El agua tibia caía libremente por todo el cuerpo de Zoe, en esos momentos pensaba que al menos le había ganado una a ese francés. Esperaba que con eso se lo quitara de encima. Aunque todo su ser anhelaba que el la tomara, esa parte de la cordura le decía que no debía hacerlo.
Mientras que la castaña permanecía debajo de la lluvia de agua, una figura masculina caminaba completamente desnudo con pasos felinos hacia el baño. Jean admiraba la figura de su esposa a través del cristal de la ducha. Provocándole más ganas de follarsela.
Corrió la puerta de cristal dándole un susto de muerte a su esposa, quien se cubrió sus partes íntimas. O bueno, lo intento.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Intento ahorrar agua, nos ducharemos juntos.
—Como si no pudieras pagar el agua. Le dice con reproche.
—La verdad es que quiero bañarme contigo, preciosa.
—No, largo.
Pero el ignoro sus quejas cuando noto sus mejillas rosadas… no sabía si achacárselo al vapor o a que en realidad estaba ansiosa porque él estuviera allí.
Envolvió el cuerpo desnudo y resbaladizo de Zoé con sus manos, dejando que el agua también mojara su musculoso cuerpo. El agua que caía de la cara de Jean salpicaba el rostro de Zoé.
—Te deseo, y eso para ti no es un secreto.
—Jean, no… por dios. Jadeo.
A lo que el tomo eso como una invitación… ya que junto sus mojados labios con los de su esposa. Fue dulce, frio y cálido a la vez. No sabía porque, pero le gustaba mucho besarla. Ella llevo sus brazos por detrás de su cuello.
En cuanto el beso se profundizo Jean giro el cuerpo de su mujer contra la pared… ataco su cuello con besos profundos y sonoros. Besos que podrían dejar marcas, pero a ninguno de los dos les importo en esos momentos.
Jean separo las piernas de la castaña llevando una mano hasta su sexo, arrancándole un ronco gemido de la garganta de su esposa.
—Lo deseas, puedo sentirlo. Quieres que te penetre, que te haga mía. Dímelo.
—Jean, no me hagas esto,
—Dímelo. Demando con voz alta,
El chorro de agua aun caía sobre sus cuerpos, el rubio llevo el pene hasta la estrecha cavidad vaginal de su esposa. Posicionando la punta entre el medio de sus pliegues levemente hinchados.
—¡Joder! No, no, no… gemía la joven.
—Sí, porque eres mía. ¡Solo mía!
Dice para meterse dentro de ella…
—¡Maldición! Estas ardiendo. Se queja.
—¡Oh, sí! ¡Oh, sí! Gruñía el rubio sobre ella.
La penetraba rápidamente, mientras que el cuerpo de Zoe subía con cada penetración… la chica estaba de puntillas ya que la altura de su esposo era monumental.
—Despacio Jean, me duele. Ella se aferraba a la pared, sus senos estaban aplastados contra los azulejos.
El francés le estaba dando muy duro, ella solo sentía dolor hasta que una mano se acomodó en la pequeña protuberancia de su vagina. Lo frotaban tan despacio que sus piernas temblaban por la sensación que empezaba aglomerarse en la parte baja de su vientre.
Se iba a correr, justo esa posición se correría… y desde entonces supo que le encantaba que se la follaran así.
—No te reprimas preciosa, vamos córrete sobre mi pene. Lléname de ti. Le apremia el rubio.
—¡Oh, sí! ¡Ahhhh, siiiii! Grito cuando un líquido tibio bajaba por su vagina llenando el pene de Jean.
—Siiiii… bebé, que rico. Le dijo llegando dentro de ella al mismo tiempo.
El hombro de Zoé es besado, eran besos delicados y tiernos… pero ella no estaba para eso, después de tener ese orgasmo los remordimientos llegaron a ella como un torbellino. Tumbando todo a su paso.
Se sentía mal, ¿Cómo había vuelto a caer en las manos de ese francés? ¿Por qué carajos tenía que ser tan débil?
—¿Has tenido suficiente? Suelta tan seca como le fue posible.
—¡¿Qué?! Este se separa un poco de ella.
—¿Qué si ya estas satisfecho?
—¿De qué hablas?
—Obtuviste lo que quisiste de mí, ahora puedo darme un baño en paz.
—No. No necesitas hacer nada. Si necesitas transporte para que lleven algún lado, solo llámame y te enviare un chofer.
—Bien. Responde ella en la misma posición.
Pero podía escuchar los movimientos de su esposo, como abría el closet y sacaba cosas. Bueno ya era lunes, la chica asumió que volvería al trabajo.
—Iré a la oficina.
—¡Esta bien!
—Zoe… la llama.
—¿Qué pasa?
—Debemos hablar…
Aquellas palabras sonaron tan secas y fuertes que la chica sintió miedo… aunque no debía sentirse así, si no había hecho nada malo.
—¿Sobre qué?
—Nosotros.
Ella se sentó al fin encontrándose con Jean casi vestido, tenía sus pantalones de vestir puestos mientras abotonaba su camisa. Ella pensó que era tan sensual el muy maldito
—¿Qué hay con nosotros?
—Sé que no estaba estipulado que nosotros intimemos, pero paso. Quiero decirte que tratare de respetar tu decisión de que no te… no te toque. Al menos que tú lo consientas. Y bueno yo… espero que esto no confunda las cosas.
—¿Confundir qué? esta frunce el ceño.
—Que albergues sentimientos por mí. Créeme eso de mi parte no pasara, y tampoco quiero que pase de tu parte Zoé.
Bueno, que te echen encima un balde con agua fría no se compara con que te avienten un balde con agua fría y cubos de hielo. Básicamente le estaba diciendo, (ni se te ocurra enamorarte de mí) porque yo no pienso hacerlo de ti… ¡que mierda! Como podía ser tan maldito ese hombre. Y después de haberle entregado su virtud, le salía con esas mamadas pensó esta. Ha pero no le iba a dar el gusto.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Ni tan Señora (COMPLETO)