Nikolas
Tengo una hija con la mujer que amo, desde que Anika me confesó que soy papá, una extraña sensación se apoderó de mí cuerpo, no puedo explicar con palabras como me siento, quiero conocerla, tocarla y sostenerla entre mis brazos, la foto que Anika nos mostró de Alia me estrujó el corazón, es toda una belleza que tiene mis ojos, los mismos que heredé de mi madre.
Faltan pocas horas para aterrizar en Londres, mi padre nos puso a disposición su jet privado, en el que llevamos con más comodidad a la abuela de Anika.
En el jet vamos mí familia, Anika, Arthur, la enfermera, doña Miriam, dos mucamas y los dos pilotos contratados por mí padre.
No puedo apartar mis ojos de la madre de mí hija, los celos que me abarcan tienen instintos asesinos, odio verla con ese Arthur, odio que es tan atento con ella y siempre lo tenga pegado cómo chicle y es que él no se le aparta, todo lo contrario la toma de las manos, le besa la frente y la mejilla.
Anika descansa su cabeza sobre su hombro, se comportan como una pareja y eso me molesta, quiero apartar la vista de ellos pero no puedo, vuelvo mis manos puños y me muerdo la lengua para no gritarle que se aleje de mí mujer.
Pero ahora no tengo ningún derecho a reclamar nada, la abandoné y la maltraté, fui un monstruo al que ella no se le quiere acercar, me dejó muy claro que no quiere que me le acerque cómo hombre, ni con intenciones de que reconstruyamos lo que teníamos.
No sé cómo lograrlo, quiero estar a su lado siempre, que volvamos a ser aquella pareja que se amaba con intensidad, saco el anillo que me devolvió, anillo que me esmeré en conseguir para ella ya que es una pieza única de gran valor.
Quiero calmarme pero es que no puedo con tanta presión, son tantas cosas que tengo que asimilar que la cabeza no me da para tanto, necesito que está tormenta pase y que las aguas se tranquilicen.
Toco la piedra negra y bebo el licor que tengo en el vaso —basta de tomar— Nikole me lo arrebata antes de que pueda ingerir, se voltea a mirarme —por Dios vas a conocer a tu hija— me recrimina —debes comportarte Nikolas— puedo notar un tilde de molestia en su voz
—No sé cómo manejar esto que siento— le confieso —Nikole, siento que me estoy muriendo y el peso de las consecuencias de mis actos a caído y pesa como si cargara el planeta sobre mí espalda.
—Entiendo cómo te sientes, pero tomar sin control no te ayudará en nada— me aconseja —debes sentarte en lo que quieres y trabajar para eso.
Anika se pone de pie y va hasta la habitación privada en donde descansa su abuela, el Arthur se queda solo mirando por la ventanilla.
Al cabo de unas horas más, llegamos a la helada ciudad de Londres, Dániel se abraza a mí cuello, Anika sale junto a la enfermera, una ambulancia nos está esperando para llevar a la señora Miriam al Hospital.
— Estás muy agotada Ani, debes ir a casa y descansar— le recomienda Arthur y ella asiente.
Hablan todo el tiempo, tienen una cercanía tan íntima que me hace arder de rabia, no no puedo hacerme de la vista gorda cuando ella se pavonea con él.
La enfermera se va en la ambulancia, Anika le da un beso en la mejilla a su abuela —te veré mañana— le dice aunque la doña Miriam no pueda escucharla.
El plan es instalarnos en el hotel y luego ir a donde sea que Anika viva con mí hija y conocerla.
Las ganas de conocer a mí hija me tienen más ansioso de lo normal, la alegría que hay en mí por saber que producto del amor que su madre y yo nos tenemos, el resultado es una belleza del cual estoy orgulloso.
Nos dividimos en taxis y al llegar al hotel nos registramos en tres habitaciones distintas, me tomo una larga ducha y espero al resto de mi familia en la recepción.
Todos bien vestidos y limpios salimos a la dirección que Anika le envió a Nikole en su celular.
El taxi se pone en marcha y mis manos sudan —tranquilo— me dice mi madre.
— Estoy muy feliz tío—dice Dániel —mira, le compré una sorpresa a mí primita— me muestra el regalo que trae en sus manos.
Llegamos al vecindario y el taxi nos deja frente a una pequeña casa de una planta, tiene un jardín con flores de diferentes variedades.
Respiro profundamente y junto a mí familia camino hasta la puerta de entrada, Dániel es quien toca el timbre, segundos después Anika es quien nos abre la puerta, la belleza de ésta mujer me vuelve polvo en menos que nada.
Sonríe y nos invita a pasar con algo de nerviosismo, las bolsas de regalos que traemos las ponemos sobre la mesa que ella nos indica.
La casa está bien organizada y cuidada, la decoración es sencilla, las dudas me surgen de inmediato, me interesa saber que pasó después de que se marchara de Utah.
—Gracias por dejarnos conocerla— le dice mi madre emocionada
—Ahora vuelvo— dice ella y se marcha por un pasillo.
Camino ansioso por la pequeña sala, debo controlarme o la dejaré caer.
—¡Hola!— imita Anika la voz infantil de mí hija, la cual sostiene entre sus brazos, tiene una cobija rosa, las emociones que despertó el saber que soy papá, se triplican al ver a la pequeña preciosidad, no puedo controlar las lágrimas que salen de mis ojos
—¡Dios!— me madre es la primera en acercarse —hola mí niña— se le salen las lágrimas —soy Miranda tu abuela— Anika le permite que la cargue, mi padre se acerca emocionado a contemplar a su nieta.
Nikole y Dániel no contienen la alegría y dicen cuántas palabras bellas se les ocurren.
Cuando tengo el valor suficiente me acerco a mí hija, mi madre la coloca en mis brazos, me siento como gelatina y temo dejarla caer, es muy pequeñita aún, no puedo dejar de contemplarla es tan bella y dulce, beso su frente y es como tocar la gloria, su aroma infantil me saca más lágrimas.
— Es tarde porque ya me hice ilusiones contigo y mi hija, los tres siendo una familia feliz— confieso —por favor confía en mí— le pido.
— No puedo confiar en ti Nikolas entiende— se agita —que pasará si pasa algo similar— me dice —no vas a confiar en mí, me dirás todo el vómito verbal que me afectará— respira —quizás antes soportaría el dolor por mí, pero mi hija no se merece algo cómo eso— no quiero perder las esperanzas pero sus palabras me lanzan al abismo.
— Te amo con mi vida, y voy a recuperarte porque fui un imbécil que no te valoró cómo debía— le digo muy seguro —pondré todo mi empeño en ello, no me daré por vencido porque tú y mí hija son mí felicidad, me aferrare a los momentos buenos que hemos vivido y a nuestra hija y sé que recuperaré tu cariño— le digo y tomo sus oreja entre mis dedos como antes, ella no me aparta —te prometo que no me daré por vencido— me digo y la veo a los ojos, me muero por besarla pero debo ser prudente, no quiero molestarla más.
La dejo en la sala y voy a la habitación de mí hija, tomo la medalla que compré para ella, tiene un dije de una hoja bañada en oro, tiene la inicial de su nombre dentro, la cuelgo de la cuna y beso la frente de mí bebé —te amo con mi vida chiquita.
Al salir Anika está sentada en el sofá, —volveremos mañana— le digo y no me dice nada —adiós mí amor— le beso la mejilla cuando veo que está desprevenida y siento que se estremece, ella aún reacciona a mí cercanía tengo esperanza.
Al llegar al hotel mi madre me espera en mí habitación —¿Cómo te fue?—me pregunta intrigada, dejo el gabán colgado del perchero y me siento frente a ella.
— Anika está renuente a volver conmigo— confieso.
—Debes darle tiempo hijo— me aconseja —sé que se amaron mucho y puede que tenga secuelas de ese amor, pero ella no es igual que antes, es más madura y centrada.
— Si— sonrió amargamente —me será difícil reconquistarla.
— La amas ¿cierto?
—Obviamente que si mamá, nunca he dejado de hacerlo.
—¿Quieres formar una familia con ella y la pequeña Alia?
— Es lo que más deseo ahora mamá.
— Pues trabaja con tu autocontrol, perdiste los estribos y se te salió todo de las manos, ahora puedes perder a la mujer que amas para siempre— un miedo se instala en mí —debes tomar terapia, ser el padre que Alia se merece y brindarle la seguridad que Anika necesita— comprendo perfectamente lo que me dice y es lo que quiero hacer.
—Gracias mamá— le digo y la abrazo.
— Me gustaría que puedan lograr estar juntos, pero— la miro a los ojos a la espera —Arthur es un hombre increíble, no sé qué tipo de relación tengan pero es una lazo muy fuerte, lo puedo percibir— los celos no me abandonan —promete que no te alteras si Anika decide formar una vida con él— me pide, y el sólo hecho de pensar algo cómo eso, ya me altera y desequilibra.
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