—Ella no me destruye, todo esto tiene que tener alguna explicación.
Ella suspira y besa mi frente, hay tristeza en el gesto. Mamá está odiando la idea de que yo pueda llegar a asociar la idea del amor con sufrimiento, tomando en cuenta mis experiencias. La abrazo fuertemente enterrando mi cabeza en su cuello.
»No la juzguemos, por favor. Ella va a darme una explicación, ella no es una mala persona. Por favor, mamá, apóyame.
—Oh, mi Paul—se lamenta acariciando mi cabello mientras continúa abrazándome.
—Por favor, mamá. No me quites esa esperanza. Apóyame. Sé que te fallé cuando hice lo que hice hace tantos años, pero por favor, apóyame en esto.
No me doy cuenta de que estoy derramando lágrimas contra su cuello hasta que ella rompe a llorar abrazándome fuertemente, la única razón por la que parece que estamos en la misma altura es porque continúo sentado en uno de los altos taburetes del mesón. Ella solloza mientras yo no dejo de derramar lágrimas.
»Perdóname por lo que hice en el pasado mamá, pero no me des la espalda, por favor. Te necesito conmigo. Por favor, mamá. Perdóname por romper tu corazón, por favor.
—Pau, cariño, por favor detente. No tengo nada que perdonarte, bebé, está bien. Estamos bien.
La abrazo con tanta fuerzas que temo estar haciéndole daño, un sollozo escapa de mí, siento que estoy desmoronándome entre sus brazos.
—Estoy asustado, tengo miedo de mis pensamientos, tengo miedo de una parte de mí que sé que está en algún lugar siendo molestado por el pasado—lloro—. Temo tanto que el dolor me gane y me haga olvidar quién soy, lo mucho que valgo y lo orgulloso que estoy de mí.
»Temo un día no sentirme suficiente, despertar y volver a sentirme como un adolescente odiado incluso por sí mismo. Temo tanto, mamá, pero no temo de amar a Elisabeth, y no puedo no creer en ella. No puedo. Cree conmigo, mamá. Por favor, no me dejes solo.
—Nunca te dejaría solo, mi niño. Todo va a estar bien.
Nos abrazamos por tanto tiempo que ni siquiera puedo llevar la cuenta, me deja llorar abrazado a su cuerpo como cuando era un pequeño niño obeso que no entendía de dónde provenía tanta maldad. En algún momento comienza a tararear una canción que me relaja hasta solo convertir el llanto en una respiración temblorosa y pequeñas exhalaciones.
—Hola, tía y Pau.
No dejo de abrazar a mamá, pero Amber se acerca y revuelve mi cabello como a un chiquillo antes de permanecer de pie a mi lado, solo entonces caigo en cuenta de que está aquí al medio día de un día miércoles. Me incorporo y limpio el rastro de lágrimas de mi rostro.
— ¿Por qué no estás con Dante?
Amber mordisquea su labio mientras parece pensar con detenimiento lo que va a decirme, me pongo alerta de inmediato.
»Amber, respóndeme.
—Hubo un contratiempo, él está con sus hijos en este momento. No me necesitan ahora y no por los próximos días.
— ¿Están bien?
—Sí, supongo—se acerca y pasa su brazo alrededor de mis hombros— ¿Cómo estás tú?
—Voy a estar bien.
Sonríe y se acerca para susurrar en mi oído:
—Terminaste conmigo.
—Pero sabías que era como otras tantas veces en las que me enojaba, tú solo querías una excusa para correr a ella.
Tomo una profunda respiración y me estiro para tomar su mano, en cierta manera no puedo desmentir que cuando me terminó yo me sentí libre de cualquier sentimiento de culpa que podría haber adquirido de haber sido yo el que terminara nuestra relación. Cobarde, lo sé.
—Tienes razón y ese es el por qué no estábamos bien. Tú merecías más que mi gratitud y amor de amigos. Tú mereces un príncipe, alguien que te ame y solo tenga ojos para ti.
—Pero tú eres ese alguien.
—No puedo ser yo, Nicole. Lo siento. Me encantaría amarte de la manera en la que lo deseas, pero no puedo obligarme a hacerlo, no podemos forzarlo.
—Es culpa de esa mujer.
—No, me sentía así mucho antes de Elisabeth. Perdóname por haberte ilusionado, intenté lo nuestro, pero no éramos felices, lo sabes. Solo queríamos crear una rutina.
Sus labios tiemblan de manera incontrolable mientras grandes lágrimas comienzan a caer por su rostro. La atraigo procurando no lastimar mi mano.
La observo fijamente.
»Mereces más de lo que yo podía darte. Te quiero Nicole, pero no de la manera en la que quieres. No puedo darte mi corazón y tampoco puedo tomar el tuyo, y ahora te duele que te diga esto, pero más te dolerá si cedo a fingir unos sentimientos que no están, tendrás una felicidad ficticia y toda persona merece sentir, tener y vivir un amor real.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: No más palabras