Esa mirada de Felipe ya la había visto antes. Así me miraba a mí cuando éramos niños, al parecer le llama la atención mi cuñada… interesante. Sonrío para mis adentros. Carraspeo y el sonrojo de Nora es más notable, pero lo oculta muy bien.
—Felipe —alzo una ceja y él parpadea.
—Ohm, yo venía solo a saludar y a dejar a la loca esta con ustedes —se rasca la nuca y es empujado por detrás.
Miro a Nora y está aguantando la risa.
—Loco tu amiguito —le responde Marina saliendo desde atrás de su hermano.
Felipe la fusila con la mirada y Nora estalla en carcajadas, al igual que yo.
—Mas respeto, Marina. Me retiro —dice mi amigo despidiéndose apenado por lo que dijo su hermana y sale algo sonrojado.
—Nora, ella es Marina, mi mejor amiga —la presento en cuanto Felipe sale de la habitación y ella sonríe.
—Un gusto, Marina, soy Nora, la cuñada de Claire —se presenta mi cuñada.
Mi amiga se sienta del otro lado de la cama, al lado mío. Nora está frente a mí, en el borde de la cama.
—Lo sé, te vi en la fiesta del cumpleaños de Claire —responde Marina.
Yo trato de sonreír, pero me sigo sintiendo muy mal. Maldito tumor que no me deja en paz nunca.
— ¿Te sientes bien? —me pregunta Nora—, estás muy pálida —cierro los ojos.
— Claire, ¿me escuchas? —pregunta Marina y trato de hablar, pero el dolor de cabeza no me ayuda mucho.
Siento que me va a estallar la cabeza en cualquier momento.
—¿Llamo a alguien? —pregunta Nora con nerviosismo y yo niego con la cabeza.
— Es... Estoy... Bi-en —tartamudeo.
Gracias a las punzadas en mi cabeza me cuesta hablar.
—Voy a llamar a tu mamá —avisa Marina, como puedo tomo su mano y abro los ojos.
— Ya... se me va... a pasar.
—Tengo que llamarla, tiene que saber de todo lo que te pase —miro a Nora y nos mira confundida.
—¿De qué hablan? ¿qué tienes? ¿por qué sangra tu nariz? —siento el líquido salir por esta y toco la zona.
¿Por qué ahora?
—Voy por tu mamá —dice Marina y sale del cuarto.
Abro los ojos y veo a Marina a mi lado acariciando mi corto cabello.
—¿Qué pasó? —pregunto atontada.
—Tuviste una crisis, pero ya todo está bien, amiga. Tu mamá llamó a Alejandro y él le dijo que era normal. Son efectos secundarios del tratamiento —me cuenta y asiento.
—Muy normal —sonrío sarcástica y ella me mira triste.
—Claire... —la interrumpo.
—A ver, Marina, nada de esto es normal y lo peor es que Nora me vio así y ya no le puedo ocultar nada. Si le dice a Ezequiel me muero —derramo una lágrima.
—¿Por qué no le dices? ¿Qué te lo impide? —cuestiona.
—No se lo digo por miedo a que me deje. Su padre murió de cáncer y él prácticamente le huye a esa enfermedad o a sentir afecto por alguien que la tenga. No quiere pasar por lo mismo —lloro y Marina hace una mueca.
—No creo que te deje, Claire. Se nota que te quiere mucho —trata de tranquilizarme —. Créeme, es peor que le ocultes tu enfermedad, me dijiste que no tolera el engaño, la mentira y que le oculten cosas. Tarde o temprano se va a enterar y va a ser peor —lloro más, porque tiene razón.
— No me digas algo que ya sé, Marina. Pero tengo miedo, no quiero que me deje y en ambos casos, lo haría. Me equivoqué por no contárselo y ahora no sé cómo resolverlo —ella me abraza y lloro en su hombro.
No sé qué hacer, estoy en serios problemas.
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