No más palabras romance Capítulo 60

—Tú no estuviste jugando a las Barbies con Nicole, de eso estoy segura.

—Puedes guardar tus espinas, Elisabeth. No estoy juzgando, está bien. No me importa los que estuvieron antes de mí— se encoge de hombros—, debe importarme el presente. Antes de conocernos ya teníamos una vida, no espero que vengamos con páginas en blanco, hay páginas que han sido escritas en el pasado.

»A mí me interesa escribir tus páginas nuevas y las futuras.

—Cada vez te superas más.

Terminamos de comer y casi río cuando caemos en la típica rutina de uno fregar y otro secar los platos. Cuando todo está listo, nos observamos fijamente uno frente a otro.

—Debo irme...

— ¿Sabías que ya son la una de la madrugada?

—Eso vi.

Podría pedirle quedarse, le doy muchas vueltas al asunto y cuando me quiero dar cuenta ya está tomando su abrigo y acercándose a mí.

—Gracias por la cena.

— ¿La originalmente mía o la que si estaba buena?

—Ambas—ríe.

Veo su rostro acercarse y cuando va a llegar, corro mi rostro sintiendo sus labios en mi mejilla, hace un resoplido de frustración. Riendo por mi bromita, tomo su barbilla con mis dedos y le doy dos cortos besos.

—Trabaja un poco tu sentido del humor.

—Los besos que se desean, no se niegan.

—Buen eslogan, podrías patentarlo y venderlo.

—No seas ridícula.

—Ah, ahí está el Paul que conozco. Si no decías esa línea iba a preocuparme.

Ríe de esa forma encantadora antes de pasar una mano por mi cabello. Se inclina hacia mi oreja.

—Escribí una escena de Elizabeth y Paolo que espero mostrarte pronto...Y espero que te guste, sé que a mí va a gustarme.

Los vellos de mi brazo y nuca se erizan, me guiña un ojo y lo sigo hasta la puerta. Lo veo irse y muerdo mi labio inferior.

—Pasé de insultar a Paul a besarlo. Bien hecho, Elisabeth— me felicito cerrando la puerta de mi casa.

Como diría papá: bien jugado, Elisabeth, bien jugado.

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— ¡Cristian! —grito en cuanto abro la puerta de mi apartamento, él me da una amplia sonrisa antes de abrazarme y alzarme sobre mis pies.

— ¿Cómo está corazón de piedra?

—Ni tan de piedra— río, me hago a un lado dejándolo pasar.

Lo guío hacia el sofá y palmeo a mi lado, él de deja caer después de quitar su abrigo. Me da una sonrisa y pienso en cuán atractivo es Cristian la mujer que consiga totalmente ese corazón será muy afortunada.

— ¿Cómo te va en la serie?

—Increíble, es un personaje tan diferente a lo que estoy acostumbrado a hacer...

Presto toda mi atención a sus palabras, interviniendo de cuento en cuanto y estando muy orgullosa de Cristian. Es un estupendo actor que con el paso del tiempo ha ido volviéndose más cotizado, sin embargo sigue siendo un hombre con los pies sobre la tierra.

— ¿Y es cierto? — lo interrumpo.

— ¿Qué cosa?

— ¿Qué hay mucha química entre Michelle y tú?1

Michelle es uno de los personajes antagónicos de la historia, una hermosa morena de curvas matadoras. Cristian me da una sonrisa.

—Se dicen muchas cosas Elisabeth, lo que puedo decirte es que por el momento me temo que no voy a quitarte la ropa.

—No iba a dejarte quitarme la ropa tampoco—río.

Sonríe y de manera juguetona acaricia mi pierna, atrapo su mano y eso lo hace reír antes de guiñarme un ojo.

—Solo te ponía a prueba. Espero que funcione, te sienta eso de estar risueña.

—Gracias Cristian, pero mejor háblame más de esa Michelle, necesito saber si estoy dejando al mejor vibrador humano en buenas manos.

—Lo mismo digo de ti, muñeca.

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—Pregunta— dice Ágatha. De inmediato Valeria, Sabrina, Peter, Dexter y yo la observamos dejando de perder el tiempo antes del programa en el camerino de Ágatha. Demasiadas personas en un pequeño camerino hacen que todo se vea diminuto. Y el humo de la rizadora que usa Sabrina en el cabello de Valeria seguramente en cualquier momento nos asfixiará.

—Respuesta, cariño—habla Dexter.

Ella alza una revista no muy reconocida y señala los pechos cubiertos en un muy descotado top de alguna tropical y sensual chica. Miro los pechos de Sabrina, calculando que los de la chica de la revista son algo más grandes.

— ¿Por qué en nuestra sociedad toda chica con implantes de inmediato es tildada de plástica, zorra o hueca? Es decir, no sabía que ponerte implantes, silicona o como quieras llamarlo, afectaba tu cerebro y te hacía diferente de cuando estabas plana.

No puedo evitar reír amando tal declaración.

—Porque aún hay gente con cerebros no evolucionados—respondo.

—He decidido que eso me cabrea. Incluso usan "chica silicona" como insulto. Déjala, si ella tenía el dinero, ganas y disponibilidad para ponerse implantes entonces eso no es malo. El que algunos no quieran tenerlas no implica que hay que juzgar a quienes si quieren y lo hacen. Me parece absurdo y de mal gusto.

»Y miren a este bombón, si me gustarán las chicas estaría babeando por ese par de tetas dignas de hacerle la competencias a la de nuestra Sabrina.

—Y mis pechos salen a colación— murmura pero sonríe.

—Yo le doy no solo consejos, le doy una noche y un monumento a esas tetas, implantes o no— asegura Dexter pidiendo la revista—. Con silicona o no, mujer es mujer hermosa. Si te gusta, simplemente ya está.

»Pero aceptémoslo primor, nosotros muy bien sabemos que el mundo está lleno de críticas y solo nos queda caminar con la frente en alto y sentirnos dignos y orgullosos de nuestras decisiones, incluso si se trata de operarse las tetas.

— ¿Saldrías con esta chica Peter? —pregunta Sabrina.

— ¿Por qué no?

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