No más palabras romance Capítulo 88

—Eres tan descarada y cuando eres la señorita finges inocencia.

—Es mi alter ego y me parece que alguien me ha estado viendo en el programa.

—Parece que me gusta verte.

— ¿Y qué es lo que te gusta ver de mí?

—Todo, eres preciosa en todos los sentidos. Y cuando veo a tus ojos es como ver otro mundo. Tus ojos son hermosos, Elisabeth y muy expresivos. En ellos pueden verse cuando eres feliz, cuando estás eufórica, incluso cuando estás a instantes de tener un orgasmo, que por cierto, es de mis miradas favoritas.

—Lo apuesto.

No voy a mentir, Paul y yo parecemos adolescentes descubriendo el sexo por primera vez. Cada vez que tenemos oportunidad nos tocamos, a veces al terminar un programa puede que vaya a su apartamento o al mío, como sea el caso, hay sexo involucrado en la ocasión. No es que haya sucedido muchas veces, pero los días que ha sucedido, entonces no se trata de hacerlo solo una vez.

—Tengo un regalo para ti en mi camioneta, ven, vamos.

Toma mi mano y entrelaza nuestros dedos mientras me guía hacia la puerta de casa. Caminamos hacia su camioneta y abre la maletera amplia, no sé si me gusta más su auto deportivo o la camioneta.

—Cierra los ojos.

—Los cierro.

—Muy bien, solo dame unos segundos—espero pacientemente—. Ya está, ábrelos.

Los abro lentamente, el efecto dramático, y me encuentro con un cuadro de colores dramáticos que reflejan a un Mérida de cabeza. Es como ver una ciudad paralela donde todo es al revés. Es artístico, original y llamativo. No algo con el objetivo de enviar un mensaje que cambie el mundo, pero si un cuadro que desborda talento, originalidad y que hipnotiza. Me encanta.

Me acerco y toco la pintura mientras él la sostiene, no es un cuadro excesivamente grande, creo que es de tamaño mediano, pero ya lo amo. Y cuando veo la firma:  E. , casi me caigo de culo .

— ¡Oh, Dios mío! Realmente conoces a este artista austriaco.

—Algo así—ve hacia un lado pareciendo pensativo, luego vuelve la vista a mí y sonríe— ¿Te gusta?

— ¡Lo amo! No lo he visto en exhibición.

—No lo estuvo, muy pocas personas lo hemos visto.

—Me encanta. ¡Gracias, Paul! No puedo creer que tenga unos de sus cuadros, siempre quise tomarme el tiempo de comprar uno, pero nunca podía decidirme y luego se los llevaban—doy pequeños saltos— ¿Sabes? Nosotros los del programa admiramos su trabajo, creo que es algo en lo que coincidimos todos.

»Valeria quizá tiene un leve enamoramiento por sus cuadros, pero sobre todo los de cierta temática—río recordando cuando la descubrí viendo los cuadros de cierta tendencia en internet y casi se desmaya—. Ella no se va a creer esto cuando lo vea colgado en mi pared.

—Déjame guardarlo de nuevo, puedo dejarlo en tu casa cuando quieras.

Cuando termina de guardarlo lo acorralo contra la camioneta, dejo mis manos sobre su abdomen y me alzo sobre las puntas de mis pies para besarlo. Sonríe al principio del beso, pero luego sus manos toman mi rostro y me hace ladear la cabeza para besarme profundamente. Me roba el aliento, la respiración, todo.

—Me encanta cuando vas sin maquillaje, tu piel es tan suave y tus labios tan deliciosos.

—Pero no tan loca como tú lo estás por mí, sueñas conmigo y seguramente te la pasas suspirando mi nombre en medio de cada oración.

—No seas ridícula.

—Ah, no puedo creer que tal declaración me encienda.

—Elisabeth—hay una voz quebradiza llamándome.

Rápidamente me giro y me sorprendo cuando la veo. Su cabeza parece colgar de unos hombros que se ven muy delgados, hay círculos oscuros alrededor de sus ojos y parece inquieta. Sin vida. Siento un dolor en mi pecho ¿En qué se ha convertido?

—Elise...—alcanzo a decir.

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Paul se tensa y tiene este bonito gesto de ponerse frente a mí como si pretendiera ocultarme de ella, es algo muy honorable de su parte, pero puedo lidiar con esta batalla. Así que dejo mi mano en su brazo para ubicarme a su lado.

Elise parpadea muchas veces mientras mueve su pie de forma inquieta. Se ve fatal, no es esta preciosa chica con cuerpo de bailarina cuya presencia te recuerda la de una muñeca perfecta e intocable. Mi hermana está rota.

Su labio inferior tiembla antes que lo muerda con tanta fuerza que una gota de sangre rueda por su barbilla. Supongo que me siento como una madre que ve a su hijo ser destruido por las drogas. Es un dolor feo, una sensación desosiego, impotencia y mucha tristeza.

—Lo—lo siento...—alcanzo a escucharla mientras pasa la manga de su suerte por su barbilla limpiando el rastro de sangre. Cierro mis ojos con fuerzas, respiro hondo y los vuelvo a abrir. Doy pasos tentadores hacia ella porque no sé cómo vaya a reaccionar y no olvido lo que me ha hecho, no creo que en este momento en mí se encuentre el perdón y quizá eso me haga una mala persona, pero eso no quiere decir que no esté dispuesta a ayudarla a salir de la oscuridad en la que se encuentra.

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