No más palabras romance Capítulo 91

— ¿Qué sientes, Elise?

—Haberte... Lo que te hice. Lo siento—se abraza a sí misma.

— ¿Por qué lo hiciste?

—No lo sé...—mira hacia el suelo y luego sus ojos enrojecidos y húmedos me encuentran—. No me siento yo...Ayúdame, no puedo escapar.

— ¿Escapar de qué?

—De mí. Yo necesito dinero, de verdad lo necesito.

Lo necesita para pagar la droga a la que es adicta. Volteo a ver a Paul y hay una mueca en sus labios, una que luce triste porque estoy segura de que él entiende lo qué sucede con mi hermana. Doy más pasos hacia ella.

—Voy a ayudarte, Elise.

— ¿Lo harás? —parece esperanzada.

—Lo haré, pero debes permanecer ahora mismo conmigo ¿De acuerdo?

— ¿Y prometes ayudarme?

—Lo prometo.

Pero no de la forma en la que ella lo espera, no es que vaya a decírselo ahora mismo.

Ella corta la distancia entre nosotras y me tenso, pero entonces envuelve sus brazos alrededor de mi cintura abrazándome. Me toma por sorpresa, hace mucho tiempo Elise y yo no teníamos un contacto tan directo que demostrara algún lazo afectivo.

Envuelvo mis brazos a su alrededor algo dudosa, intento encontrar el perdón en mí para el daño que me causo hace tan poco tiempo, intento entender que estaba bajo los efectos de la drogas, pero una parte terca de mí aún se aferra a esos malos sentimientos, una parte de mí que lucha contra la parte que llora en silencio por lo que sucede con Elise. Aun así la amo y me duele tanto verla en este estado tan deplorable.

Su cuerpo se estremece mientras llora y me agradece, lo repite una y otra vez. Mis ojos se humedecen y la sostengo.

—Debemos conseguir que alguien se quede con papá para poder ayudarte—murmuro—. No podemos dejarlo verte así ¿Lo sabes verdad?

—No, no, no puede verme así. Soy su bailarina bonita.

—Lo eres—aclaro mi garganta—. Paul.

— ¿Si?

— ¿Puedes tomar el teléfono del bolsillo trasero de mi pantalón? —lo hace sin dudar—La clave es 9067. Busca el número de Harry, llama y dile que lo necesito aquí para que se quede con papá, él entenderá que es una emergencia, por favor.

Paul hace lo que le digo, intento salir del abrazo de Elise pero se aferra a mí con mucha más fuerza.

—No me abandones. Ayúdame.

—Prometo que lo haré, necesito entrar y explicarle a papá que debo irme.

Conseguiré algo de ropa limpia para ti ¿De acuerdo? Quédate aquí con Paul, él no va a hacerte daño y tú no le harás daño ¿De acuerdo?

Poco a poco logro liberarme de su abrazo, Paul abre la puerta trasera de su auto y yo la hago subir. Él me entrega mi celular.

Muy pocas veces logró verme a los ojos y había esta inquietud en su cuerpo que me hacía saber que en cualquier momento la ansiedad la transformaría.

Su cuerpo es adicto a las drogas.

Cuando Edgar llegó en un primer momento estaba muy desconcertada y luego corrió a sus brazos. Ha sido la primera vez en mucho tiempo que vi a Edgar ser tan abierto sobre sus sentimientos, y supe entonces que él tiene la misma necesidad que yo de cuidar de nuestra hermana pequeña.

Ella pregunta si él también está dispuesto a darle dinero y Edgar me ve antes de responderle de forma afirmativa. Paul en ningún momento se va, él se mantiene a mi lado ayudándome a hacer tramites muy rápidos y llenarle una mochila a Elise con lo necesario. Quizá esto le recuerda un poco a su tiempo internado por lo que me encargué de preguntárselo:

— ¿Te trae malos recuerdos?

—No, solo espero que al igual que yo, ella logre encontrarse.

Así que cuando estuvo listo, hablé en privado con Edgar mientras Paul permaneció con Elise, incluso él se esforzó en tener alguna conversación con ella. Ha sido impactante ver que la actitud mimada y prepotente ha desaparecido para dar paso a una chica llena de ansiedad, inseguridad e inestabilidad. Edgar y yo hablamos rápidamente de lo que ya se ha decidido, me doy cuenta que soy la más firme sobre esta situación porque por un momento pareció que él iba a flaquear, pero tomo sus antebrazos con mis manos.

—No puedes detenerte ahora, Edgar, ella lo necesita. Si quieres ayudarla, esto es lo mejor.

—Va a sufrir.

—Pero sanará. Entiendo que la vez como tu protegida, pero en este momento ella no necesita que la consientas, necesita que seas un tipo duro que tomé la decisión correcta y la ayudes a sanar.

—Odio tanto toda esta mierda.

Y eso fue lo último que discutimos antes de subir a la camioneta de Paul que parecía ser el auto más grande. Sonreí un poco a Paul cuando encendió la radio y dejé mi mano sobre su muslo. Intenté que mi mirada, mis gestos y tacto le hicieran saber cuánto agradecía que estuviera conmigo en un momento tan duro.

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