My Last Sigh romance Capítulo 44

Miro el barco y es enorme, al estilo Titanic. Espero que no nos pase lo mismo, esa película me dejó con un pequeño trauma. Al subirnos, un señor nos recibe y pregunto.

—¿En este barco hay suficientes botes salvavidas?, si no los hay no me subo — Ezequiel me mira divertido y el señor sonríe.

—Sí, señorita, tenemos suficientes botes —responde y asiento suspirando aliviada.

Entramos y Ezequiel me frena.

—¿Y esa pregunta? —yo lo miro incrédula.

—Debo cuidar de mis hijos. No me puedo montar en un barco sin botes salvavidas, viste lo que paso en el Titanic —le contesto y Ezequiel se ríe—. No te rías.

—No va a pasar nada aquí, Claire, no seas paranoica, cariño —trata de tranquilizarme y yo lo miro mal.

—Es instinto de mamá leona, debo proteger a mis crías que aún no nacen — vuelve a reír y me hierve que lo haga— Y vuelve con la risita —lo regaño, deja de reír.

Me atrae a su cuerpo y besa mi frente, para luego abrazarme.

—Eres única, cariño —dice y sonrío.

En sus brazos me siento en paz, nuestros cuerpos encajan a la perfección. Podría quedarme abrazada a él todo el día sin ningún inconveniente.

Una señora va pasando a nuestro lado y llama nuestra atención.

—Hacen muy bonita pareja, se nota que se aman —nosotros sonreímos.

—Y no sabe cuánto —Ezequiel besa mi mejilla.

Nos vamos al pequeño cuarto que nos asignaron y lo primero que hago es ir al baño para tomar una ducha. Al salir, me pongo un vestido de maternidad muy lindo que me regaló Marina, con un sombrero marrón y unas sandalias del mismo color. Ezequiel me mira y silva.

—Pero que bien te sienta el embarazo —me halaga y yo asiento.

—Me gusta mucho estarlo y saber que traeré vida a este mundo —me sonríe con ternura.

—Esos bebés tendrán a la mejor mamá, de eso no tengo duda —yo sonrío y los bebés se mueven.

—Mami los ama mis niños —digo mientras acaricio mi vientre y se mueven de nuevo.

Es una de las mejores sensaciones que he sentido a lo largo de mi vida. Siento el flash de una cámara y levanto la mirada, encuentro a Ezequiel con una cámara mirándome sonriente.

—Papi también los ama, los voy a consentir mucho —yo niego con la cabeza.

—No te lo permitiría, es malo consentir mucho a los niños, luego se vuelven rebeldes —le informo y Ezequiel ríe.

Salimos del cuarto y vamos al restaurante, se me antojaron unas fresas y masmelos, con Nutella. Ezequiel no quiere que lo coma porque es mucho dulce, pero yo sí quiero.

—Ya dije que no, Claire, te puede hacer daño —me regaña.

Me cruzo de brazos y hago puchero.

—Que no me va a hacer daño, caray. Yo quiero comer eso —pongo carita de perro atropellado.

—No me pongas esa cara, ya dije que no —repite y yo frunzo el ceño.

—Será tu culpa si tus hijos salen con cara de fresa, masmelos y Nutella —le digo y él ríe—. Ezequiel, por favor —hago amague de llorar.

—Está bien, te conseguiré los benditos dulces —sonrío victoriosa.

—Eres un amor —le lanzo un beso y él me mira divertido—. Que me lo lleven a la alberca, allí estaré contemplando las vistas —le guiño el ojo y su rostro se descompone.

—¿Qué vistas? — pregunta y yo me rio.

—El paisaje, los cuerpos de los chicos, no lo sé. Todo lo que se cruce por mi campo de visión —el frunce el ceño—. Relaja el rostro, te vas a poner viejo. Me llevas las fresas, ¡no demores! —le grito.

Algunas personas miran la escena divertidas y yo me rio por dentro. Él se queda mirándome con indignación. Esta es mi hora de vengarme por todo lo que se burló de mí, será divertido.

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