Él corazón de la castaña se estremeció al ver la mano de Jean tendida hacia ella, era el momento de cerrar el trato… el detalle estaba en que, ¿realmente lo haría? Volvió la mirada hacia ese par de ojos azules que brillaban ansiosos y expectantes.
Con miedo y nerviosismo Zoé tomo la decisión más alocada de su vida…
-Es un trato. Le tiende la mano.
Este sonríe con malicia en la mirada, en medio del apretón de manos Jean hala a Zoé hacia él. El choque de ambos le permite al rubio besarla en los labios mientas la envolvía entre sus brazos. Pero aquel beso no duro mucho, ya que ella a los segundos se estaba separando.
-¿Qué crees que estás haciendo?
-Así sellaremos nuestros pactos de ahora en adelante. Le sonríe.
-¡Idiota!
-Muy bien, ya que hemos finiquitado todo. Desde luego sabrás que no iras más a trabajar.
-Me parece bien, ¿pero qué hay de Maya?
-Si gusta puede vivir aquí, es tu mejor amiga. No la echare a la calle. ¡No soy un bastardo!
-Gracias. ¿Otra cosa?
-Tienes que conocer a mi padre, para que me deje en paz…
-Está bien, espero que se crea el teatro.
-Si haces bien tu trabajo, no tiene por qué enterarse de nada. Otra cosa, iremos para que te compres ropa. La que quieras, necesitas estar mejor vestida.
-Como quieras.
-Saldremos hoy, así que ve alistarte.
-¿Cuándo será la boda?
-Dentro de un mes… estoy seguro que a mi padre le agradara la noticia. Se ríe como pensando en algo.
[…]
-¡¿Qué tu qué?!
-Shh… haz silencio Maya, no grites que esos dos están allí afuera.
-Zoé, pero si lo que me has dicho no es algo así como que ¡oh sí, me voy a comprar una casa nueva! Le responde con ironía. –Te piensas casar con ese millonario solo por apariencia, todo será una farsa.
-Si. Pero al menos saldré de ese maldito bar de stripper y no pasare trabajo. O bueno, no pasaremos. La castaña le sonríe.
-¿De qué hablas?
- Tú vivirás conmigo, no te dejare sola. Y tampoco regresaras a ese bar.
-¿De qué vamos a vivir? ¿Cuánto durara ese matrimonio?
-Eso no lo sé, pero mientras dure haremos lo que sea para reunir dinero. El día que nos toque irnos de este lugar tendremos como hacerlo sin depender de un tío.
-Ese tío debe estar planeando algo, ¿le dijiste que eras virgen?
-¡No! Me crees idiota… no sabe nada, además nosotros no vamos a intimar. Estará incluido en el contrato.
-Amiga, sí que estas castigando a ese sujeto. La morena niega. –Eso no se le hace a un hombre.
-Bueno, de mí no va a obtener nada. Que se lo haga a otras tías.
-¿Vas a dejar que folle con otras?
-Si. Le dijo poniéndose un vestido. –Con alguien debe desahogarse.
Su amiga se ríe a carcajadas cuando la oye hablar sandeces, es que para Maya era muy difícil de creer que su amiga no sedearía a los mandatos seductores de ese francés. Era más que imposible que una mujer le fuera indiferente. Y no creía que ella iba a permitir que ese semental se acostara con otra.
-Como digas, pero a mí no me engañas.
-No digas nada, ve a cambiarte. No podré ir de compras a solas con ese hombre.
-Te recuerdo que ese hombre será tu esposo dentro de un mes.
Zoé miro su reflejo en el enorme espejo del closet. Se iba a casar con Jean, sin amarlo, ni el de ella… siempre pensó que encontraría el verdadero amor algún día, un buen hombre que se enamorara de ella.
Pero le toco lo que le toco… los príncipes azules no existían. Y si existían, pues ella había llegado tarde para el reparto.
Jean y Adrien, llevaron a las muchachas a un hermoso lugar elegante donde Zoé cambiaría todo su guarda ropa. Las amigas al entrar al lugar parecían no querer dar dos pasos más.
-¿Qué pasan chicas? Les dice Adrien.
-¿Aquí vamos a comprar?
- Es la mejor tienda de toda Francia.
-No creo que… dice Zoé.
-Compraremos aquí. Ve a elegir ropa. Toda la que escojas estará bien, aquí venden lo mejor de lo mejor.
-Pero… ella voltea para verlo.
-Serás mi esposa, vestirás lo mejor. Le suelta un tanto arrogante. Ella le enojaba cuando le hablaba en ese tono.
Jean Pierre camina hacia ella con una sonrisa perversa en los labios, ella se había sonrojado. Eso le gustaba, quería decir que más tarde que temprano la tendría en la cama.
El francés al llegar a unos centímetros de ella, aspiro su aroma… olía a rosas, ahora era mucho más hermosa que antes.
-Estoy seguro que buscaras con que entretenerte. Este toma un mechón del cabello suelto de ella.
Zoé se estremeció ante el tacto de Jean, a veces solía ser amable y otras veces tan idiota… el chico se inclinó dejando un casto beso en los labios de la castaña dejándola un tanto confundida. Seguido de eso, se marchó.
-¡Puto! Siempre buscando la manera de aprovecharse de mí. Refuta enojada mientras se tocaba los labios.
Los hermanos Dubois abandonan el edificio minutos después, podían tener a las chicas en casa pero debían cumplir con su trabajo. En cuanto llegaron a la oficina principal, los hermanos entran en el despacho de su padre. Uno que el viejo había dejado de usar.
Pero que aun seguía visitando con frecuencia… y no era sorpresa para los hermanos ver a Antonie sentado en su sillón, como todo el don que era.
-Toda la mañana, y ustedes nada que aparecen. ¿Acaso crees que no tienen responsabilidades? Si lo que desean es que yo los saque del negocio solo tienen que pedirlo.
-Siempre con tus amenazas. No comprendes que estas viejo, y que somos tus únicos hijos.
-Hijos mal agradecidos que aún no me dan un nieto. Le contesta con reproche a Jean.
-Bueno padre, te tengo noticias. Ya tengo una novia.
La expresión de Antonie cambio de inmediato… se puso en pie caminando hacia su hijo mayor. Amusgo los ojos para poder escudriñar en su alma. Típico del viejo. Era un demonio.
-Quiero conocerla. Demanda el viejo.
-Lo harás. ¡Muy pronto!
-Esta noche. Vuelve a exigir.
-No. Sentencia Jean con el ceño fruncido.
-Si. Llévala a casa, esta noche Jean Pierre. Y no quiero escuchar más del tema.
Su padre decía mientras caminaba hacia la puerta, a paso lento. Jean ni se tomó la molestia en voltearse a despedirlo. Siempre se tenía que hacer lo que él quería. Y todo por una maldita herencia que ya comenzaba a fastidiarle.
-¡Trabajen! ¡Trabajen! Dejen de hacer del vago. Le dijo el viejo Dubois antes de salir por la puerta.
-Es insoportable. Dice en voz alta Jean, yendo hasta la silla detrás del escritorio.
-¿Qué piensas hacer? ¿La llevaras?
-Lo haré, si quiere conocerla la conocerá.
Solo contaba con que Zoé hiciera muy bien su papel de prometida abnegada.
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