Ni tan Señora (COMPLETO) romance Capítulo 29

Jean conduce una mano hasta el sexo de Zoé, la chica da un respingo al sentir que invadían los pliegues de su vagina.

-¡Jean! No, detente. Pero sus palabras sonaron a gemidos que una petición.

-No, preciosa. Me pienso comer tu coño.

Y dicha esas últimas palabras, el rubio rápidamente llego hasta la zona v de su cuerpo. Abrió las piernas de Zoé atacando directamente su vagina. Oyéndola gemir con más fuerza mientras arqueaba más su cuerpo en dirección a la boca de Jean.

-¡Ahhhh! Por dios, si paras te juro que te ahorco. Le grito aferrándose a la almohada.

El francés se comía su coño con afán, aferrándose a las nalgas de está dejando la visible marca roja de sus manos. Jean sintió como el cuerpo de su esposa se tensaba, sus piernas se abrieron aún más.

Su respiración se hizo más rápida, seguido de eso la castaña arqueo su cuerpo junto con un pequeño grito que dio justo cuando se corría en la boca de su esposo. La lengua de Jean saboreaba a plenitud los labios internos de su vagina, los sonidos que producía eran tan vulgares y eróticos que lo ponía más duro de lo que ya estaba.

Al ver que Zoé no convulsionaba ni se retorcía más el rubio se separó de ella dejando un beso sonoro en su vagina. Dejando un reguero de besos sobre su abdomen hasta el valle de sus senos, llego a su boca.

Zoe al sentir la lengua de su esposo dentro de la suya, pudo apreciar su propio sabor… lo que le causó un gran estremecimiento en el vientre, ¿Por qué ansiaba a ese hombre dentro de ella? Quería que Jean Dubois fuera el primero en su vida. Pero porque razón su lado cuerdo le decía que no cayera en las redes de ese francés.

Los besos de Jean fueron envolviéndola como en un capullo, mientras que él se acomodaba entre sus piernas con bastante lentitud. Ella sentía como si estuviera tanteando la zona, como yéndose despacio para no ser rechazado por ella.

Descendió hasta su cuello, frotando la dureza de su sexo contra la piel expuesta de lo que era la flor de su vagina.

-¡Ah! ¡Dios! Detente. Pidió ella acercando más el cuerpo del rubio.

-No es lo que quiere tu cuerpo, déjame hacerte el amor. Déjame estar dentro de ti.

-Es que no…

-Vamos Zoé, permíteme. Deseo estar dentro de ti.

-Jean… no… no… no puedo.

La castaña lo aparto, para salir corriendo hasta el baño… dejando a Jean tendido boca arriba sobre la cama. El rubio se llegó a preguntar que carajos estaba haciendo mal para que ella lo rechazara tantas veces, ¿Por qué no quería llegar a esa parte?

¿De verdad la habían violado? Tenía que ser la razón por la cual ella no lo dejaba terminar… era frustrante, no sabía cuánto más esperaría por ella… por primera vez en su vida había pasado tantos días sin follarse a una mujer.

Pero el francés solo la quería a ella… a ninguna otra más.

[…]

Por la mañana Maya abandonaba la habitación que le habían asignado, llevando su maleta en la mano. Ya que Zoé y Jean no estaban en casa, le pidió a Adrien que la llevara de vuelta al apartamento.

El rubio se la encontró a mitad de las escaleras, dedicándole una sonrisa radiante. Ya que la noche anterior la habían pasado juntos.

-¿Lista?

-Si. Responde.

Ambos se fueron de la casa, y al llegar al edificio… en vez de pulsar el botón del piso de Jean, Adrien presiono su propio piso.

-¿A dónde vamos? Esta le pregunta.

-A mi apartamento. Te quedaras conmigo.

-¿Por qué?

-No querrás interrumpir a los novios, se acaban de casar.

-Pero…

-No se digas más.

Dijo cuándo la puerta del ascensor se abrió… la pareja entro en la residencia del rubio, dejando a Maya muy sorprendida. La casa del chico era igual de lujosa que la de su hermano.

-Espero te sientas cómoda aquí.

-Está muy bonita tu casa.

-¡Gracias! Este le sonríe.

Maya da unos pasos mirando hacia todos lados, cuando siente los fuertes brazos del rubio enrollarse sobre su abdomen. Acuno su rostro sobre el hueco de su cuello, respirando profundo la esencia de su piel.

-Estoy loco por hacerte mía.

-Adrien…

-Pienso hacerte el amor todo este fin de semana.

-¡Oh, dios! Gime cuando siente como el rubio bajaba su mano hasta su sexo. –Acabamos de llegar.

-¿Quién eres tú? ¿Por qué estás aquí?

-Disculpe, es que estoy buscando a la familia Madison.

-Están al sur. Responde poniéndose al lado de su esposa, y enfocando al sujeto con mirada asesina.

-Lo siento mucho, he perdido el sentido de la orientación. Gracias y disculpe.

El chico un poco apenado toma el camino que le indico Jean, adentrándose al bosque un tanto oscuro.

Zoe pilla al joven para luego ser tomada del brazo con fuerza por su esposo… la chica no comprendió nada, solo podía ver esos ojos azules mirarla como si quisieran asesinarla. Pero bueno, ¿de qué se perdió?

-¿Qué carajos haces aquí afuera?

-¿Qué te pasa? Estaba aburrida allí dentro y desee salir un rato, ¿Cuál es el problema?

-El problema es ese que acaba de pasar, viene un desconocido y tú estás aquí afuera como si nada. ¿Estás loca? Reclama furioso.

-Me estas lastimando, ¡suéltame!

-No.

Este la hala hacia el interior de la cabaña, cerrando la puerta de un azote… allí fue que la soltó de mala gana.

-Te has vuelto loco, ese muchacho no me hizo nada. Solo estaba perdido.

-Pudo haberte hecho algo más, ¿acaso no piensas las cosas? Que carajos te costaba quedarte aquí dentro.

-¡QUE ME VAS A DECIR TU, PEDAZO DE IDIOTA! Le grita ofuscada. –Te vas sin decirme una palabra, dejándome sola en este lugar, sin nada que hacer. ¡Idiota egoísta!

Este aprieta la mandíbula muerto de la rabia, la verdad es que no se había molesto tanto porque ella estuviera afuera. Le molesto más el hecho de que estuviera sola con otro hombre. Y sospecho que aquellos sentimientos eran celos, el mismo no se lo podía negar era muy posesivo y más con esa mujer.

-No quiero que vuelvas a salir sola, ¿eso te queda claro Zoe Dubois?

La chica puso los labios en una fina línea al escuchar su nombre en conjunto con el apellido de él,… saliendo de los labios de Jean parecía como si toda ella le perteneciera. Era demasiado posesivo, no se había dado cuenta de lo mucho que era.

-No me des ordenes, aquí no tengo que fingir ser tu esposa. Aquí tú y yo no somos nada. Suelta la castaña con palabras serias y firmes.

Aquellas palabras fueron como una jarra con agua fría sobre el francés… ¿nada? Una voz en su cabeza repitió… ¿nada? Volvió a preguntarse. El musculo de su mandíbula se tensó, y la vena de su frente se hizo más intensa.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Ni tan Señora (COMPLETO)