My Last Sigh romance Capítulo 3

—Se supone que la quimioterapia lo reduciría, no entiendo —digo.

Siento que mi corazón está latiendo más rápido de lo normal.

—Esa era la intensión, Claire, pero la quimioterapia no logró desaparecerlo por completo y es casi imposible hacer una operación a estas alturas —nos informa Alejandro.

—¿Por qué? —mi mamá interviene.

—El tumor está alojado en una parte muy delicada del cerebro, una operación sería de alto riesgo y es muy poco probable que sobreviva, y en el caso de sobrevivir podría traerte secuelas graves —explica completamente serio.

—¿Entonces qué? ¿Me voy a morir? —pregunto en un hilo de voz.

¿Por qué me tenía que pasar esto a mí?

—Por ahora te vamos a mantener en tratamiento, va a ser menos doloroso que la quimioterapia —informa.

—¿Tendré que cortarme el cabello otra vez? —pregunto.

—No, no será necesario mientras todo marche bien —me responde con una sonrisa triste.

Bien, punto a favor.

—¿Y si el tratamiento no funciona? —pregunto.

Nada más de imaginarlo se me forma un nudo en la garganta que no me permite respirar correctamente.

—Claire —regaña mi mamá.

—¿Qué? —respondo a la defensiva y la miro.

—No hay que ser pesimistas, hija —toca mi mano, pero yo la rechazo.

—¿Cómo quieres que no lo sea? Ya no aguanto, he tratado de tomarme todo lo de mi enfermedad de buena manera, pero ya me estoy desesperando; nada funciona, que sé yo si después de hacer todo esto me vaya a morir y todo este sufrimiento sea en vano —digo con la voz rota.

Un nudo se forma en mi garganta y retengo las lágrimas que amenazan con salir. Mi mamá derrama una lágrima.

—No seas tan dura, Claire... —me pongo de pie.

—Sea sincero y dígame cuanto me queda de vida, sin rodeos —enfrento a Alejandro.

Tanto mi madre como yo quedamos atentas a las palabras que van a salir de su boca.

El doctor nos mira con pesar.

—Menos de dos años —esa frase resuena en mi cabeza.

El mundo se me cae encima nuevamente y mi mamá rompe en llanto, yo retengo las lágrimas.

—Pero el tratamiento que tomarás ahora puede alargarte la vida —comenta Alejandro con la esperanza de que todo continuará.

Ignorándolo tomo mis cosas y salgo del consultorio con lágrimas en los ojos.

—¡Claire! —escucho gritar a mi mamá detrás, pero no hago caso y salgo del hospital.

Marco un número.

—Xavier, te necesito... —expreso al escuchar el sonido que indica que alguien ha atendido la llamada.

Dejo de hablar al escuchar gemidos y pequeños grititos al otro lado de la línea. Derramo una lágrima.

—Claire, déjame explicarte... —trata de remendar la situación.

—Terminamos —lo interrumpo y cuelgo el teléfono.

Siento un leve dolor de cabeza y derramo más lágrimas. Alguien me abraza por la espalda y me dejo abrazar, por su aroma sé que es mi mamá.

—Todo va a estar bien, cariño, todo va a estar bien. Vamos a salir adelante, no estás sola —acaricia mi cabello con suavidad y a los pocos minutos todo se vuelve negro.

Despierto y estoy en un auto.

Siempre me pasa lo mismo cuando lloro o cuando estoy muy cansada, desde que descubrieron mi tumor, me quedo dormida en segundos como si me hubieran pegado en la cabeza con un bate.

—¿A dónde vamos? —pregunto mareada, viendo a mi madre a mi lado.

—A casa —responde mi mamá.

—Tengo clases hoy, mamá, dile al señor que se desvíe —ella suspira y le dice al conductor que me lleve a la universidad.

Llegaré como a la quinta hora, pero no importa. Llegamos y me despido de mi mamá.

Me bajo y a lo lejos veo a Marina y a mi hermano hablando en una banca. Me les acerco.

—¿Qué tal, tortolos? —pregunto y me siento en la banca.

—¿Lloraste? —pregunta Isaac preocupado y yo niego.

—Lloraste —afirma Marina y yo ruedo los ojos.

A ellos no les puedo mentir, me conocen demasiado bien. A lo lejos veo venir a Xavier, me pongo de pie y a la defensiva.

—Claire, escúchame —dice y me agarra el brazo, me suelto bruscamente.

—Ya escuché lo que tenía que escuchar —le respondo, él suspira.

—No, no me has escuchado, tú siempre fuiste una apuesta para mí, ¿sabes? Eres tan ingenua, menos mal que todo se acabó —lo interrumpo con una cachetada.

¿Cómo se atreve a decir eso?

—No seas tan mentiroso, Xavier, yo sé muy bien cuando mientes, acepta que me engañaste, ¿qué ganas con mentir? —lo fulmino con la mirada y él me mira con fuego en los ojos.

—Dañarte… No sabes cuánto deseo que te mueras rápido y dejes de dar lástima —dice con el odio bailando en sus palabras y mi dolor de cabeza aumenta.

Lo empujo.

—¿Qué te hice? —le pregunto dolida.

—Me dejaste de lado —me responde, lo miro incrédula.

—¿Solo por eso me deseas esto? —le pregunto furiosa.

No importa cuanto odies a una persona, la muerte es algo demasiado extremo.

—Solo quiero que te mueras y que sufras, me metí contigo con un propósito y aunque no era lo que esperaba de todos modos logré lo que quería y te deseo lo peor —me mira fijamente mientras dice cada una de esas palabras.

Prácticamente me había olvidado de que estaba en presencia de mi hermano hasta que este le pega un puñetazo.

A mí ni siquiera me importa, las lágrimas bajan por mis mejillas y lo único que alcance a hacer es correr al baño y entrar a un cubículo. Expulso todo lo que había comido en la mañana, entre tanto vómito alcanzo a ver sangre y bajo la perilla del inodoro.

Comienzo a llorar.

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