My Last Sigh romance Capítulo 50

Abro los ojos y me encuentro con una enfermera que me está poniendo algo en la dextrosa. Estoy en un hospital, tengo intravenosa, un aparato en mi dedo y unos cables que conectan los latidos de mi corazón a una máquina, también tengo otros cables donde se ve mi presión arterial. Me quito la máscara de oxígeno.

—No haga eso, por favor —me pide la enfermera.

—¿Qué me pasa? Quiero ver a mi marido —digo y ella vuelve a colocarme el oxígeno.

Sale de la habitación. A los segundos entra Ezequiel con Alejando. Mi esposo al verme corre hacia mí y me besa la frente, para después tomar mi mano y sonreír con tristeza. Se nota que ha estado llorando. Vuelvo a quitarme la máscara de oxígeno.

—¿Por qué estoy aquí? —le pregunto a Alejando.

—Presentas síntomas de pre-eclampsia Claire, si entre hoy y mañana no se regula tu presión arterial tendremos que inducir el parto. Todo se complicó, estás muy mal de salud, y eso puede afectar a tus bebés, por eso debemos inducirte el parto lo antes posible. Y lo más seguro es que te realicemos cesárea —me informa y yo derramo una lágrima.

—Haz todo lo posible por que mis hijos estén bien. Lo más importante para mí son ellos, pero me gustaría intentarlo por parto natural —él asiente con seriedad.

—Por ahora intentaremos bajarte la presión, mantente calmada, por favor. Con permiso —sale de la habitación y me deja con Ezequiel.

Yo derramo una lagrima.

—No llores, todo va a salir bien, pronto vamos a tener a nuestros hijos y los vamos a cuidar, juntos —yo sonrío triste.

—Quiero que nunca olvides que te amo, eres el amor de mi vida, Ezequiel. No sabes cuánto agradezco haberte conocido —le digo, él derrama una lágrima.

—No hagas eso —me pide y yo lo miro confundida.

—¿Hacer qué? —pregunto.

—Eso, no te despidas, todo va a salir bien —trata de tranquilizarme y yo suspiro.

Acaricio su mano.

—Minerva tiene un vídeo, quiero que si algo me llega a pasar guardes ese vídeo y se lo muestres a los niños cuando cumplan quince años, por favor —niega con la cabeza y besa mi mano.

—No va a ser necesario, nada te va a pasar —derrama otra lágrima.

Mi corazón se parte en dos al verlo llorar.

Seguimos hablando y luego ellos se van, el único que se queda es Ezequiel. Le hago espacio y se acuesta conmigo.

—Te amo —le digo y beso su barbilla.

—Yo te amo más —lo miro y me sonríe.

—Yo te amo mucho más, cariño —él sonríe con amor.

—Yo te amo muchísimo más, de aquí a la luna dos vueltas —besa mi cabeza.

—Ya me convenciste —le digo y se ríe.

—¿Siempre juntos? — pregunta y yo sonrío.

Trato de no romperme y a pesar de mis ganas de llorar, respondo:

—Siempre juntos —afirmo y cierro los ojos.

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