—Oh...Paul.
—Relájate.
—No me pidas eso cuando me estás tocando de esa manera que...Ah...Me...Enloquece y... ¡Ah!
Le sonrío mientras observo sus mejillas sonrojadas, sus ojos entrecerrados y sus labios entreabiertos mientras toma respiraciones rápidas. Es una imagen bastante sensual que supongo que recordaré muchas veces.
Cuando mi dedo sale al volver a entrar en ella se vuelven dos y ella jadea clavando sus uñas en mi hombro y echando un poco su cabeza hacia atrás.
Mi pulgar decide acariciar un poco más arriba para acompañar a mis dos dedos y gime ahora dejando su cabeza caer hacia adelante.
Estoy cautivado, atrapado y posiblemente muy enamorado de esta asombrosa mujer que se deshace ante mis atenciones, que suspira ante mis caricias y que está dispuesta a momentos como estos.
Mis dedos se mueven más rápido y hay un montón de humedad, ahora le creo totalmente cuando hablaba de sus bragas estando arruinadas. Elisabeth está bastante encendida y por la manera en la que su respiración se agita mientras observo su rostro, parece que está a instantes de colapsar en un espectacular orgasmo. Oh, quiero eso. Deseo eso.
—Bésame...Ah...O todos me escucharán... ¡Mierda, Paul! ¡Oh! —
muerde su labio inferior y gimo cuando siento como aprieta mis dedos. Esta es una deliciosa tortura, pero puedo dar sin recibir—...Cuando me corra. Bésame.
No tiene que pedírmelo dos veces, acerco mi rostro y lamo sus labios antes de besarlo. Sus manos se enredan en mi cabello mientras me besa de manera desesperada y gime contra mis labios. Todo su cuerpo se tensa y su agarre en mis dedos es mucho más fuerte mientras se estremece teniendo un orgasmo. No detengo el movimiento de mi mano ni termino el beso hasta que Elisabeth parece necesitada de encontrar un poco de aire para sus pulmones. Sonrío observando su rostro sonrojado mientras lentamente dejo de mover mis dedos. Respira agitadamente. Retiro mis dedos y los lamo rápidamente para limpiarlos, no es que sea un sacrificio.
— ¿Todo bien, musa?
—Tú destruyes mi mundo—ríe y sacude su cabeza antes de recargar su frente contra la mía y, como lo hace tantas veces, acaricia mi barbilla sintiendo mi rastro de barba—, lo vuelves pedazos, lo quemas, explotas, deformas y me haces perder el sentido. Pero luego cuando vuelvo, todo lo que veo eres tú y entonces te encargas de reconstruir mi mundo para volverlo a desarmar cuando me mires o me toques.
Trago, se supone yo soy el escritor y las palabras siempre parecen venir fácilmente a mí para expresarme, pero en este momento para mí escucharla decir eso, se siente como las mejores líneas. Sé que no es una mujer de armar muchas frases que destilen romance, pero cuando me dice cosas como esas, siento que mi mundo da vueltas hasta caer en sus manos.
— ¿Te asusta? —digo finalmente.
— ¿Qué cosa?
— ¿Sentir tanto?
Sus manos se trasladan a mi cuello y me da un suave beso. Aleja su frente de la mía y me sonríe.
—Mucho. No estoy acostumbrada a sentir tanto por alguien que no sea considerado de mi familia sanguínea o amigos que se convirtieron en familia. Me asusta tener un corazón que lata tan loco ante cualquier cosa relacionada a ti, asusta un montón pensarte hasta creer que voy a desgastarte y asusta perder el control de la manera en la que lo hago cuando me tocas o me miras.
»Pero es un susto que me hace consciente de que siento, de que vivo y experimento. Me asusta más la idea de pensar que esto pudo no haber sucedido, que pude no haberte conocido y entonces no haber conocido lo que se siente caer de esta manera por alguien que se vuelve tan importante en tu vida—ríe— ¿Loco verdad? Supongo que intento decir que me asusta llegar a perder esto. Se siente tan bien, tan idóneo, tan correcto. ¿A ti te asusta?
—Lo emocionante siempre vendrá con un poco de susto. Tener lo que o quien te hace feliz viene con el susto de pensar en perderlo. Ser feliz viene con el susto de la posibilidad de que no sea así. Cada aventura está acompañada del susto. He sentido miedo en cada paso importante de mi vida porque así funciona, parece una emoción fuertemente arraigada a otra, porque siempre nos asusta que las cosas se tuerzan o no sucedan como lo esperamos.
No puedo evitar reír. La mamá de Alexander es peculiar, es encantadora, de eso no hay duda, pero tiene una actitud jovial y descarada que acaba por enloquecerlo a él y a cualquiera. Me tomo mucho tiempo acostumbrarme a su personalidad, pero siempre he disfrutado de la personalidad de la mamá de Alex.
—Entonces nos queda mucho por recorrer de este centro comercial. Ed sabía de esto ¿Verdad? Por eso no vino.
—Perro astuto—es lo que me responde.
— ¿Te has enamorado alguna vez, Alex? —no puedo creer que haga la pregunta, no es el tipo de cosas que hablo con mis amigos.
—Que pregunta más estúpida. Todos sabemos que me enamoro hasta del aire, pero siempre el aire equivocado—se detiene frente a una tienda de ropa viendo la vitrina—. Mi corazón fue hecho para ser roto y reparado una y otra vez. Mi maldición, supongo. Quizá en una vida pasada fui un terrible hijo de puta que la paga aquí.
—Eso es bastante dramático—no puedo evitar reír—. No creo que te hayas enamorado muchas veces, ilusionado sí. Te rompieron las ilusiones.
—Ilusiones, corazón ¿Qué más da? Salgo con las tablas en la cabeza por salir con la chica equivocada.
—Porque te empeñas en buscar la correcta, tratas de unir dos piezas que no encajan. ¿Dime lo que siempre buscas en una mujer?
—Sinceridad, amable, responsable y centrada.
—Quizá ves solo en esa dirección cuando tu chica de ensueño está hacia el otro lado con otras grandiosas cualidades que te niegas a ver. No es como ir a un supermercado de compras donde eliges que llevará la mujer de tu vida.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: No más palabras