—¿Quién dijo que yo iba a tener sentimientos por ti? Te lo dije desde un principio, esto solo es un matrimonio bajo contrato. No pienso enamorarme de ti, ni mucho menos amarte. Además, no te mereces un amor como el que yo estoy dispuesta a dar algún día.
Jean Pierre frunció el ceño visiblemente por aquellas frías palabras… apretó la mandíbula, no le gustaba que ella le dijera aquellas palabras. Dios dos paso hacia ella, pero se detuvo ¿Qué vas hacer Jean? Le dijo una voz interior. Ni el mismo sabía que responder, solo tenía ganas de lanzarse en esa cama y sacarle toda la ropa a esa mujer. Hacerle el amor hasta que le suplicara que parara.
—¿A quién le vas a entregar tu amor? Estas casada conmigo. Se cruza de brazos.
—¡Pero no por siempre!
—¿Qué quieres decir con eso? Vuelve a dar dos pasos más hacia la cama.
—Que yo querré hacer mi vida jean, en algunos años. Cuando ya tengas la herencia de tu padre, yo ya no te hare falta. Y en ese momento me iré hacer mi vida, con alguien que si me ame de verdad.
El corazón de Jean latía con intensidad… porque sabía que ella tenía razón en eso, pero porque no lo aprobaba. ¿Darle su amor a otro hombre?
—¿Eso quieres?
—Si. Yo no pienso enamorarme de un playboy que solo quiere pasar su vida follando una mujer diferente cada noche. Lo siento. Pero eso no pasara.
La castaña se pone en pie, toma su bata para dirigirse al baño. Pasa a un lado de su esposo pero este la toma del brazo.
—¿Piensas involucrarte con otro hombre? Ella lo mira fijamente.
—Si. Se suelta de su agarre para entrar en el baño encerrándose en él.
Enojado, el francés toma la corbata y su saco para salir de la habitación… aquel día no iba a ser el mejor de todos.
Maya salía del ascensor en compañía de Adrien, cuando ambos se toparon con la presencia de Jean quien parecía no tener una buena mañana.
—Hermano, ¿listo? Pregunta Adrien sonriente.
—¡Vámonos!
La morena salió a toda marcha y el francés entro apretando de una vez el botón sin siquiera dejar que la pareja se despidiera. La chica se encogió de hombros encaminándose hasta el apartamento de Jean.
—Zoe, he llegado. Grita, cuando a los segundos su amiga sale.
—Hasta que por fin llegas.
—¿Qué le has hecho a tu esposo? Ha salido con cara de perro.
—La verdad.
—¿Qué verdad?
—Que no lo amo, que no pienso enamorarme de su persona…
—¿En serio? Esta abre los ojos como platos. —Ya entiendo porque el mal humor.
—No me importa, el comenzó. Y yo termine por él.
—Realmente parecen una pareja de recién casados. Esta se ríe.
—No lo somos. Y nunca lo seremos, él fue claro conmigo. No piensa enamorarse de mí, así que yo tampoco tengo porque.
—¿y qué hay del sexo?
—Me dijo que no me tocaría más…
—Pues… supongo que es una victoria para ti.
—¡Lo es! Esta sonríe.
Subiendo hasta la oficina, Adrien no le dirige ni una palabra a su hermano… para que, si lo cortaban y no echaba sangre. En cuanto los hermanos llegaron hasta la oficina una visita inesperada los esperaba.
Jean no parecía nada contento ahora, mejor dicho estaba peor que antes con la presencia de Adelaine. Este siguió hasta su silla dedicándole una mirada seria a la rubia.
—¡Yo me voy! Dice Adrien.
—Quédate. Ordena Jean. –Tenemos trabajo que hacer, además Adelaine se ira rápido.
—No lo creo, debemos hablar.
—¿Sobre qué?
—Estoy embarazada. Suelta de la nada. –Y es tuyo.
El rubio solo frunce el ceño ante aquella noticia… si su día estaba siendo una porquería, ahora era el fin del mundo.
—¿De qué rayos estás hablando?
—Me hice la prueba, y estoy esperando un hijo tuyo.
—Imposible.
—Posible, desde aquella noche. Me quede en cinta.
Este se pica el puente de la nariz, recordando esa equivocada noche… pero vagamente se acordó que se había venido afuera de ella. ¿Cómo era posible?
—Es imposible Adelaine, yo no acabe dentro de ti.
—¿es imperioso que hablemos de esto delante de tu hermano?
—A mí no me importa, en lo más minino. La chica se pone en pie furiosa.
—Más vale que te hagas responsable de este bebe Jean.
—Pero Jean parece muy apegado a ella.
—El hará lo que yo diga, si quiere mi herencia lo hará. Ya queda de tu parte enamorarlo, ya no puedo hacer más por ti.
La chica mira con tristeza al viejo, la rubia sabía que si Jean se casaba con ella no sería por voluntad propia. ¿Quería eso?
—Todo saldrá bien. Sonríe el viejo.
—¿Cómo lo sabe?
—Porque mande a investigar a esa chica, no me daba buena espina así que lo hice. Y he descubierto algo muy sorprendente.
—¿Qué cosa?
—Ella es una stripper. Mi hijo la saco de un bar de mala muerte, y estoy seguro que ha hecho un trato con ella solo para reclamar mi herencia.
—¡Es una stripper! Grito la rubia poniendo en pie.
—Así es… pero eso se terminara pronto.
Adelaine ardía de la rabia. Él no la elegido a ella, una mujer respetada con buena posición social, si no que escogió a una asquerosa stripper con aires de señora. La aplastaría, se dijo a sí misma. Y lo haría ese mismo día.
Esa tarde, Zoé y su amiga regresaron al apartamento después de haber tenido un día horrible con la búsqueda de una universidad para que ambas se pudieran estudiar. Pero entrando en el apartamento, la puerta del ascensor de abre. Dejando salir de este a la rubia metiche. Zoe, la mira frunciendo el ceño. Preguntándose qué estaba haciendo esa mujer en su casa.
—¿Y tú que estás haciendo aquí?
—Solo vine a ver que no dañaras o te robaras algo de mi futura casa.
—¡¿Tu qué?!
—Como lo oyes, pronto seré la dueña de esta casa. Y tú solo serás un recuerdo para mi Jean.
—Oye tía, tú sí que estás loca. Le dice maya poniéndose delante de su amiga.
—¿Loca yo? Aquí las únicas locas y mujerzuelas son ustedes dos. Par de arpías, mira que venir a meterse en los pantalones de los Dubois. Pero bueno. Esta se ríe. —Que se puede esperar de unas stripper. La rubia las mira de abajo hacia arriba.
Las chicas se miran a la cara y luego vuelven la mirada hacia la arpía ante ellas dos…
—Ahora sí que se te soltó un tornillo. Le dice Zoé.
—Estoy en mis cabales mujerzuela barata… Jean te saco de un bar, eres una vulgar puta. No entiendo cómo fue te convirtió en su esposa. Pero descuida eso cambiara muy pronto.
—Pues fíjate que eso no pasara, porque no pienso dejarlo.
—¡Claro que lo harás! Porque yo tengo algo muy valioso de Jean. Le dice la rubia frotando su vientre.
Zoe al ver aquel gesto, siente un leve mareo que recorre todo su cuerpo su mundo había dado un giro inesperado… luego sintió un sudor frio que fue desde sus pies hasta la columna. Maya, la sujeto del brazo al verla flaquear, mientras la rubia se ríe de ambas.
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