para asegurarme de que nadie fuera a descubrirla. Debía protegerla. Además, era la primera vez que me encontraba un paso por delante de sus relatos. Eso tenía que ser bueno.

               De repente, escuché el gemido del profesor. ¿Mamá le estaría dando una mamada? Era probable, pues ella había enmudecido, y en ningún momento se le había escapado un gemido.

— Vení acá —escuché que decía alguien.

               Agucé mis oídos. Me había llamado mucho la atención esa voz masculina que había escuchado ahora, pues no parecía la del profesor Hugo ¿Estaba sucediendo lo que imaginaba que estaba sucediendo? — Que hermoso orto tiene, profe —dijo esa misma voz.

               Ahora no me cabían dudas. Había un segundo hombre —como mínimo— en la oficina del profesor Hugo. No tenía idea de quién era. Pero resultaba evidente que mamá ya se estaba haciendo cierta fama en la escuela, al menos entre el plantel masculino. Hugo había decidido compartirla. Ahora entendía por qué esa voz parecía reflejar contrariedad en un principio. Quizás Hugo llevó a uno de sus amigos sin habérselo advertido antes, convencido de que era tan fácil hacer que se bajara la bombacha, que con unas simples palabras bastaría para convencerla.

               Me preguntaba quién era ese segundo hombre. Lo más probable era que se tratara de otro profesor, o quizás algún empleado de mantenimiento o limpieza. Aunque estos últimos no solían ser tipos atractivos, ni siquiera bien aseados. Esperaba que mamá tuviera un mínimo de buen gusto. La otra opción era… no quería pensar en eso.

               Se escuchó un gemido femenino. A esas alturas ya había dado por sentado que la mujer de ahí adentro era mamá. Recordé la falda larga que llevaba puesta. Aquel desconocido se la habría levantado, para luego correr su braga, y penetrarla desde atrás. Imaginé que la tenía contra la pared. Pero luego se me ocurrió que el profesor Hugo no estaría contento si lo excluían, además, no contaban con mucho tiempo, así que dudaba de que fueran a cogérsela por turnos. Así que quizás ella estaba en el suelo, en cuatro, mientras uno la penetraba y el otro le arrimaba la verga para que la mamara. Los gemidos de la mujer aparecían cada tanto, lo que podía indicar que, tal como lo había imaginado, tenía su boca muy ocupada.

               Mierda, mamá era una verdadera puta.

no había imaginado que repetiría un trío en la propia escuela. No por primera vez me pregunté quién era el tercer integrante de ese libidinoso grupo.

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