Sólo me servía para conocer con lujo de detalles cómo mamá sucumbía ante la lujuria.
No me olvidaba de que Ernesto había faltado dos días seguidos a clase, utilizando la misma mentira que yo había utilizado para quedarme en casa y controlar a mamá. Sólo que él había fingido estar enfermo para venir a culearse a su profesora. Nada me iba a sacar de la cabeza que esos dos días de ausencia los había pasado en la cama de mamá.
Por un momento me invadió el mismo optimismo en el que había caído cuando me enteré de su amorío con el profesor Hugo: de todos los males posibles, ese era el mal menor. Es decir, en el caso de Ernesto, por tratarse de un chico tan reservado y maduro, era posible que supiera guardar el secreto de mamá, más aun teniendo en cuenta que si era prudente, eso lo beneficiaría, ya que ella se lo retribuiría con más sexo.
Pero a quién engañaba. Así como después de haber estado con su compañero de trabajo decidió ir a por más, era muy probable que ahora ocurriera lo mismo. Pero no podía dejar de preguntarme ¿Qué podía haber después de haberse cogido a su alumno? La única respuesta que me venía a la mente, y que me atravesaba como si fuera una descarga eléctrica, era: cogerse a otros alumnos.
En efecto, mamá había caído en lo más bajo que podía haber caído una hermosa y joven mujer como ella, pero ese pozo de degradación siempre podía hacerse más profundo.
Traté de hacer memoria. La ausencia de Ernesto había sido hacía quince días como mucho. Es decir, en el medio había quince días en los que dudaba que la profesora Cassini hubiera mantenido la castidad.
Traté de hacer memoria para dilucidar en qué momento podía haber estado cogiendo con alguien. La respuesta era la misma de siempre: cuando yo estaba en la escuela, mientras que ella no lo estaba. Pero en ese caso, tanto Ernesto como el profesor Hugo quedaban descartados. A Ernesto lo veía todos los días, salvo aquellos dos días mencionados, y con el profesor pasaba exactamente lo mismo.
¿A cuántos había ascendido la lista de amantes de mamá? No quería pensar en un número, pero estaba consciente de que alguien como ella podía hacerse de chongos con una facilidad pasmosa. Además, no es que los hombres fuéramos a hacerle asco a la posibilidad de cogernos a una hermosura como ella.
El domingo fue otro día de incertidumbre. Imaginé que si iba a publicar algo, seguramente lo haría a última hora de la noche, pero aun así no pude evitar entrar a la página una y otra vez. Cuando se estaba haciendo de noche mamá me dijo que iba a salir con unas amigas.
Me tomó por sorpresa. Hacía bastante que no salía. Era obvio que no iba a verse con ninguna amiga. Vestía una calza negra cuya costura se perdía en la raja de su culo, y botas que la hacían ver como si quisiera guerra. Arriba una camperita de cuero que hacía mucho no usaba. El pelo recogido.
Ella me aseguró que así lo haría, y se fue con una expresión de extrañeza, como si no terminara de creerse que de repente me mostrase tan cariñoso.
Me quedé preocupado, pero pensé que si iba a un bar en busca de un macho que no estuviera en su círculo de conocidos, estaba bien. Aunque por otra parte no podía dejar de sentir temor ante la posibilidad de que se fuera a la cama con un psicópata, o con cualquiera que decidiera hacerle daño. Después de todo, intimar con extraños también tenía sus desventajas.
Nuestra relación era tan peculiar, que era yo el que se quedaba en la sala de estar hasta estar seguro de que ella volviera sana y salva, cosa que normalmente hacían los padres.
La profesora Cassini regresó a las once de la noche. Me preguntaba cómo le había ido. No tenía en claro si el tiempo que se ausentó había sido suficiente como para encontrar alguien que le gustara, llevárselo a un lugar cómodo y coger como animales hasta saciarse. Pero a juzgar por el buen humor de mamá, y por el pelo —que si bien estaba prolijo se lo veía un tanto diferente, como si se hubiera vuelto a peinar—, lo más probable era que había gozado al máximo, pero lo malo es que, por lo visto, se había agotado demasiado.
Fuera lo que fuera lo que le había sucedido, era seguro que necesitaba estar con algún amante para distenderse. Seguramente un orgasmo la haría sentirse mejor.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: MADRE (Secretos)