MADRE (Secretos) romance Capítulo 24

Mamá entró al aula. Apenas la vi, sentí que la derrota se cernía sobre mí nuevamente, pues ella había decidido darle el gusto a su alumno, y se había puesto la misma pollerita que había usado cuando el otro la sometió sexualmente. Vaya convicciones la de mi mami. Además, tenía el pelo recogido, y lucía otra blusa, esta vez una roja, tipo camisa, con botoncitos y un escote algo provocador.

Como de costumbre, nos pusimos a corregir los ejercicios de la clase anterior. Presté atención en cada gesto de mamá, y cada vez que posaba la mirada en uno de los alumnos, miraba al fulano en cuestión con la misma atención. Aunque al que tenía más vigilado era a ese del que ya tenía grandes sospechas. Pero la verdad es que no se lo notaba muy diferente a otras veces.

Pero antes de poder confirmar cualquier cosa, noté algo verdaderamente escandaloso. Mamá se había dado vuelta a escribir un asiento contable en el pizarrón. Se inclinó un poco para escribir en la parte más baja. Y ahí fue cuando lo noté. La pollera no era muy ajustada, pero cuando se inclinó, la tela se adhirió a su trasero. Pero cuando lo hizo, no se veía la marca de la ropa interior que debería estar usando. La tela era fina, así que cuando se pegó al trasero de mamá, la forma de su bombacha tendría que haber quedado en relieve. Pero nada. La profesora Cassini no estaba usando ropa interior.

Observé al principal sospechoso. No pudo evitar sonreír mientras le miraba el orto a mamá. Me preguntaba si alguno de los otros alumnos había notado la peculiaridad de la profe. Pero lo cierto es que yo estaba sugestionado por todo lo que pasaba, así que prestaba atención a cada detalle, mientras que la mayoría de los chicos estaba en su mundo. Además mamá se irguió enseguida.

—Bueno, ¿Les dio a todos igual? —preguntó ella al alumnado.

Y entonces cruzó la mirada con él, y pude notar un brutal estremecimiento que ocultó enseguida. Apenas había sido un instante, pero era la única prueba que me faltaba. Había considerado a todos mis compañeros sospechosos, pero en el fondo, a él lo tenía al final de la lista. Pero ya no podría engañarme. Había pensado que con Ernesto había conocido al mayor de los lobos con piel de cordero, pero ni se le acercaba a este. Vi que su sonrisa se agrandaba, mientras la profesora desviaba su mirada de él. Recordé la vez que había dibujado desnuda a mamá, y la conversación que había tenido con ella, en donde la profesora Cassini le decía que lo que aprendía de la pornografía no era real. Y sin embargo había sumido a mamá en el relato pornográfico más perverso, hasta el momento. Recordé también cuando mamá reconoció en su relato, que detrás de esas gafas de armazón cuadrado, había un chico atractivo.

Y aunque mamá parecía estar dando una clase como cualquier otra, no se me escapaba que sentía un estrés mucho mayor a lo normal. Aunque también suponía que toda esa historia ya no la tenía tan contrariada como hacía apenas unos días.

                La profesora Cassini no paseó entre las filas de pupitres para ver que sus alumnos estuvieran haciendo las cosas bien, como hacía normalmente. Imaginé que quería evitar que alguien descubriera que no llevaba ropa interior —aunque yo ya lo había hecho—. De todas formas, en varias ocasiones repitió la escena erótica en donde se inclinaba para escribir en la parte más baja del pizarrón, haciendo que la falda se pegara a su trasero, y así dejar en evidencia la ausencia de su ropa íntima. Era un movimiento corto, que supuse que lo hacía exclusivamente para el deleite de Lucio, pero no se me escapaba que de todas formas estaba corriendo un riesgo al hacerlo, ya que no eran pocos los chicos que disfrutaban de ver su culo, y probablemente notarían el detalle.

                La mayor parte de la clase, sin embargo, mamá se mantuvo detrás de su escritorio. En más de una ocasión la descubrí lanzando miradas subrepticias hacia donde estaba su chantajista.

 Seguramente estaba convencido de que podría cogérsela por segunda vez muy pronto, y seguramente no estaría muy errado al creerlo.

                Pasada la mitad de la clase, había cometido el error de ser tan ingenuo como para creer que aquel degenerado se conformaría con haberla doblegado hasta el punto de hacerla ir a clase sin bombacha. Pero por supuesto, me había equivocado. Sin embargo, esta vez no se la iba a hacer tan fácil.

                —Profe ¿puedo ir al baño? —preguntó Lucio.

                —Déjelo ir profe, a ver si se hace encima el nene —dijo Gonzalo, metiéndose en donde no lo llamaban.

                —¿Vas a hacer del primero o del segundo? —preguntó después Ricky, quien ya comenzaba a recuperar su actitud burlona y soberbia.

                Lucio mantuvo la compostura, no se encogió como solía hacerlo en situaciones similares, y si bien su rostro tomó color, no se puso tan colorado como lo hacía normalmente. Estaba claro que el polvo que le había sacado mamá le dio una gran confianza en sí mismo. No pude evitar pensar en que si había progresado de esa manera en apenas unos días, cómo sería Lucio dentro de algunos meses, después de haberse montado a su profesora de todas las maneras imaginables. No estaba seguro de cuál sería el resultado, pero nadie me sacaría la sensación de estar viendo el nacimiento de un monstruo. 

                —A ver, se callan. ¿Acaso tienen cinco años? —dijo mamá, irritada, dirigiéndose a Gonzalo y a Ricky. Era la primera vez la veía verdaderamente molesta durante una clase. Estaba seguro de que no se había enojado realmente por los chistes bobos de los chicos del fondo, sino que toda la estresante situación que estaba atravesando la hacían estallar por cualquier cosa—. Y usted Alagastino, también parece un niño, no me tiene que pedir permiso para ir al baño, solo tiene que avisar que necesita hacerlo —terminó de decir.

                Un brillo de rencor apareció en los ojos de Lucio. Me di cuenta de que mamá había cometido un grave error al humillarlo de esa manera frente a toda la clase, y por lo visto ella también se había percatado de eso, porque cuando él la fulminó con la mirada, pareció empalidecer. Pero lamentablemente ya era muy tarde para arrepentirse.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: MADRE (Secretos)