No más palabras romance Capítulo 128

Me separo de Paul para ver venir a toda prisa a una Nicole llorando y luciendo histérica hacia nosotros.

—Ya déjalo, maldita mujer. Deja de hacerle daño.

— ¿Perdón? Tal vez solo debas consultar tu declaración con la cuenta bancaria de tu amiga Alicia o quizá la tuya propia—espeto dando pasos hacia ella— ¿Cómo pudiste hacerle esto?

—Cállate, tú no sabes nada. No sabes que es lo que se siente que quiten de tus manos lo que es tuyo.

—Yo sé cómo hiciste algo terrible y me inculpaste, eres una falsa.

Escudarte de un supuesto amor cuando todo lo que haces es destruirlo, lastimarlo, te hace una cobarde. Él no merece eso. Eres una maldita arpía venenosa de mierda parasitaria. Y tengo todo un repertorio de nuevos insultos para ti.

» ¿Acaso se lo dijiste? ¿Le dijiste a Paul la barbaridad que le hiciste? —Me giro hacia él— Paul lamento ser quién te lo diga, pero odiaría que te expusieras a muchas más locuras de esta loca enferma. No fui quien vendió tu historia, todo este tiempo tuviste al culpable a tu alrededor. Ella lo hizo y sé que no vas a creerme quizá, pero tengo...

—Lo sé—me interrumpe su voz enronquecida—. Lo sé todo.

Eso me deja momentáneamente muda, pero entonces entiendo por qué se ve tan triste, las lágrimas y eso me molesta. ¡Mierda! El cielo sabe que tengo un montón de dolor propio en mí, pero saber que ella le ha causado este dolor a Paul hace que hierva de la ira.

—Eres una obsesiva enferma ¿Cómo le haces eso a quién dices amar?

—Cierra tu estúpida boca—me grita dando pasos hacia mí— ¿Quién te crees que eres? ¡Crees que eres perfecta! Cuando sé que eres una persona horrible. Vienes y le quitas el novio a otra chica y crees que eres suficiente para él cuando solo eres una zorra promiscua regalada.

—Un momento...—comienza Cristian quien parece salir de su sorpresa, pero Nicole lo ignora mientras me mira con rabia.

— ¡No sabes nada sobre él! No fuiste quién lo salvó.

—Tampoco fui quién lo hundió—digo con fuerza y eso la corta—. Lo salvaste como un ser humano decente haría. Como yo hubiese querido hacerlo por él, por mi hermana, por muchas otras personas que se sienten perdidas y creen que esa es su única salida. Lo hiciste y eso está bien

¿Pero lo que has hecho ahora?

»Eres una estúpida que destruyó con sus pies lo que construyó con sus manos. ¿Acaso sabe la familia de Paul la cantidad grosera de dinero que ganaste con todo esto? ¿Saben que le pusiste un precio a su dolor? Me das asco. Tu amor es enfermizo. Voy a demandarte por usurpación de identidad o lo que sea, porque necesitas un alto, hoy hiciste esto y mañana tú podrías ser un peligro para la sociedad.

Una parte de mí sabe que está mal decir todas estas palabras que pueden resultar demasiado hirientes y orillarla a malas decisiones, pero estoy cegada por la ira. Quiero darle un poco del daño que me ha ocasionado, el que le ha dado a Paul; y no sé cómo detenerme.

—Te odio—sisea y esa es toda la advertencia que me da antes de lanzarse sobre mí.

Grito por la sorpresa mientras golpes vienen contra mí, la empujo y creo que es mi instinto el que me hace darle un puñetazo cuando me hace caer al suelo y le veo las intenciones de destrozarme. Cristian y Paul están diciendo cosas, él primero logra quitármela de encima mientras Paul se agacha a mi lado.

Él me observa antes de alzar su barbilla y voltear a ver a Nicole.

—Ya basta, detente. Esto no es culpa de Elisabeth. No te amo, y el amor de amigos que sentí por ti, tú sola lo mataste. Basta de culpar a otros por tus errores.

»Te doy la espalda porque me fallaste, porque me traicionaste, porque me vendiste. Tú, Nicole, tú sola me hiciste esto. Tú le hiciste esto a nuestra amistad. Deja de culpar a los demás, deja de culpar a Elisabeth. Mantente alejada de mí y mi familia. Y por supuesto que no vas a acercarte a Elisabeth.

Ya basta.

Me pongo de pie y me alegro de que solo tengo un pequeño dolor en mi mejilla y que mi abrigo me protegió de sus uñas y loco ataque. Sin embargo, la esquina de su boca está sangrando. Mi corazón late rápido mientras siento mucha adrenalina.

—Nunca más vuelvas a ponerme una mano encima—le advierto—, supongo que la demanda por usurpar mi identidad se verá bien con una de ataque.

—Elisabeth, por favor—me pide Paul y me controlo, porque hay mucho veneno que quiero soltar. Es como si Nicole me hubiese dado munición para explotar y dirigir mi ira acumulada hacia ella—. Entra a casa, Nicole, por favor, solo detente. Deja de hacerme daño.

—Yo no quería lastimarte, yo solo quería amarte y no me dejaste.

—Por favor—susurra Paul y creo que por primera vez desde que la he visto esta noche, ella comprende el daño que le ha hecho mientras comienza a derramar lágrimas.

—Perdóname, Paul, por favor...

—No puedo, justo ahora no puedo—él toma mi mano y me insta a caminar para alejarnos mientras Cristian nos sigue. Nicole lo llama y noto como Paul se tensa sin dejar de hacernos caminar hacia su camioneta.

Me detengo cuando llegamos a ella.

—Yo...Lo siento, lo supe esta mañana, iba a decírtelo, pero quise enfrentarla primero.

—Siempre creí en ti, Elisabeth. Y comencé a sospechar de ella, vine aquí solo queriendo pruebas que confirmaran lo que me negaba a creer. Porque era mi amiga, porque me salvó y me era tan difícil creer que me hiciera esto y luego fingiera que todo estaba bien y me apoyara. Siento que la enfermé.

—No es tu culpa.

—No, no lo es, pero me duele ver en lo que se ha convertido Nicole.

—Lamento que ella te hiciera esto. No lo mereces.

—No estoy dispuesta a esto, lo siento. Pero no es un buen momento.

—Algún día será un buen momento, yo lo sé.

—No puedes predecirlo.

—Es verdad, no puedo hacerlo. Pero puedo creer en nosotros.

Me acerco y lo abrazo recostando mi cabeza de su hombro, tratando de absorber la manera en la que se siente estar de este modo con él. Beso su mejilla y lo libero.

—De verdad lamento todo esto, Paul. Estarás bien.

—Estaré bien—asiente con la cabeza— y tú también lo estarás. Y luego  nosotros estaremos bien.

—Cuídate mucho, por favor.

—Elisabeth...

—Ten una buena noche.

—No me olvides.

—Yo nunca te olvidaría.

—Solo no lo hagas.

Me doy la vuelta y comienzo a alejarme sintiendo mi cuerpo y mi alma protestar por mis acciones. Cristian se acerca.

—Solo vamos por nuestra cena, por favor.

—Elisabeth, no tienes por qué hacer esto si lo amas.

—Solo vamos a cenar.

No parece convencido, pero abre la puerta de su auto para mí. Le hace una señal de despedida a Paul y luego nos saca de este lugar.

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