My Last Sigh romance Capítulo 12

Llegamos a mi casa y casi me caigo al entrar, estoy muy cansada. Estoy muerta, no tan literal.

—Tu cama está a unos pasos más, floja —dice Isaac y yo cierro los ojos.

Estoy muy cansada para responder a eso.

—Al parecer se durmió —escucho decir a Hazel.

Quiero decirle que no, pero me siento muy cansada.

—Carlos, llévala a su cuarto —dice mi madre.

Escucho pasos y siento que alguien me toma en brazos; sé que es mi papá, me acomodo en sus brazos. Él empieza a caminar conmigo cargada. A los minutos siento mi suave colchón, también siento que me quita los zapatos y me tapa con la sábana.

—Buenas noches, cariño, descansa —siento como besa mi cabeza.

Escucho la puerta cerrarse.

Antes él hacía esto más seguido, más bien cuando estaba pequeña; él es como mi héroe, lo amo un montón, aunque me haya espantado algunos chicos cuando era más joven. Sonrío con los ojos cerrados antes de quedar completamente inconsciente.

***

Escucho la alarma sonar y la apago con fastidio, me siento muy cansada y con mucho dolor de cabeza, soy incapaz de abrir los ojos. Me quedo unos minutos o tal vez horas así intentando abrir los ojos, pero duele, es como si la luz me quemara e hiciera que mi cabeza duela más. También tengo un poco de frío.

Escucho que abren la puerta.

—Claire, se te hace tarde para ir a la universidad, ya Isaac se fue y eso es mucho decir —escucho la voz de mi hermana.

Al parecer hoy entra más tarde de lo común.

—Me siento mal —susurro aún con los ojos cerrados, en verdad soy incapaz de abrirlos.

—A ver —toca mi frente y siento su mano muy fría—. Estás algo caliente, hermana, ¿Qué es lo que sientes? —se pude notar la preocupación en su tono de voz.

—Me duele la cabeza horrible, si abro los ojos el dolor se intensifica, te lo juro. Además, no sé cómo puedo estar caliente si tengo algo de frío, me siento muy mareada —intento abrir los ojos nuevamente, las punzadas se hacen mas fuerte pero esta vez tengo éxito.

Todo se ve borroso.

—Llamaré a mamá —avisa.

Sé que está asustada al verme así y con lo delicado de mi estado de salud, es peor el asunto. Logro sentarme en la cama y tomo su mano.

—No quiero preocuparla, seguro ya se me pasará —digo.

Me siento mareada, como si flotara.

—No es lo correcto, Claire —la miro, aunque sigo viendo todo borroso y ella me ve con total preocupación.

—Mira, ya estoy bien —tengo que mentir y me pongo de pie de un salto.

Mala decisión. Todo mi cuerpo vibra y caigo al suelo.

—¡Claire! —grita Hazel y se pone a mí lado, el pánico que siente es palpable —. ¡Mamá, ven rápido!

Estoy haciendo movimientos involuntarios con mi cuerpo, hasta siento líquido salir de mi boca. Mi hermana sostiene mi cabeza con sus manos.

—Oh, Dios mío— escucho decir a mi mamá.

¿En qué momento llegó?

Mi cuerpo se detiene abruptamente, al mismo tiempo que todo se vuelve completamente negro.

***

Un sonido muy fastidioso, pero reconocible hace que me despierte. Mi cabeza palpita, no aguanto el dolor. Esta vez sí logro abrir los ojos poco a poco, al enfocar mejor todo se vuelve nítido y logro ver a mi mamá y a Hazel sentadas en un sillón a un lado de la camilla en la que estoy acostada Reconozco este lugar, ya he estado aquí antes.

—Dios mío, al fin despiertas —dice Hazel acercándose.

En sus ojos puedo distinguir un alivio instantáneo, parpadeo un poco cansada.

—¿Qué pasó? —esas palabras salen con dificultad de mi boca y pausadas.

—Tuviste una convulsión, cariño, voy por el doctor —dice mamá y acaricia mi mano, para después salir de la habitación rápidamente.

Es la segunda vez que esto me sucede.

—Oye, me asustaste mucho —dice Hazel mientras acaricia mi mejilla.

—Deberías estar trabajando —digo pausado y cierro los ojos.

La luz me molesta y me cuesta hablar. Mi boca está seca y todo mi cuerpo duele.

—Tú eres mucho más importante, pequeña —hace rato no me llamaba así.

Escucho la puerta abrirse y entra mi madre junto a mi Alejandro, comienza a revisarme.

—Podrías darme algo para el dolor de cabeza, no lo soporto —digo en un hilo de voz.

—Ya te vamos a inyectar el analgésico a la dextrosa, estábamos esperando a que despertaras —informa y yo asiento.

—¿Por qué la convulsión? —pregunta mi mamá mirando al doctor.

—La última vez que tuvo una fue antes que decidiéramos lo de la quimioterapia. Eso fue lo que me incitó a hacérsela, una convulsión es algo grave, significa que el tumor sigue creciendo —dice y derramo una lágrima —. Al parecer el tratamiento con pastillas no funciona mucho. Tenía esperanzas de que lo hiciera, pero no lo hizo. Tendremos que recurrir a otro más fuerte, menos doloroso que la quimioterapia, pero parecido.

Se me parte el corazón, comienzo a llorar.

No quiero volver a pasar por algo parecido a las quimioterapias, no ahora que alguien nuevo ha entrado en mi vida.

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