No más palabras romance Capítulo 124

— ¡Dios! Yo no puedo...

—Hasta luego, Paul.

Y honestamente pensé, en el pasado, cuando discutíamos por correo que habría un día en el que la conocería y ella me cerraría la puerta, pero no pensé que sucedería a medio de una frase en donde iba innegablemente decir que no puedo dejarla ir. Ella lo sabía y por eso ha cerrado la puerta.

Lo ha terminado.

Lo entiendo.

No, no lo entiendo. Creo que nunca lo entenderé.

----

—Ah, tu corazón late tan lento, Pau—Eddy finge hacer un puchero mientras sigue con el estetoscopio contra mi pecho.

—Creo que debes dejar eso, Ed—mamá como si se tratase de un niño le quita el estetoscopio del doctor y lo deja justo en donde estaba, verificando que el doctor aún no regrese.

—Bah, no me dejas jugar, Natalie.

—Consigue tus propios juguetes—le sonríe y luego toma mi mano buena— ¿Todo bien, Paul?

—Eso es lo que vamos a saber en breve, mamá.

— ¿Qué sucede, cariño?

—Fácil, que no estoy con quien amo y no me siento bien—respondo aun viendo al frente, ella suspira.

—No lo entiendo—susurra y eso me hace voltear a verla.

— ¿El qué?

—Me lo dijiste, Paul. Me pediste que creyera contigo, lo hice. Te sostuve mientras llorabas y me decías que la amabas. Me dijiste que es una buena mujer y que sabes de quién te enamoraste. Luego Amber me dijo que ella era grandiosa y ustedes estaban enamorados.

»Y entonces, ahora estás triste llenando mi corazón de preocupación—sacude su cabeza—. El punto es que ¿Por qué ahora deciden no intentarlo? Ella no hubiese sido mi primera opción porque soy tu madre y todo aquello que te hace daño entra en conflicto conmigo, pero puedo aceptar y aprender a querer a quien te hace feliz y ya no lo eres... ¿Por qué no estar juntos?

No tengo que responder cuando finalmente el doctor entra seguido de una enfermera, trae consigo la placa de mi mano. Ahora, que para hacerme los exámenes, han quitado el yeso, no he intentado moverla, secretamente me asusta. Solo la mantengo inmóvil notando la sobre palidez de la piel de esa mano.

—Aquí tenemos tus resultados, Paul ¿Desesperado por estar fuera del yeso definitivamente?

—Doc, eso fue un poco cruel—señala Eddy recostando su espalda de la pared y cruzándose de brazos—. Es como preguntarle si está ansioso de que le digan si simplemente vivirá como si le hubiesen amputado una mano.

—Eddy—mamá le da una de esas miradas de madre que ordenan que se calle.

Sonrío, honestamente por esto no me negué a que Eddy viniera, porque él es tan brutalmente honesto y directo que a veces resulta divertido aunque no lo planee, y en este momento de mi vida necesita colectar tantas sonrisas como pueda, porque se me han hecho tan escazas actualmente.

—Me disculpo si ha sonado fuera de lugar mi comentario, supongo que haber estado de guardia toda la noche me ha afectado—sacude la cabeza el doctor—. Veamos, ven aquí, Paul.

Me levanto y lo sigo hasta la camilla aun cuando lo veo innecesario porque fácilmente pudo revisar mi mano en la silla, pero decido no descargar mi malestar con el pobre doctor que ya ha estado soportando la contundente honestidad de Eddy.

Él toma mis dedos y comienza a tocar y muerdo mi lengua porque en ciertas áreas siento dolor.

— ¿Te duele?

—Ahí, sí y... ¡Carajo! Ahí también.

—Ahora necesito que intentes mover la mano.

Tengo miedo de hacerlo, pero no puedo vivir toda mi vida asustado. En un primer momento me cuesta muchísimo y me detengo ante pequeñas chipas de dolor en tres de mis dedos. Mis dedos se siente agarrotados y cuando intento moverlos solo tres de ellos se flexionan apenas unos centímetros.

Resoplo totalmente frustrado.

—Es todo lo que puedo conseguir.

—Entonces efectivamente hay sensibilidad aquí—camina hacia su escritorio y toma de nuevo la placa—. Quizá estas no son las maravillosas noticias que estaban esperando aquí, pero...

— ¿Pero? —pregunta mamá con angustia, me dedico a observar al doctor.

—No todo está perdido. Lo que me dice la placa y basándome en este pequeño avance es que tenemos tres de tus dedos en una recuperación muy lenta. Estos tendones de aquí...

Escuchamos atentamente lo que me explica. Rehabilitación y ejercicios, con ello me asegura que en un par de meses podre haber mejorado mucho si me esfuerzo en ello.

— ¿Qué sucede con mi pulgar e índice? —lo interrumpo cuando creo que ya he entendido todo lo que me dice. Su rostro se vuelve serio— ¿Tan mal?

—No es imposible recuperar la movilidad de ello, no ha habido recuperación sin embargo, no veo ninguna mejora tras la cirugía, si lo permites y deseas intentarlo, podrías obtener otra cirugía, una menos compleja. No garantizo que esos dos dedos vuelvan a funcionar a la perfección, pero podrías tener sensibilidad en ellos y movilidad.

Y no sé qué me sucede, pero de algún modo es como si despertara de un largo sueño de entumecimiento. Caigo en cuenta que no estoy haciendo nada, solo compadecerme de mí mismo, de mi pasado. Sí, tomé decisiones erradas en un momento de desesperación, pero eso no va a definir quién soy. Puedo ser este hombre arrastrándose por los errores que como cualquier ser humano ha cometido, o puedo ser el hombre que aprendió a levantarse y salir adelante ante las adversidades.

El Paul Coleman que cumplió su sueño de ser escritor, aprendió a amarse y a entender que a veces la vida no es buena y no por ello hay que derrumbarse. Quien lucha por lo que quiere y cree. Cree con el maldito corazón.

Y ama ¡Por Dios Santo! El Paul Coleman que sabe que puede amar con todo el bendito corazón.

—Lo haré—digo sin dudar— ¿Dicen que el que no arriesga no gana, cierto?

Y necesito salir del hoyo a recuperar mi vida. Todo.

— ¿Qué tan pronto puede ser la cirugía? —Pregunta Eddy totalmente entusiasmado con el cambio en mi estado de ánimo—Porque si es por dinero, no se preocupe, este tipo vende sus libros como pan caliente y le imprimen una cantidad absurda por cada edición.

—Un día van a secuestrar a Paul y entonces diré a qué te dedicas, aparte de ser profesor de historia, para que vayas y le hagas compañía a mi hijo—lo regaña mamá y Eddy ríe. Él disfruta molestándome frente a mamá para transformarla en mamá protectora y con la de Alex disfruta fingir que son mejores amigos para atormentar a nuestro amigo.

— ¿Qué tan pronto quieres que programemos la cirugía, Paul? No lleva mucho tiempo y el nivel de complicación o peligro es muy bajo.

Veo la hora en mi celular, apenas va a ser el mediodía.

— ¿Qué tal hoy?

----

— ¿Qué te pasó? —cuestiona el niño.

Kaethennis cierra la puerta detrás de ella y toma asiento en su silla frente al escritorio. Se ríe.

—Le acabas de enviar saludos a Ashton Bratter, uno de los cantantes más dulces que existirán alguna vez.

—Genial—sonrío.

—Veo que estamos de mejor humor—sonríe—, eso es bueno.

—Lo es. Te ves muy feliz tú también.

—Lo estoy ¿No acabas de ver a mis preciosuras? Eso es suficiente para serlo.

—Buenos niños.

—Y tremendos a morir, pero supongo que eso solo los hace más especiales—ríe—. A Harold lo vuelven loco de amor, si por él fuera estaríamos rodeado de un montón de niños.

—Pero tú no quieres.

—No he dicho eso, me gusta y divierte su insistencia. Me gusta ser mamá, lo descubrí en el proceso y al menos en algún momento quiero otro de esos terremotos.

»Pero, no nos entregamos, tengo una reunión en una hora. Así que recibí tu correo, lo cual ya sabemos porque te respondí. Así que hicimos todas las correcciones que querías del contrato y aquí lo tengo impreso. Puedes revisarlo de nuevo a tu gusto...

Lo tomo cuando me lo entrega, uno esperaría que los contratos fueran algo eterno de muchas páginas, pero de hecho son unas pocas ocho páginas que como el lector ávido que soy, leo sin ningún problema y que no incluyen las famosas y engañosas letras pequeñas.

Firmo y sonrío. Si el mundo sabe ahora del lado oscuro de mi historia, si sabe lo peor que me pasó en la vida, entonces ¿Por qué no contarles lo mejor que me ha pasado? Por supuesto, quizá, muchos creerán que es ficción y eso está bien, porque en parte lo es, solo he dejado caer escenarios parecidos o aquellos que Elisabeth y yo recreamos, pero en mi corazón yo siempre sabré que esta historia nos pertenece. Y ella también lo sabrá.

— ¿Nombre para este libro?

—Te lo haré saber cuándo llegue al indicado. Tengo otra petición.

— ¿Cuál?

—Sé la correctora de este. Este libro es verdaderamente especial para mí. Es muy importante.

—Yo encantada, sería muy veloz porque ya he leído el manuscrito y realmente no hay mucho que corregir o solucionar en él. Es impecable.

—Me halagas, haces cosas buenas por mi autoestima—bromeo.

—Me alegra saber que estás tan animado. Un escritor feliz me garantiza menos personajes muertos ¿Verdad?

—No creo que así funcione la fórmula de muerte para personajes—me río.

—Cierto—ríe.

Me siento bien con esta decisión. Poco a poco tomo las riendas de mi vida.

Elisabeth tuvo razón, soy fuerte y no sé por qué pretendí olvidarlo.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: No más palabras