My Last Sigh romance Capítulo 27

Nora me mira escéptica e ida, con lágrimas acumuladas en los ojos. Una lágrima baja por su mejilla y la limpia rápidamente. Podría jurar que se acordó de su padre.

—¿Cómo? —logra decir y suspiro con dolor y pesadez.

—Lo descubrieron cuando tenía 17 años. En ese entonces me dijeron que era muy probable que el tumor desapareciera con quimioterapias por casi dos años. Pero hace unos meses... —hago una pausa y mis ojos se humedecen, ella toma mi mano —Alejando, mi doctor, me dijo que esos casi dos años de quimioterapia no sirvieron, el tumor sigue creciendo y se alojó en una parte inoperable de mi cerebro. Ahora estoy en un tratamiento parecido a la quimioterapia, pero menos intenso, es básicamente para que el tumor deje de crecer. Por eso me viste así ese día —las lágrimas se pasean por mi rostro—. Si ese tratamiento no llega a funcionar, voy a tener que vivir cada día como si fuera el último, con la incertidumbre de saber cuándo será mi último suspiro —mi voz se quiebra y ella me abraza, acaricia mi espada y yo lloro.

—Claire, lo siento. ¿Estuviste un año sin quimioterapias? —pregunta separándose y yo asiento.

—Sí, todo iba bien y pues necesitaba descansar de la quimio. Además, quería que mi cabello creciera y con tratamientos lo hizo. En conclusión, duré un año sin quimio y creo que eso fue lo que me afectó tanto —ella asiente.

—¿Mi hermano lo sabe? —pregunta y yo niego.

—No, se lo iba a decir. Pero él me dijo que su padre murió de cáncer y él prácticamente le huye a eso y a encariñarse con alguna persona que lo tenga. No quiere pasar por lo mismo nuevamente — ella asiente triste.

—Él ya me había dicho eso unos días después de la muerte de papá y lo dijo con mucho dolor — mis ojos se vuelven a llenar de lágrimas.

—Por eso no le digo nada. No puedo permitir que me deje, yo lo amo —ella agarra mis manos y me mira a los ojos seriamente.

—Él nunca se alejaría de ti. Mi hermano te adora, jamás lo había visto tan clavado por alguien. Pero debes estar consciente de que se lo estás ocultando y mi hermano odia eso, puede que cuando se entere reaccione de la peor manera. Conozco a mi hermano y ha roto amistades por esa situación —me dice y solo hace que lloré aún más.

—No me digas eso.

—Sólo te estoy siendo sincera y te digo la verdad, es mejor que se lo digas a que se lo ocultes —yo agacho la cabeza y sigo llorando.

Ella me abraza.

—Gracias por el consejo, Nora. Por favor no le digas nada de esto a tu hermano —le suplico y ella asiente.

— De nada, Claire, ya te tomé mucho cariño y descuida, por mí, mi hermano no se entera —promete y yo sonrío. Nos quedamos abrazadas.

Escuchamos pasos acercarse y seco mis lágrimas separándome de Nora. Vemos a mi hermano que viene con un plato de frutas.

—¿Por qué lloras, Violet? No me gusta verte así —pone el plato en una mesita cerca y me abraza.

—No estoy llorando —miento y me mira mal.

—Ajá, y los pedos que la gente se tira huelen a flores —dice rodando los ojos y Nora y yo reímos

—Eso me gusta más. Verte sonreír —me dice y yo le sonrío con cariño.

—Te quiero mucho, ricitos —sonríe y besa mi cabeza.

—Y yo a ti, Violet. Les traje fruta. Llevan bastante acá afuera, creí que tenían hambre —Nora toma el plato y come un pedazo de mango.

—No sentimos el tiempo, la verdad —responde Nora.

—Bueno, levanten esos culos de la hamaca y vámonos, nos están esperando —nos grita Marina tan sutil como siempre—. Estuviste llorando, luego me cuentas —me dice, entrecierra sus ojos y yo asiento.

—¿A dónde vamos? —pregunta Nora.

— A la playa, quieren ver el amanecer —le cuenta mi amiga y Nora rueda los ojos, mi hermano agarra a Marina de la cintura y besa su cabeza.

—Eso es muy romántico —la halaga mi hermano y ella le sonríe con cariño.

Esos dos se quieren de verdad.

—Se demoran mucho —llega Felipe y toma a Nora como un costal de papas.

—¡Bájame idiota! —se queja mi cuñada, pero Felipe no hace caso.

Nos ponemos en pie y comenzamos a caminar.

—Me gusta esta vista —la provoca en broma —Auch —Nora pellizca su trasero y Felipe la azota.

—No vuelvas a pegarme en el trasero o te juro que te haré tragarte tu propio pene después de cortarlo —el rosto de Felipe da mucha risa.

—No harías eso, Norita, te quedarías sin hijos —dice Felipe.

—Pruébame —lo reta, pero no niega lo de los hijos.

—Cuando quieras, nena —escucho la risa de mi hermano y cuñada, yo también me rio.

La cara de Nora está completamente roja. Ese par son caso perdido.

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