No más palabras romance Capítulo 109

Llegó primero que Paul a la cafetería, todo lo que ordeno es una botella de agua de la cual me encargo de quitarle la etiqueta mientras espero totalmente nerviosa por su llegada. Llevo una gorra y gafas de sol porque últimamente la prensa suele estar más sobre mí de lo que solía hacerlo, lo cual tiene absoluto sentido.

¿Cómo debo empezar la conversación? No estoy acostumbrada a ser esta mujer insegura, pero en mucho tiempo nunca una conversación se sintió tan importante para mí.

Hay un movimiento frente a mí y de inmediato alzo la vista. Contengo la respiración y la dejo salir lentamente encontrándome con la mirada de Paul. Mi estómago se revuelve y quisiera solo abrazarlo y prometerle que esto tiene alguna loca solución. Incluso tomar una prueba de la verdad mientras le cuento mi versión que suena tan poco creíble.

Me quito mis lentes para observarlo mejor. Lleva un gorro tejido cubriendo su cabello. Sus ojos son pequeñas rendijas debido a lo inflamados y cansados que lucen, tiene ojeras purpuras alrededor de ellos y está pálido.

Lleva más barba de la habitual y cuando llego a su mano sobre la mesa me incorporo con rapidez.

— ¿Qué sucedió?

Por largos segundos no me responde, solo me observa. Luego respira hondo y baja la vista a su mano, hace una mueca. Una de ellas tiene un yeso mientras la otra parece solo estar cubierta en el área del dorso con una venda.

—Enloquecí e hice cosas estúpidas—aclara su garganta porque su voz suena extremadamente ronca—. Ésta mano está bien—alza la vendada en el dorso, luego alza la del yeso—. Ésta es un veremos, obtuve una cirugía en ella, le hice serios daños, solo resta esperar cuando quiten esto para evaluar qué tal está mi movilidad y si necesito otra cirugía o terapia.

»O si solo es un caso perdido—se encoge de hombros— ¿Qué puedo decirte? Arruiné mi herramienta de trabajo porque me permití perder el control.

Estoy demasiado impresionada. No es cualquier cosa, es un daño grave.

Por cómo suena ni siquiera sabe si recuperará la movilidad de su mano y aunque lo dice a la ligera y seco, puedo vislumbrar la tristeza en sus ojos.

Paso las manos por mi rostro.

Esto es muy jodido.

—Yo...

—El daño de mi mano no es tu culpa, no fuiste tú quien comenzó a golpear todo sin pensar. No tienes que disculparte por ello—ve hacia un lado—. No debes.

— ¿Puedes por favor mirarme?

Creo que pasa todo un minuto en el que lo observo, veo su garganta tragar antes de que voltee a verme. La tristeza que veo en su mirada me hace estremecerme. Está sentado frente a mí a una corta distancia, pero aun así lo siento tan lejos que duele.

Hay cosas muy turbias, heridas viejas que han sido removidas. Quisiera decir que el pasado no me avergüenza, y quizá es así, pero no del todo.

Hay una pequeña parte de mí que baja la cabeza ante el recuerdo de aquellas decisiones que tomé cuando mi corazón se encontraba tan herido y mi amor propio no brillaba, estaba en ausencia.

Todo es tan confuso. En mi interior sé que Elisabeth no me haría daño adrede, pero en este momento mi vida es un caos, es casi igual de desastrosa que durante mi adolescencia. Todos quieren hablar de lo que me sucedió, todos creen saber por qué lo hice. Y ahora no soy solo Paul Coleman el escritor, ahora soy esa persona que estuvo internada tras dos intentos de suicidio. Todo fue expuesto de una manera tan detallada que fue perturbador presenciar esa parte de mi vida como un espectador más.

—Paul...—comienza ella tras lo que ha sido el silencio más largo—. Nunca te haría daño, debes creerme. Todo ha sido un desastre—pasa las manos por su rostro—. Yo no sabía de qué iba ese programa, todas esas veces que Kevin me felicitaba se trataba de eso, yo solo leía ese día y cuando me di cuenta ya era demasiado tarde.

»Yo no rompería tu confianza de esa manera. Ya no trabajo en el programa y he estado movilizándome para conseguir entender qué y cómo sucedió todo este horrible desastre.

—Cuando Rupert, mi agente, comenzó a movilizarse para demandar...Todo te señalaba a ti, todo te señala a ti. Cada declaración, cada pista, todo conduce a ti.

—Lo sé—toma un respiro como si hacerlo le pesara. Solo hay una mesa entre nosotros, pero se siente como si todo un mar nos separara—. Son mis correos, pero yo no los escribí. Ni siquiera sé qué correos fueron intercambiados. Sé que suena como una pobre excusa y no tengo pruebas para demostrarlo, pero estoy siendo sincera, de verdad. Estoy siendo honesta, Paul, por favor créeme.

Cierro mis ojos y tomo varias respiraciones. Mamá, uno de mis tíos, un par de primos y mi agente me advirtieron que tenía que pensar con la cabeza fría y analizar cuando Elisabeth se justificara. No creo que me lo dijeran como un acto de mala fe, solo intentan protegerme. Lo cual me lleva a creer que me ven indefenso.

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