MADRE (Secretos) romance Capítulo 22

Ese miedo a ser descubierta era un plus que se sumaba a cada encuentro sexual que tenía, cosa que ayudaba a que fueran más excitantes.

Nunca me había sentido tan bien.

—Es usted una profe muy puta —le dije.

               Pensé que podría llegar a ofenderse. Pero a las putas parece gustarles que le digan putas. O al menos no le molesta.

—Leí todas sus historias. Y después la veía en clases. Es usted muy hermosa, y muy puta —le dije.

—Se nota que lo único que sabés de sexo lo aprendiste viendo pornografía —dijo la profe—. A todos los hombres les gusta decirnos puta mientras están con nosotras. Pero a ninguna mujer le excita escuchar esas palabras.

—Pero lo que hoy importa es lo que a mi me guste, profe —le contesté, pensando que me importaba bien poco si ella se excitaba o no cuando le decía puta.

—¿Tanto te gusta mi culo? —me preguntó.

—Me gusta mucho. Lo miro todo el tiempo que está en clase. La próxima vez, por favor lleve esta pollerita, así recuerdo este momento.

—Sos un nene caprichoso —dijo la profe—. Eso sos.

La hice acercarse más a mí. Tuvo que sentarse en mi regazo, con las piernas abiertas.

—Esto le empieza a gustar ¿Eh profe? —le dije, cuando mi verga dura se frotó en ella.

—Para nada —me dijo. Me miró a los ojos muy seria—. Todo esto lo hago porque me estás obligando ¿Lo entendés?

—Quítese la blusa profe —dije, como si no la hubiera escuchado. Ya que estaba tan obediente, iba a aprovechar.

La profe se sacó la blusa, y la tiró en la cama. Tenía sus buenas tetas la profe. No soy fanático de las tetas, pero con una mano las apreté. Se sentían muy suaves las tetas de la profe. Tenía un brasier blanco, muy lindo. Pero se lo quería quitar. Corrí un tirante a un costado, hasta que se cayó del hombro. La profe me miró con fastidio, y negó con la cabeza, como hace papá cuando me ve haciendo algo mal. Puso sus dos manos a la espalda, y desabrochó el corpiño. Me hubiera gustado decirle que yo podía hacerlo, que si lo había hecho de esa otra manera solo era porque no podía dejar de tocarle el culo, así que solamente tenía una mano libre. Pero bueno, cuando vi ese par de tetas desnudas ya no tuve ganas de decirle nada.

Las besé, y chupé. Aunque la profe decía que yo había aprendido de las películas porno, no estaba seguro de cómo chupar una teta. Pero no importaba. No me tenía que preocupar porque a ella le gustase, sólo tenía que disfrutar de su cuerpo que me estaba entregando la muy puta. Mientras le mamaba las tetas, como si fuera un bebito que le quería sacar toda la leche, empecé a tirar para abajo el elástico de la bombacha. Como ella estaba encima de mí, iba a ser difícil sacársela, así que se paró. Se la iba a bajar ella, pero la frené, porque yo quería quitarle la braguita, como dicen los amigos españoles de esta página jejeje. Así que se la bajé despacito, viendo como la telita blanca bajaba por las piernas hasta llegar a los talones. Por fin la tiré a un costado. La profe me miró con disgusto, porque cayó al piso en lugar de caer en la cama. Lo que no sabía la profe era que ese día volvería a su casa sin ropa interior.

Le levanté la pollerita. Tenía una selvita oscura debajo del ombligo. Imaginé que hacía poco se había depilado, porque el pelo parecía que recién estaba creciendo. ¿Por quién se habría depilado la puta de la profe? Bueno, en realidad no importaba, porque ahora era mía. No me iba a andar poniendo celoso cuando la tenía con la pollerita levantada en frente mío. La agarré de las caderas y la hice darse media vuelta. Ahí estaba ese orto que  tanto disfrutaba tocar. Pero esta vez era otra cosa la que quería hacerle. La profe entendió mis intenciones, así que se inclinó, como si acabara de encontrar algo en el piso que tenía que levantar sí o sí. Las nalgas se separaron. Le dije otra vez que era una puta, y esta vez no pudo decir nada, porque realmente lo era. Besé sus glúteos, pero enseguida me sentí tentado de meterme en ese agujero tan pequeño. Eso sí lo había visto en películas. Tipos comiéndose el culo de las actrices. Una vez, tío Martín me dijo que hasta las prostitutas se negaban a hacer ciertas cosas. A algunas no les gustaba hacer petes, o dejar que le comieran el culo. Pero mientras mi lengua babeaba la reya de su orto, la profe no se quejaba, así que era más que una puta. Es más, cada tanto, cuando le pasaba la lengua con bastante fuerza, parecía que la sensación era muy fuerte para ella, y se erguía un poquito. Me dio la sensación de que la cosa le estaba gustando. A mí que no me vega con esas tonterías de que lo hacía por obligación, que nadie se deja comer el culo por obligación.

Estuve unos buenos minutos con la geta enterrada en el trasero de mi querida profe. Y pensar que en unos días tendríamos que vernos en la escuela. Me moría de ganas de que ese momento llegara. Le diría que lleve esa misma pollerita que ahora tenía levantada, para rememorar este lindo encuentro.

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