—Ya deja de verme así.
—No sé, es raro, Ed. No sé cómo adaptarme a que hayas cortado tu cabello—comento sin dejar de verlo, él rueda sus ojos mientras rasca su barba.
—Ya te adaptarás, no siempre fui un greñudo—ve alrededor— ¿Cuándo nos iremos?
—Es la exhibición de tus obras—le recuerdo.
—Y es aburrido ver a los demás observarla.
—Solo te asusta que lo odien—se burla Alex y Ed frunce el ceño—, aunque lo dudo, tienes demasiado talento, amigo.
Alexander no miente, las pinturas en exhibición son impresionantes, es una exhibición privada en honor a nuestro chico austriaco. Entiendo totalmente el por qué Eddy siempre ha querido ser anónimo, pero en momentos como estos me pregunto si no quisiera al menos recibir una cuarta parte de los halagos que merece por su arte.
Lo gracioso es que muchos lo ven como si él no encajara aquí por estar llevando jeans desgastados, camisa blanca y chaqueta de cuero, cuando él es el artista por el que todos están preguntando si pueden conocer. Incluso ofrecen cantidades absurdas de dinero para conocerlo cuando ahora algunos lo miran con sus pretenciosas narices alzadas por lo informal que luce.
Voy a dar mi opinión, pero escucho una risa que reconozco y de la cual he sido privado por lo que se siente una eternidad. Cada vez la risa crece un poco más, así que comienzo a girar para ir al lado contrario de donde proviene, mis amigos me siguen. Y no me equivoco.
Frente a la sección de cuadros de desnudos y erotismo, Elisabeth se encuentra haciendo una señal obscena con su mano mientras Valeria cubre su rostro con ambas manos totalmente avergonzada, pero divertida.
—Ah, dime, amas esta sección porque te enciende, Val.
—Ya basta, van a escucharte y lo creerán.
—Amas todas las pinturas de él, pero te enloquecen las de este tipo. No hay que avergonzarse, a algunos les pone el porno, a ti estas pinturas.—Interesante—susurra Eddy detrás de mí—. Muy interesante.
Hago una seña con mi mano para que se calle porque estoy absorbiendo todo este momento. Elisabeth luce mucho mejor que la última vez que la vi. Sus ojos ya no lucen cansados, su piel no está pálida y no hay un mar de tristeza en su mirada. Ella tiene una leve sonrisa, no lleva maquillaje y hay una pequeña chispa de esa diversión en sus ojos que me atrapa.
— ¿Te dejarías pintar así por él? Porque tienes un cuerpo de muerte, Val. Seguro terminaría haciéndotelo mientras te baña de pintura.
—Me gusta su creatividad e ideas—susurra Eddy y ruedo mis ojos.
—Mejor avancemos.
— ¿Temes que nos atrapen observando tan apasionado cuadro?
—Temo que nos pillen en medio de tus escandalosas bromas—asegura Valeria alzando la vista y entonces encontrándose con nosotros, sonrío—. Demasiado tarde.
— ¿Qué? ¿Por qué parece que un ángel te ha mostrado el culo? — cuestiona Elisabeth antes de voltear, pasa de confundida a anonadada y creo que susurra mi nombre o quizá solo es lo que quiero creer.
Camino hacia ella, no puedo evitarlo. Me acerco hasta estar frente a ambas sin despegar mi vista de la de Elisabeth. Amo tanto esas pequeñas pecas que quiero besarlas proclamando cuando las extraña mi boca.
—Señorita Cortés—decido arriesgarme, traer de su memoria nuestro comienzo. Parpadea un par de veces antes de sacudir su cabeza.
—Paul... ¿Qué...haces...Hacen aquí?
—Alex nos consiguió boletos—responde Eddy relajado—. Nuestro amigo ama este tipo de cosas.
—Pensé que tú eras el profesor de arte—espeta Elisabeth siendo bastante astuta.
—Sí, pero este no es mi tipo de ambiente.
— ¿Y dónde ha ido tu cabello? Ahora luces demasiado impactante para los ojos mortales—asegura Elisabeth.
—Solo era cabello, lo corté, algún día volverá a crecer. Y como te dije antes, vine por obligación, este no es mi ambiente.
—Ya veo—dice Valeria observando a Eddy—, lo notamos.
—Ah, pero tampoco esperé que fuera tu ambiente, niña buena, al menos no el área de desnudo y sexo.
—Llegamos a esta área a apreciar el arte como el resto. Al menos nosotras sabemos disfrutar del buen arte.
—Arte parecido a la mierda—se encoge de hombros Eddy.
Veo a Alex y sé que ambos pensamos que nuestro amigo sufre de algún tipo de trastorno que lo hace criticar o llamar a su arte mierda para hacer molestar a una mujer.
—Jamás digas frente a mí que su arte es mierda o...
— ¿O qué? ¿Me acusarás con papi?
—Mi padre no me habla, idiota—Valeria se da la vuelta y se marcha. Elisabeth suspira y de nuevo la observo.
—Lo disfrutas ¿Verdad, Eddy?
—Seguiré viendo esta mierda que llaman arte, fue bueno verte, Elisabeth.
—Igual, Eddy.
—Bueno, Elisabeth. Me alegra ver que estás bien—habla finalmente Alex.
—Gracias, Alex. Estoy segura de que Alexa te manda saludos.
—Dale los míos de regreso.
Eddy comienza a caminar hacia la dirección contraria y Alex decide irse con él para dejarme a solas con Elisabeth. Ella observa alrededor antes de dirigir de nuevo sus ojos a los míos. No puedo evitar sonreír lo que parece extrañarla.
— ¿Por qué sonríes?
—No estamos juntos y no lo estaremos. Separados, así estamos mejor.
—Podría cantarte y bailar sexy back, luego buscar un callejón...
—Detente—sé que mis palabras la afectan.
—O puedo demostrarte y recrear alguna escena de la historia que escribí sobre Elizabeth y Paolo.
—Paul, para. No lo hagas.
—Puedo enviarte correos quejándome de tu alter ego.
—No.
—O puedo solo ser sincero y decirte que te amo, que tienes mi corazón.
—No lo dijiste—sisea cerrando sus ojos.
—Lo hice, lo acabo de hacer y voy a repetirlo. Te a...
Lleva su mano a mi boca mientras se mantiene muy cerca, no puedo evitar sonreír contra la palma de su mano.
—No. No vas a decirlo y yo no voy a escucharlo. No me harás caer por ti; quiero una vida normal, rutina y no una relación desestabilizadora que me haga subir montañas rusas. Tranquilidad, es lo que busco ahora y tú me haces sentir de todo menos tranquilidad.
Asiento lentamente con mi cabeza y ella retira su mano de mi boca, lamo mis labios captando su atención.
— ¿Sabes? Elizabeth nunca fue una cobarde.
—Yo no soy Elizabeth.
—No. Elizabeth es tú...
—Que disfrutes de esta exhibición, Paul.
Se da la vuelta y comienza a alejarse por el pasillo en el que se perdió Valeria. Respiro hondo antes de decidir hacer algo completamente ajeno a mi personalidad y gritar:
—Elisabeth Cortés, señorita , Elizabeth o cualquiera de tus personalidades. Te amo y porque lo grito estás obligada a escucharlo.
Detiene sus pasos y tomo profundas respiraciones, sacude su cabeza y continúa caminando. No me ofende que huya. Si no me amara lo hubiese dicho, ella solo trata de esconderse.
Soy bueno en el juego de las escondidas, yo siempre encuentro y esta no será la excepción. Ya tuvo el espacio que necesitaba y que mi psicólogo me recomendó dar. Es hora de tomar las riendas del asunto.
Ya no se trata de ser espectador, se trata de ser quien vive la historia y consigue el buen final. Allá voy por ti, Elisabeth Cortés.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: No más palabras