—Tengo variedad en mis sujetadores y ropa interior.
— ¿Siempre?
—Bueno, exceptuando cuando salgo sin sujetador.
—Sabes que decir para que una sola palabra ocupe la mente de un hombre.
— ¿Sexo?
Sonríe y baja las correas de mi sujetador, deja besos en mis hombros mientras sus manos acarician mi espalda. Luego sus dedos están sobre el broche y siento como se encarga de deshacerlo. Las copas se aflojan y yo me encojo de hombros haciendo que caiga por mis brazos hasta mis muñecas. Se endereza, viéndome fijamente a los ojos, me saco el sujetador y sonrío.
Toma lentas respiraciones por la boca antes de bajar la vista hasta mis ahora pechos desnudos. Lame sus labios mientras suspira. Parece que le gusta lo que ve. Se mueve con rapidez y me besa con fuerza mientras sus manos cubren mis pechos y los masajea, luego sus dedos acarician las cimas fruncidas mientras muerde mi labio inferior y adentra su lengua a mi boca. Me hace caer sobre mi espalda y automáticamente abro un poco más mis piernas para que se posicione mejor. Eso ayuda a que lo sienta en el lugar en donde más lo ansío.
Hace su camino de besos por mi cuello viajando por el centro de mi pecho hasta llegar por encima de mi ombligo, todo esto bajo los ocasionales gemidos de mi parte. Hace el camino de regreso está vez mordisqueando mi piel y se detiene en medio de mis pechos.
No puede detenerse. Necesito que siga.
Va a mi pecho izquierdo y besa alrededor de el, siento la humedad de su lengua, pero solo son provocaciones que me hacen retorcerme. Cuando succiona mi pezón un pequeño grito escapa de mí mientras se dedica a chupar, morder, lamer y no precisamente en ese orden. Hace que mis pechos se vuelvan hipersensibles con la atención de su boca, dientes, lengua y dedos. Es una locura de sensaciones.
Intento deshacerme del botón de su pantalón y cuando lo logro mi mano se cuela bajo el elástico de su bóxer. Lo sostengo y se siente bien, mientras él gime y empuja sus caderas hacia mi mano. Vuelve a besarme mientras lo toco, sus dedos jugando con uno de mis pechos.
Esto y más es todo lo que quiero.
Entonces alguien quiere derribar la puerta del apartamento de Paul. En un principio fingimos no notarlo, pero se hace más fuerte y luego se une el nombre de Paul siendo gritado. Él se tensa sobre mí.
—Esto no puede estar pasando. No, no— dice mientras su mandíbula se tensa.
—Pally, sé que estás ahí. Tu auto y camioneta están abajo.
Es como si me arrojaran un balde de agua fría. También me tenso y lo hago a un lado mientras Nicole grita que abra la puerta y que ya varios vecinos están amenazando con llamar a la policía. Paul está muy serio mientras da grandes pasos hacia la puerta y la abre.
— ¡¿Qué carajos, Nicole?!
— ¡Oh, Dios! Te extraño tanto. Mucho, por favor, hablemos. Ya te he dado suficiente tiempo para recapacitar. Por favor, si me equivoqué perdóname, pero te extraño.
—Nicole...
—Por favor, te amo. No podemos tirar todo este tiempo a la basura. Nadie te conoce como yo, siempre he estado contigo incluso cuando nadie más quería o me creían mucho para estar contigo. Siempre he estado para ti.
Me incorporo del sofá y veo hacia la puerta, ella tiene un abrazo asesino sobre Paul, ella me encuentra con su mirada y su rostro se torna carmesí mientras evalúa la situación. Libera a Paul y me señala.
—Tú... ¡Vístete, zorra!
Recuerdo entonces la desnudez de mis pechos, pero alzo mi barbilla mientras la observo. Desafiándola.
— ¿Qué? ¿Nunca has visto unos pechos? Son copa B, sólidos y lo suficiente firmes. Dicen que buenos pezones, pero tendríamos que preguntarle a Paul que le parecen y a qué le saben.
Sin tiempo para ponerme el sujetador busco mi camisa, la muy imbécil saca su celular como si pretendiera fotografiarme de este modo, el celular sale hacia un lado estrellándose en el piso cuando Paul lo arroja a un lado.
— ¿Qué te sucede? ¿Estás loca? No vas a sacar ninguna foto.
—Tienes una situación con la cual lidiar— susurro—. Está bien... Además...
— ¿Qué?
—Dejé mi sujetador de recuerdo para que pienses en un escenario distinto sobre cómo pudo terminar esta noche— sonrío y lo miro fijamente—. Supongo que está es tu encrucijada. Tu elección. Puedo seguir con lo que sea que estamos haciendo, pero a Nicoleta la dejamos atrás. Te dejo conversar o cerrar lo que necesitas con ella o en todo caso si llega a ser lo contrario. Gracias por la cena, Paul.
Me sorprende cuando toma mi barbilla y me da un beso rápido que apenas se siente, pero que sucedió porque Nicole jadea.
—No hemos acabado.
—Dímelo, tú. Espero saber pronto de ti, escritor versátil.
Me cuesta trabajo salir de ahí, porque quiero aferrarme a él con locura y mandar lejos a su exnovia. Pero no soy segunda opción o una pelota que va de un lado a otro, por lo que es necesario que la enfrente y conversen para que él la envíe totalmente lejos de una vez, al menos si quiere seguir con esto que sucede entre nosotros.
Ser madura a veces apesta. Y tomar decisiones sensatas a veces apesta mucho más.
Cuando salgo del edificio me estremezco por el frío. Dejé mi suéter en su apartamento. Prácticamente, corro hasta mi auto y cuando estoy en la comodidad de el, suspiro. Estoy algo asustada de que sin saberlo este pudo haber sido el último momento de Paul real conmigo. De nosotros siendo Elisabeth y Paul, pero también siendo Elizabeth y Paolo.
De que de alguna manera ella consiga envolverlo. Vi su jugada, ella usa la carta de la culpa con Paul, y es una carta poderosa para usar sobre alguien que tiene un corazón bondadoso y que en un pasado anteponía la felicidad de otros sobre la suya.
—Te hago porras desde aquí, Paul. Vamos, lo estás haciendo muy bien, confío en ti.
Enciendo el auto y lo pongo en marcha, sin poder despegar de mí esta sensación de ansiedad sobre qué sucederá ahora. Si simplemente vendrá a mí o volverá con ella.
Esto apesta. Estúpida Nicoleta la sobrona.
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