Sé que debo analizar bien esto, no creer en palabras bonitas porque ya una vez me dejé llevar por ello y no me fue bien; pero cuando abro mis ojos y veo los de Elisabeth me es tan difícil no pensar en que es la misma mujer que pasó tantos momentos buenos conmigo, me escuchó y no juzgó. No se siente bien intentar no amarla, no se siente bien intentar despreciarla.
Simplemente no creer en ella me hace sentir incómodo y vacío.
—Algunos me advirtieron y dijeron que debía venir con un caparazón de acero para cuando intentaras explicarme y darme excusas que como un tonto atrapado aceptaría sin dudar. Elisabeth, lo que dices suena...Tan...
—Lo sé, suena improbable y como una excusa barata, pero yo estoy siendo honesta, Paul, lo prometo—sus ojos se humedecen y eso me hace estremecer— ¡Joder! No fui yo. No lo fui.
Tengo el impulso de pasar las manos por mi rostro, pero entonces recuerdo que una de ellas quizá ni siquiera vuelva a funcionar, recordar eso es como sentir un bloque de hielo aplastar mis sueños. No es que pueda culpar a alguien más de ello, yo mismo arruiné mi mano y es algo en lo que trato de no pensar mucho actualmente porque estoy aterrado de la posibilidad de nunca más tener dominio de ella.
—No sé qué sucedió. Solo sé que se sintió terrible verme de ese modo, lo loco es que quiero y deseo creer en ti, porque Elisabeth, eres una buena persona, lo sé. Todo lo que quiero es entender esto, necesito saberlo. Dímelo.
—Yo también lo necesito, pero no lo sé. Dame tiempo, te prometo que encontraré la respuesta a todo esto. Tiene que haber alguna explicación.
— ¿Me estás pidiendo que simplemente espere?
—Tiempo, Paul, es lo que necesito. Tiempo, por favor.
Mi vista queda en la botella de agua frente a ella. Tiempo. Supongo que Elisabeth se me adelantó un poco, porque estoy a instantes de decir unas palabras que me pesan, pero que conllevan a la decisión que tomé.
—Vamos a darnos un tiempo—sentencio.
—No es el tiempo al que me refería—susurra y trato de que esa declaración no me afecte.
—Es el tiempo que conseguimos—alzo mi barbilla—. Eres importante para mí, pero esto ha sido demasiado. Yo, simplemente yo...
—Honestamente esto me duele demasiado, Paul—presiona su índice y pulgar contra sus lagrimales, pero aún así una lágrima se le escapa y eso me estruja el corazón. Ella pudo verse envuelta en todo esto, pero aun así eso no quiere decir que desee hacerle algún daño. La amo, difícilmente quiero lastimarla—. No es el tipo de tiempo al que me refería. Paul yo te...
—No—alzo mi mano—. Detente. Necesitamos un tiempo, yo...Lo necesito. Ahora toda mi vida está de cabeza. Estoy asfixiándome, Elisabeth. Trato de pensar que todo está bien, que estaré bien, pero aún tengo esos pensamientos oscuros, sobre no sentirme bien y estoy luchando con ello, pero toma tanto de mí que justo ahora no tengo nada para dar.
No miento. Estos días han sido caóticos y terribles. Me repito una y otra vez que soy fuerte, que soy digno y me digo una y otra vez que me amo, sin embargo ha emergido de nuevo una parte de mí, esa diminuta parte de mí que aún se asusta ante la vida y que me recuerda aquellas decisiones pasadas.
Sé que no caeré de nuevo.
Me recuerdo cada día que mi vida es muy buena, que soy afortunado. Sin embargo siento que de nuevo estoy en una lucha con el pasado y toma todo de mí. Lucho contra el control de la ansiedad, el insomnio, preocupación de mi mano y mi futuro incierto.
Nos observamos fijamente durante unos largos segundos, tal vez se convierten en minutos y luego solo veo hacia otro lado. Debo irme, realmente tengo una cita con mi antiguo psicólogo porque me siento en medio de un pozo que está luchando para absorberme y no quiero dejarme arrastrar.
—Debo irme, Elisabeth.
—Yo no—sacude su cabeza y mira hacia el techo—. No tengo trabajo y tengo muchas cosas que resolver, me quedaré aquí.
Vacilo sobre dejarla porque alejarme es como comenzar a tomar trozos de mi corazón, pero realmente necesito tiempo para enderezar mis piezas, para asimilar esto y hacer control de daños. No solo los daños de imagen y publicidad, hablo de los daños internos que han sido removidos, y claro, el externo en lo que respecta a mi mano. No sé qué haré si simplemente pierdo la funcionalidad de ella.
Finalmente tomo las fuerzas que aún conservo y me pongo de pie, suspiro y tomo impulso para alejarme de la mujer que tiene mi corazón atrapado y enlazado con el suyo. En última instancia decido responderle:
—Si no creyera en ti, nunca hubiese venido. Hace unos años no me preocupé por conversar con Abby luego de todo, pero contigo todo lo que quise fue escucharte. No pienses que no creo en ti.
La veo soltar una respiración profunda, con pesar giro y comienzo alejarme.
Alejarse y dar la espalda a lo que se vio como un futuro prometedor nunca dolió tanto. En mi interior hay una extraña voz asegurándome que este es el final para nosotros dos. Maldita sea, eso duele.
En este momento siento una pesadez en el alma. Siento que mi luz se apaga de a poco y me dejo arrastrar por antiguos tormentos. Debo luchar contra esto. No puedo dejarme caer.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: No más palabras