Llamo al encargado de la institución y aunque parece un poco dudoso, dice que quizá un par de días ayudarán, pero que sin falta el sábado 10 es muy necesario ingresarla. Me comprometo hacerlo y no soy la única, por primera vez desde que mamá murió, toda la familia está de acuerdo.
----
—Kevin ha accedido a hablar contigo—casi dejo caer mi celular en cuanto Karla me dice esa grandiosa noticia.
— ¿Cómo...?
—El agente de Paul va a demandarlo, y le hice creer que vas a interceder por él siempre y cuando se reúnan.
—Chantaje.
—Era necesario.
—No estoy quejándome. Finalmente puedo ir en busca de otra pieza del rompecabezas.
Puedo tener todo este problema sucediendo en casa, pero nunca podría olvidar la manera en la que extraño a Paul, las constantes preguntas de querer saber cómo va la sanación en su mano, en su alma y corazón. No puedo evitar que mi corazón ansíe estar con el suyo.
» ¿Cuándo?
—Sábado.
— ¡Mierda! No estoy disponible hasta después del mediodía, debo ir a llevar a Elise.
— ¿Te parece en la tarde?
—Eso estaría bien y por favor, necesito que vayas conmigo.
—Está bien, Elisabeth. Yo me siento muy culpable sobre ello.
—Solo fuiste un peón más en este juego, no fue tu culpa, Karla.
Hablo otro poco más con ella y finalizo la llamada justo a tiempo para ver a Edgar comer de mi último intento de almuerzo. Su mueca de asco es tan obvia que casi río. Me ve de manera acusatoria.
— ¿Nunca aprendiste a cocinar realmente?
—Aún lo sigo intentando, nunca me rindo.
— ¡Jesús! No creí que pudieras hacerlo peor que antes, pero te has superado.
Sonrío mientras lo veo tomar un jugo e irse. Seguro es un poco como jugar a familia feliz, pero creo que en el fondo los cuatros nos aferramos a estos días juntos porque lo extrañábamos y de alguna forma nos estamos conociendo de nuevo. Es un tanto incómodo convivir juntos de nuevo, pero hay algo esperanzador sobre hacerlo.
Es como ver frente a mis ojos lo que siempre quise luego de que mamá muriera: una familia unida.
----
— ¿Cómo lo haces?
Dejo de revisar mis menciones desde mi Tablet para alzar la vista y encontrar en la puerta de mi antigua habitación a Elise. Lleva un pijama demasiado antiguo, de cuando era una adolescente y vivía en casa, aun así, ella está tan delgada que creo que quizá le queda más holgado.
»Es horrible despertar y ver mis fracasos en un espejo. Es horrible mirarme, no soy nada. No soy nadie.
Sus palabras me llevan a esa conversación con Paul hace no mucho tiempo, cuando me dio toda su confianza y me contó su historia, aquella fase de su vida en la que no poseía ninguna clase de amor propio. Pensar en ello solo hace que la tristeza en mí crezca, porque es esa historia, su malestar, de lo que aún se habla en las redes sociales. Las personas solo siguen hablando de ello e incluso indagan por mucho más.
La revista ha intentado contactarme de nuevo con la esperanza de que yo quiera y tenga mucho más que contar. Aun cuando no lo hice, me siento como una traicionera.
Sacudo mi cabeza porque en este momento mi hermana necesita que alguien le recuerde que todos somos importantes en este mundo. Tomo su mano y entrelazo nuestros dedos.
—Seguramente mis palabras para ti se sentirán vacías, decidirás no creerlas, pero tú vales Elise. Eres una bailarina excelente, siempre habrá alguna persona que se destaque un poco más que nosotros en nuestras áreas de desempeño, pero eso no quiere decir que nosotros no seamos buenos. Eres alguien, eres Elise Elena Cortés y eres valiosa.
»Conozco a alguien que hace mucho tiempo se sintió como tú y aun cuando sus decisiones no fueron las mejores, él aprendió a salir adelante y descubrió la grandiosa persona que es.
— ¿Y él es feliz ahora? —me mira expectante de una respuesta. Trago.
Lo era hasta que en televisión en vivo y una revista su novia lo traicionó y expuso al mundo.
—Él sabe lo mucho que vale.
—Él es valiente entonces.
—Tú también puedes serlo.
—No lo entiendes. Mi cabeza es miseria. En mi mente no hay nada bueno—aprieta mis dedos—. Tengo miedo de mí, no de lo que puedo hacerme, temo de lo que le hago a los demás. Yo no pienso, cuando yo deseo tanto, pero tanto un poco más no puedo pensar. No distingo de lo que es bueno o malo, mira lo que te hice y temo todos los días de lo próximo que puedo hacer.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: No más palabras