—Y entonces, Elisabeth¿Te gusta mucho ser la señorita? — enarco mi ceja hacia Alex aun cuando no puede observarme.
— ¿Es esta una entrevista?
—La entrevistadora siendo entrevistada— ríe Alex.
—Te hacemos una entrevista para saber si eres apta de estar con Pau.
—Gracias por ser tan considerado conmigo Ed, pero sé tomar mis decisiones.
—Claro, me ha quedado claro con las decisiones de los últimos años.
Ed voltea y le da una pequeña sonrisa desafiándolo a llevarle la contraria, me inclino hacia los puestos de adelante.
—Me encanta ser la señorita. Lo amo. Me da la oportunidad de ser la chica buena, angelical con toque de diversión. Tu amigote por correos dice que es mi alter ego y quizás es así. Amo mi trabajo.
— ¿Y qué sucede cuándo te rechazan? — pregunta Ed poniéndose totalmente cómodo y con una gran sonrisa que cambia totalmente el aire misterioso que parece emanar de él.
Observo de reojo a Paul, él me da una pequeña sonrisa esperando una respuesta.
—Pues no suelen rechazarme, no hay nada malo en mi programa.
—No hay nada de malo en él— acepta Alex.
—Solo he sido rechazada una vez y creo que todos conocemos el resultado.
— ¿Tú sentada en mi camioneta respondiendo las preguntas de mis amigos?
—Bastante listo ¿No? —Ruedo mis ojos— ¿Qué hay de ustedes? ¿Qué hacen? ¿A qué se dedican?
—Alex es arquitecto— responde Eddy—. Ya conoces al que llamas escritor versátil por lo que sabes que hace él y yo soy profesor.
— ¿Qué? ¿En qué mundo cabe que alguien como tú pueda ser profesor? ¡Adivino! Tus clases están llenas de señoritas deseosas de una consulta con el profesor.
Alex ríe y Eddy frunce el ceño volteando completamente hacia mí. Sus ojos se entrecierran hacia mí. No puede culparme, él es pecado para la vista.
—Es profesor en línea, trabaja para la universidad pero dicta sus clases en línea— señala Paul, volteo a verlo y observa de manera pensativa su libreta—. Es por ello por lo que no es acosado o no lo encontramos con sus alumnas. Y para que lo sepas, tiene más chicos que chicas en sus clases, pero quizás se debe a qué no saben quién es.
—Oh, así que esas pobres chicas no saben que tú eres el rostro de un profesor ¿Qué enseñas?
—Historia.
—Historia del arte—corrige Alex—. Le encanta.
—Entonces son un grupo de arquitecto, un escritor y un profesor de historia.
Bastante peculiar.
—Algo así— responde Eddy encogiéndose de hombros.
Voy a responder pero Alex frena y mi cuerpo va directo a estamparse hacia adelante, pero un brazo rodea mi cintura y me lleva de vuelta a mi asiento.
Volteo a ver a Paul mientras retira su brazo de mi cuerpo.
—Sé buena y mantente en tu puesto.
—No me hables de esa forma tonta.
— ¿En dónde dejaste tus pecas?
—Supéralo.
Se mantiene viéndome con fijeza e ignoro que comienza a hacerme sentir inquieta. Presiono las palmas de mis manos contra mis piernas y aprieto mis labios sintiendo aun su mirada.
—Elizabeth lucha contra sus pecas y oculta lo que le da el toque de inocencia— dice a la vez que va escribiendo sobre la libreta.
— ¡No es cierto! No lucho contra mis pecas.
— ¿Segura?
— ¿Tienes pecas? — preguntas Eddy.
Bajo del auto antes de que siquiera alguno de ellos pueda abrir mi puerta.
Sonrío viendo el auto de Valeria estacionarse a poca distancia y luego sonrío otro poco más cuando los veo acercarse.
Siento una caricia en mi brazo izquierdo, bajo la vista encontrando los dedos de Paul. Vuelvo mi vista hacia él.
— ¿No tienes frío?
— ¡Claro que tengo! Dejé mi abrigo en el auto, pero sé cómo lucir fabulosa incluso si mi trasero se está congelando. Veámosle el lado bueno, al menos llevo mallas debajo de la falda.
—Prefiero no caer en pensamientos sobre qué llevas debajo de tu falda—me extiende un suéter de capucha color gris—. Lo tenía aquí en la camioneta. No va con el look de mujer maravilla y exitosa, pero te protegerá del frío.
— ¡Paul Coleman! ¿Quieres que dañe mi perfecta frialdad de mujer perfecta llevando un suéter que de hecho dice «Soy escritor. Propiedad P.C.»?
—Me la regaló Amber, no me creas un ególatra.
—Ya, mejor le pregunto a Amber— me pongo el suéter y lo huelo. Divino—. No huele mal.
—Yo no huelo mal.
— ¿Cómo me veo? — doy una vuelta y finalizo con la mano en mi cintura y frunciendo los labios. Él sonríe.
—Hermosa.
—Vayan y tiren... piedras al Támesis— finge Harry una tos.
Solo entonces recuerdo al resto y noto que somos el centro de atención.
Aclaro mi garganta y le doy un empujón a Harry por su indirecta.
—Compórtate.
—Solo di una sugerencia de ir al Támesis.
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