Ya llevamos dos meses en el barco y han sido geniales, a excepción de los fastidiosos síntomas que nunca me dejan tranquila. Ya tengo siete meses y unos días, estoy muy feliz. Por suerte aquí en el barco había una ginecóloga que está tratando mi embarazo mientras estoy aquí, se tuvo que poner en contacto con la doctora Mendoza. Nuestros bebes no quieren mostrar sexo, parece que serán sorpresa. Ezequiel también buscó un médico por si algo se presentaba y lo pusimos al tanto sobre mi condición. Al igual que Alejandro, dijo que era un milagro que estuviera embarazada.
Estos últimos dos días me he sentido muy pesada y con dolor en la espalda. Creo que subí de peso o algo así, mi anillo de matrimonio ya no me entra en los dedos. Los dolores de cabeza tampoco me dejan tranquila. No he dicho nada porque no lo siento tan potente.
Ezequiel llega a mi lado. Me abraza por la espalda y besa mi mejilla.
—Que lástima que hoy debemos volver, me encantó el crucero —digo y me volteo.
—A mí me encantó pasar todo este tiempo con mi esposa y nuestros hijos. No sé qué hubiera hecho si tú no me hubieras perdonado, fui un idiota al comportarme así contigo y hacerte creer lo que no es —yo suspiro.
—Te perdoné porque te amo, y yo también tuve algo de culpa por ocultarte lo que me pasaba, pero tú formaste un drama, mi amor —le digo y él sonríe—. Y sí, fuiste un idiota, más que eso. Pero a pesar de todo, te amo demasiado, y si no te hubiera perdonado estaría arrepintiéndome siempre — Ezequiel me besa.
—No cabe duda que eres la mejor. Me alegro mucho de que hayas llegado a mi vida —me dice.
Sonrío y lo vuelvo a besar. Yo también estoy muy agradecida con la vida por estar al lado de un hombre como él.
***
Nos bajamos del avión y tomamos un taxi para ir a la casa de Ezequiel o eso creo. Veo que el taxi se desvía y lo miro curiosa.
—¿Se puede saber a donde vamos? —me mira con diversión y ya sé por donde va esto— No me dirás, ¿verdad?
—Sorpresa —me dice haciendo un gesto con las manos mientras sonríe y yo ruedo los ojos.
—Te gusta molestarme con eso de las sorpresas —me cruzo de brazos.
—No me gusta. Me encanta —se burla. Lo miro mal y besa mi mejilla—. Te ves muy sexy enojada —lo miro con advertencia y se ríe.
El conductor nos mira con diversión.
—Te amo.
—Está divina la casa, pero no debiste, pudimos estar muy bien los cuatro en tu casa —él niega.
—Ese departamento es muy pequeño para los cuatro. Esta casa es justamente lo que necesitamos — sonrío y lo vuelvo a besar.
—Te amo —confieso, él se ríe y frunzo el ceño—. ¿Qué te causa gracia? —sigue riendo.
—Hace poco dijiste que no me amabas —ruedo los ojos y sonrío, él deja de reír
—Yo te amo mucho más —me dice y yo lo abrazo.
—Yo te amo de aquí a la luna, por 400, más 590 por 5000 —me burlo y él se ríe de mi ocurrencia.
No pude haber conocido a alguien mejor. Nunca me arrepentiré de haberme casado con Ezequiel. Desde que llegó a mi vida todo es una aventura y sorpresas. Gracias a él, voy a cumplir la mayoría de mis deseos. Conocí el amor, seré mamá y tendré mi propia familia. Como antes lo dije Ezequiel es el mejor hombre del que me he enamorado.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: My Last Sigh