My Last Sigh romance Capítulo 9

Hoy es lunes y tengo clases en la universidad.

Me levanto de la cama y como ya es costumbre, con dolor de cabeza que me tiene boba. Voy directo al baño y hago mis necesidades. Al salir, me pongo ropa interior, un jean negro, una blusa blanca que tiene el signo de amor y paz en color morado y mis preciadas vans blancas. Dejo mi cabello suelto para que se seque, tomo mi mochila, el celular y bajo a desayunar. Aunque ya tengo poco tiempo.

—Hola y adiós —digo besando la mejilla de Hazel y la de mi madre.

Parece que Isaac aún no ha bajado y se le hace tarde; allá él.

—¿No vas a desayunar? —pregunta mi madre y yo niego tomándome la pastilla del tratamiento.

Sí, es a base de una pastilla diaria y una inyección cada quince días. Mucho mejor que la quimioterapia, espero que por lo menos sea efectivo.

—Por lo menos aquí no, ya voy tarde —respondo y me encamino a la puerta.

—Comes algo, Claire, no puedes saltearte las comidas, recuerda que estás en tratamiento, cariño —me dice preocupada.

—Lo sé, mamá, nos vemos luego —cierro la puerta.

Camino a la parada de buses y espero el que me lleva a la universidad. Mientras conecto los auriculares a mi celular, veo un mensaje de Ezequiel.

Ezequiel 6:05 a. m.

Buenos días, chica de ojos violetas, ¿Cómo amaneciste?

Yo 6:30 a. m.

Muy bien, Ezequiel, y ¿tú?

Llega el bus y me subo. 25 minutos después, ya estoy en la universidad. Camino hasta estar adentro y entre tanta gente diviso a Marina, voy hacia ella.

Por suerte no llegué tan tarde como había previsto.

—Hello bitch —digo al estar a su lado.

—¿Qué hay, perra? —responde y reímos.

—Todo bien, ayer Ezequiel me mandó un mensaje —digo, ella me mira con una ceja alzada—. Sí, y hoy almorzaremos juntos —pega un pequeño grito y yo me rio.

—¡Yo sabía! —dice y mueve sus cejas de arriba hacia abajo haciendo que aumente el sonido de mi risa.

—Hoy almorzaré en tu casa, por si mi mamá te llama o algo —ella asiente.

—Como ordene mi capitana —dice y nos dirigimos a nuestro salón.

Tenemos clase de fotografía, lastimosamente allí tenemos que entregar un proyecto antes de vacaciones, igual que en la clase de pintura, y yo todavía no tengo idea de que haré. El profesor entra y comienza a hablar sobre el proyecto.

—Buenos días, alumnos. Como ya saben, tienen plazo de entregar el proyecto dentro de tres semanas, a partir de hoy —lo miro mal, es muy poco tiempo para mí—Es un plazo considerable, puesto que ese día salen de vacaciones, les regalo algunos minutos para que puedan pensar acerca de su elección —dice y se sienta en su silla.

Suena mi celular, un mensaje.

Ezequiel 7:05 a. m.

Muy bien, preciosa, ¿me pasas la dirección de la universidad?

Le mando la dirección y a los pocos minutos responde.

Ezequiel 7:10 a. m.

Vale, preciosa, nos vemos a la una.

Leer el mensaje me hace sonreír.

—Señorita Walker, este tiempo se los di para que se pongan a pensar y a planear el proyecto, no para estar enviándose mensajes, me hace el favor y guarda ese aparato —dice el profesor y escucho la risa de Marina—. Señorita Esquivel, no le encuentro lo gracioso a la situación —regaña a Marina y ahora soy yo la que ríe por dentro.

* * *

Las clases terminaron, el profesor de pintura también nos recordó sobre el proyecto, es para el mismo día que el de fotografía. Los demás profesores no dejaron nada, siguen en la teoría.

Ahora me encuentro en la puerta de la universidad esperando a Ezequiel.

—Que te vaya bien en tu cita, amiga —se despide Marina y me guiña un ojo, yo le sonrío asintiendo.

Sigo mirando a la carretera y veo un Porsche gris estacionarse. Del auto sale un hombre, con cabello corto, castaño rojizo, con unas gafas de sol y vestuario un poco formal. Me quedo embobada viéndolo; me saluda con la mano y me dirijo hacia él.

—Preciosa —saluda y besa mi mejilla.

—Hola —digo mirando el auto, él me mira con atención.

—Sube —abre la puerta del copiloto y le hago caso, luego se sube él.

Muy caballeroso.

—¿A dónde vamos? —pregunto ansiosa una vez que estamos en movimiento.

— Sorpresa —responde sonriendo de medio lado, haciéndose el misterioso, yo suspiro.

Admito que las sopesas no son de mi agrado, pero también admito que las que están bien preparadas pueden llegar a ser tiernas y emocionantes.

Ay, Ezequiel, empezamos regular.

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