—Es la primera vez que avanzo tan rápido en un libro—sonrío escuchando la voz de Paul a través del teléfono.
—Quizá el romance sea lo tuyo.
—Creo que se trata más de mi musa.
Saco la mermelada de la nevera y tomo unas galletas, a falta de comida esa tendrá que ser mi cena. Lo dejo sobre el mesón y sostengo el teléfono con mi hombro mientras unto mermelada en la primera galleta.
—Son las 12, tendrías que estar durmiendo ¿No?
—No soy el único.
—Llego tarde después del programa, mi hora estándar para dormir pasa de la una.
—Entonces supongo que te acompaño. No sé si lo sepas, Elisabeth, pero el horario de un escritor es muy peculiar, no se trata sobre si es tarde o temprano, se trata de estar inspirado. Siempre y cuando estés inspirado será la hora y momento perfecto para escribir.
—Tan apasionado—finjo un profundo suspiro antes de morder mi galleta.
— ¿Crees que Elizabeth quisiera tener un cachorro?
—Sé que yo no podría con un cachorro, pero por eso Elizabeth definitivamente merece un cachorro.
— ¿A ti te gustaría tener un cachorro?
—Sí, pero no soy buena con las mascotas y mi agenda no ayuda a ello.
Quizá en un futuro cuando mi vida esté centrada.
— ¿Te refieres a cuando estés casada, tengas una familia y una casa en donde no solo seas tú?
—Quizá.
Hay un momento de silencio ¿Estamos hablando de futuro? Porque es algo que nunca me dio tiempo de hacer con ninguno de mis anteriores novios o aventuras debido a que no me veía con ellos en un futuro.
» ¿Qué hay de ti?
—Tuve un cachorro hace poco más de un año, en realidad estuvo conmigo desde los 17. Estaba viejo ya, así que murió, creo que aun guardo luto por él y me siento traicionero de buscar otro cachorro, no quiero reemplazar a Bongo, él fue muy especial para mí, quizá suena tonto, pero de verdad fue muy importante.
—No es tonto. Al crecer tuve una muñeca de trapo que también fue muy importante para mí, sé de lo que hablas.
Continuamos hablando mientras como, me doy cuenta que no es difícil que hablemos y que los temas van de un lado a otro mientras reímos y hablamos. Hay una comodidad y gusto que nunca desarrollé con algún hombre. No siento ganas de colgar o bostezar, aun cuando estoy algo cansada del trabajo.
Puedo escuchar sus dedos teclear mientras escribe y habla conmigo, todo parece tan íntimo y como si realmente no estuviéramos a una distancia considerable mientras hablamos, como si no estuviéramos iniciando apenas lo que parece una relación fructífera. Es especial.
Hay un golpe seco contra mi puerta y me quedo en silencio justo antes de que suene una vez más y entonces no se detiene.
—Qué raro, parece que alguien viene a hacerme una visita— me pongo de pie y comienzo a ir hacia la puerta.
—No creo que sea una buena idea que abras ¿Quién hace una visita a esta hora?
—Demasiado tarde, ya voy a abrir la puerta.
Cuando la abro un cuerpo cae justo frente a mis pies sobresaltándome, luego maldice y reconozco ese cabello color miel y luego los ojos claros vidriosos que me observan.
»Oye, debo colgar ¿Hablamos mañana?
— ¿Qué sucede? ¿Algún problema?
—Solo es Elise.
—De acuerdo, dulces sueños, Elisabeth.
—Igual para ti, Paul. No luches tanto contra los sueños que tendrás conmigo.
—Seguro—ríe dando por finalizada la llamada. Guardo mi celular contra la cinturilla de mi short del pijama y extiendo mi mano para ayudar a Elise a ponerse de pie, pero ella empuja mi mano y se va poniendo de pie con dificultad.
— ¿Qué haces aquí a esta hora?
— ¿Qué? ¿Las princesas no reciben visitas a esta hora?
—Estás ebria.
Me observa y sus ojos lucen extraños mientras un poco de sudor cubre su frente, frunzo el ceño.
»Y drogada.
—No es tu asunto.
—Estás en la puerta de mi casa, así que sí que es mi asunto.
Me hace a un lado y entra tambaleándose un poco, cierro la puerta detrás de mí y tomo su codo, pero se sacude de mi agarre.
—Ahora solo estás divagando.
—Iban a darte la sorpresa de tu vida y ahora están muertos por tu culpa.
Porque papá fue un idiota y él también la mató.
Vuelve a venir hacia mí y está vez la empujo con ambas manos haciendo que caiga en el suelo, estoy algo anonadada de esta actitud, Elise nunca se ha visto tan enloquecida, tan drogada y fuera de sí. Es perturbador y aterrador.
Su cuerpo tiene ligeros espasmos mientras sudor frío cubre cada vez más su frente. No se da por vencida cuando se pone de pie y carga de nuevo hacia mí, la vuelvo a empujar mientras maldigo y pido que busque su cordura.
—Calma, Elise. Soy tu hermana, no tu enemigo.
—Tú culpa.
No sé qué jugadas le da su mente o si está consciente de que nunca le haría daño, pero sus ojos no son amistosos. Saco mi celular de mi short y marcó el último numero discado, a Paul.
No contesta y vuelvo a intentarlo mientras los espasmos en el cuerpo de Elise son un poco más fuertes ¿Son señales esas de una sobredosis?
Estoy tan pérdida. Estoy por darme por vencida al cuarto intento cuando finalmente con voz ronca y adormilada Paul contesta.
—Paul.
— ¿Sucede algo?
—Necesito tu ayuda, tengo un problema en casa con mi hermana—me giro y comienzo a caminar hacia la cocina— ¿Cómo sabes cuando alguien va a tener una sobredosis? ¿Y qué haces en ese caso...?
Mi vista se vuelve pequeños puntos no nítidos mientras hay una punzada de dolor el en centro de mi cabeza, me volteo y de manera borrosa observo a Elise. En su mano tiene uno de los adornos de porcelana de mi sala de estar. Llevo una mano en donde el dolor persiste y siento humedad viscosa.
Noto la sangre en la porcelana mientras me tambaleo un poco.
— ¿Elisabeth?
—Es tu culpa, te odio.
Dejo caer el teléfono para protegerme con ambas manos cuando intenta golpearme de nuevo, mi muñeca duele ante el golpe y estiro mi mano intentando quitarle lo que en este momento es su arma, mi cabeza palpita y me siento mareada. Tropiezo hacia atrás mientras me empuja y me lamento cuando caigo al suelo.
—Ya basta. Debes tranquilizarte.
Alza de nuevo la mano y es como si estuviera poseída cuando comienza a golpearme una y otra vez con la porcelana. Mis brazos duelen porque me protegen el rostro y la cabeza. Sin embargo jadeo cuando golpea la esquina de mi frente y siento líquido cayendo por mi rostro. Parpadeo desesperada porque mi visión comienza a fallar mientras el dolor me aturde. Otro golpe cae en mi pómulo y creo que susurro su nombre antes de perder la consciencia.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: No más palabras