—No me expreso de ese modo de Nicole. No le digo que voy a bajarle las estrellas, que es lo más maravilloso de mi vida ni que su sonrisa ilumina mis días. Nada de esa índole le digo. Ella siempre se está quejando de que soy seco con ella.
— ¿Cómo alguien que escribe una anticipación a un beso de esa manera puede ser muy seco?
—Porque no me nace ningún gesto romántico con ella.
—Auch.
—Eso ha sonado terrible—parece consternado y veo algo de culpa en sus ojos—. Quiero a Nicole, mucho.
—De acuerdo, eso está bien ¿No?
—Pero...
—Los peros siempre son una mala señal.
—No soy detallista.
—Estoy suponiendo que eso es un problema.
—Depende. En el caso de Nicole sí.
— ¿Viniste por un consejo? Puedo dártelo.
Incluso si no me nace ayudarlo. Él sacude su cabeza.
—No, solo vine a escribir.
—Eres un escritor raro ¿No puedes escribir en tu casa?
—No cuando mi inspiración está aquí. Sigo a mi musa.
—Palabras de un escritor— me limito a decir—. Corrígeme si entendí mal, pero tu novia esta celosa de un personaje ficticio con el que crees que estás teniendo una aventura y que en realidad escribes cada forma en la que la vas engañando.
—Eso es correcto.
—Tu novia entonces es estúpida.
—Acabas de llamar a mi novia estúpida.
—Porque en este momento es una estúpida. No estás siendo infiel.
—Depende de cómo lo mires.
— ¿Le pones los cuernos?
—No. No físicamente.
— ¿Qué, eres uno de esos tipos que tiene relaciones sexuales por webcam?
—No.
—Bueno, entonces es absurdo pensar en infidelidad.
—Quizá lo soy con las palabras.
—De acuerdo Paul Coleman, si existiera tal cosa como la infidelidad con las palabras muy seguramente todos los escritores del mundo estarían divorciados, sobre todos aquellos que escriben sobre sexo.
—Buen punto.
—Tu novia ahora está siendo una estúpida, pero seguramente va a reaccionar porque esta discusión ni siquiera tiene sentido.
—Tiene sentido estar aquí.
Por un momento me pregunto si este hombre se encuentra drogado, pero un rápido vistazo me confirma que se encuentra totalmente cuerdo y consciente.
—Si tú lo dices... porque por supuesto, para mí no es nada raro encontrarte sentado en mis escaleras cuando se supone tú no sabías en dónde yo vivía. Nada raro.
Trato de no fijarme en que mordisquea su labio inferior, entonces voltea a verme y todo el peso de una mirada que justo ahora luce más verde que gris recae en mí. Evalúa cada rasgo de mi rostro y frunce el ceño.
—Tus pecas una vez más han sido tapadas.
—No caeré en una discusión sobre mis pecas no saliendo del armario. Y deja de verme de esa manera sin parpadear.
— ¿Por qué?
—Porque simplemente quiero que dejes de verme ¿Es esa una razón suficiente para ti?
—No, no lo es.
— ¿Esta es tu manera de decirme que no vas a darme apoyo económico?
—Te he estado dando apoyo económico por mucho tiempo, no arrojes esa mierda hacia mí.
—Uso ese dinero para otra cosa. Elisabeth, a ti te sobra dinero. Apuesto a que ni siquiera necesitas tocar el dinero del seguro de mamá que te correspondió.
—Claro, porque ya sabes, voy al baño y el dinero sale de mí.
—Asquerosa.
—Deja de hablar entonces como si el dinero viniera fácil. Trabajo para conseguirlo. Ese aumento me parece demasiado.
— ¿Y qué sugieres? ¿Qué deje de hacer lo que amo?
— ¿Qué tal algo más como conseguir un trabajo?
—Eres una egoísta. Ganas todo ese dinero y no puedes ayudarme a hacer lo que amo ¿Qué te cuesta?
—Genio, abre los ojos. Llevo 2 años pagando más de la mitad de tu matricula, dándote dinero cuando me lo pides, dinero que prometes pagarme pero que nunca devuelves.
—Que engreída.
Doy un sorbo a mi café y observo detrás de ella. Estoy tan casada de esta historia con mis hermanos.
— ¿Mereces que te ayude, Elise? ¿Con sinceridad mereces siquiera que yo considere aumentar la cantidad de dinero que aporto para tu mensualidad?
—Definitivamente sí.
—Yo creo que estás siendo un parasito— la observo cuando jadea, siempre voy directo al grano—. Seguiré pagando lo que he venido haciendo, ni siquiera creo en ese aumento que estás diciendo y si es así, tienes 2 opciones. Utiliza en algo útil el dinero del seguro o busca un trabajo, ya estás lo suficiente grande para desear vivir como una princesa a costa del trabajo de otro.
—No sé por qué esperé que me ayudaras, Edgar tenía razón.
—Quizás esperaba que te ayudara porque es lo que he estado haciendo por años. La próxima vez que quieras jugar a la víctima no lo hagas con quien tiene cada factura de pagos en tu nombre. Seguiré pagando esa parte de tu escuela, pero ni una bolivar más. Si quieres algo, gánatelo.
—Creo que no tengo más nada que hablar contigo Elisabeth.
Eso es irónico teniendo en cuenta que ni una vez desde que nos sentamos preguntó por papá. Ella se pone de pie y sin despedirse o pagar su comida sale como toda una pequeña perra digna.
Siento que mi papá contribuyó a criar unos cuervos que ahora nos sacan los ojos.
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