My Last Sigh romance Capítulo 43

Llegamos a un hangar y Ezequiel estaciona cerca de este, le da las llaves del auto e indicaciones a un señor, que asiente y se sube, una vez que ya estoy fuera del auto.

Miro a Ezequiel con una ceja alzada.

—¿Ya me puede decir a donde vamos, señor Harrison? —pregunto.

Me acerco a él y lo beso, niega con la cabeza.

—No sea curiosa, señora Harrison, ya le dije que es una sorpresa —responde.

Me separo de él y ruedo los ojos.

—Usted es de lo peor, sabe que no me gustan las sorpresas —lo acuso, se encoje de hombros y comienza a caminar riendo.

Lo sigo con el ceño fruncido. Habla con un señor, mientras yo lo espero. Me indica que suba al avión y me ponga cómoda hasta que él llegue. Seremos los únicos en el avión, más bien es un jet privado. Me siento y a los pocos minutos llega Ezequiel con una sonrisa en su rostro, al ver la expresión en el mío, se ríe.

—No pongas esa cara, Claire, no te voy a secuestrar —me guiña un ojo y yo sonrío.

—Estás muy chistoso, Ezequiel —vuelve a reír y esta vez lo hago con él.

Me lleva a una especie de cama y comienza a besarme. Lo detengo al sentir que el avión comienza despegar. Se vuelve a reír de mí.

—Parece que me he convertido en tu payasita —me cruzo de brazos.

—No sea amargada y disfrute, señora Harrison —este hombre me va a volver loca.

***

Llegamos a Montecarlo hace 5 minutos, el vuelo duró un poco más de 16 horas y estoy muy cansada. Según mi esposo no nos quedaremos aquí.

—Ezequiel, si no me dices ahora mismo a donde mierda vamos te juro que cancelo todo y me regreso a mi casa —le digo.

Me mira divertido y besa mis labios castamente.

—Sorpresa —me susurra al oído y lo fulmino con la mirada. Doy media vuelta dispuesta a irme —. Oye, no seas amargada, ven acá —me agarra por la cintura.

—¿¡Amargada!? Estuve dieciséis horas en un puñetero avión sin saber a donde carajos iba a aterrizar y ahora el hombre que es mi esposo no me dice a donde vamos —refunfuño, él se ríe y me enojo más.

Comienzo a caminar.

—No te vayas —pide, le golpeo el brazo y hace una mueca de dolor, pero vuelve a reír.

Me lleva a un restaurante cerca y pido mi comida, es mucha en comparación con la de él. Y vuelve a burlarse de mí.

—Parece que me convertí en tu payaso —le digo entre molesta y divertida a la vez.

—No es así, cariño, no me burlo de ti, sino de lo que haces —se burla nuevamente, lo miro incrédula.

—Es lo mismo y ya déjame comer tranquila —lo regaño y él asiente.

Luego de que desayunamos volvemos al lugar donde aterrizó el avión. Ezequiel insiste en vendarme los ojos y no me queda de otra que aceptar. No caminamos mucho. Me quita la venda y hay un puerto frente a mí con un barco enorme.

—Viajaremos por el mediterráneo en un crucero, esa es mi sorpresa —miro el barco y sonrío.

Lo beso. Esto es como un sueño para mí, jamás pensé que en mi luna de miel estaría recorriendo el mediterráneo.

—Me encanta, no me gustan las sorpresas, pero siempre le atinas a lo que me gusta. Te amo —lo vuelvo a besar.

—Me encanta que te encante gruñoncita. Te amo mucho más —ruedo los ojos y él se ríe, rio con él.

Definitivamente amo a este hombre y todo lo que hace por mí me encanta. No sé qué sería de mí si no lo hubiera conocido en ese bar aquel día. Fuimos muy afortunados porque el destino nos juntó.

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