My Last Sigh romance Capítulo 21

Me despierto gracias a la sensación de besos por todo mi rostro y trato de abrir los ojos, pero me duele la cabeza.

—Cariño, despierta. Debes volver a casa —me acomodo mejor en la cama.

—No quiero —respondo adormilada y él ríe.

—Entonces llama para avisar, dormilona —besa mi hombro.

Abro los ojos y me entrega mi celular. Me acomodo en la cama tapando mi cuerpo desnudo, y le mando un mensaje a Marina para que sepa que diré que me quedo en su casa. Marco el número de Hazel.

Veo que Ezequiel se levanta de la cama y sale del cuarto.

—Bueno —responde.

—Hola, Hazel, llamo para avisarles que me quedaré en casa de Marina hoy —le informo.

—¿No será que el trabajo te dejó muy cansada, hermanita? —escucho decir a Isaac de fondo y me sonrojo.

—Cállate, ricitos —respondo y Hazel se ríe.

—Le diré a mamá, llegas temprano mañana. Ya sabes… por lo del tratamiento.

—Vale, cuídense —digo y corto la llamada.

Pongo la alarma a las 6:00 a.m. para no llegar tarde a mi casa. La cita con Alejandro es a las 9:00 a.m. y tengo que ir en ayunas. Pongo el celular en la mesa de noche de Eze y lo veo regresar con dos platos de frutas. Él está solo en bóxer.

—Que rico —digo y me entrega uno de los platos.

Se sienta a mi lado.

—Como tú —dice mientras me guiña el ojo y yo como siempre siento calor en mi rostro.

Comemos entre risas y después nos dormimos en la posición de cucharita.

***

Escucho la alarma de mi celular y la apago, Ezequiel se mueve. Beso su mejilla y parece tener el sueño pesado, porque no se inmuta, sonrío y me pongo de pie. Voy a su baño y me doy una ducha. Me pongo la ropa que traje ayer y salgo para despertar a Eze. Al segundo intento, despierta.

— ¿Ya te vas? ¿por qué tan temprano? —me pregunta haciendo puchero.

—Sí. Tengo que salir ahora con mi mamá —le informo y no es del todo mentira.

—Claire Walker, consultorio 15, Área de oncología—suena en los altavoces.

Abro los ojos y con mi mamá vamos al consultorio. Ella me espera afuera en unas sillas y yo entro.

—Hola, Alejandro —lo saludo y beso su mejilla, él me sonríe.

—Te veo más animada —me dice.

—Lo normal. Comencemos, que me muero de hambre —asiente y me siento en una silla que es similar a la de los masajes.

Él se acerca con una bolsa como las de solución salina, pero en realidad ese no es su contenido. La cuelga en el atril y luego con una manguerita me lo pone en las venas del brazo introduciéndolo con una aguja. Mantengo el brazo estirado. Tengo que esperar que el líquido acabe. Al menos es menos fuerte que la quimioterapia y no se me ha caído el cabello.

—¿Cómo te has sentido? —pregunta con una carpeta y un bolígrafo en sus manos.

—Mejor, ya no son tan constantes los síntomas, al parecer esto si funciona —respondo algo embobada.

—Me alegro mucho —me dice con una sonrisa, yo asiento y cierro los ojos.

Escucho su voz a lo lejos pero no presto atención. Me quedo así hasta caer inconsciente.

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