No más palabras romance Capítulo 98

El local alquilado es grande y hay muchas personas famosas, no tan famosas y no famosas. No me cuesta mucho encontrar a Kaethennis Stuart, la joven, preciosa y exitosa dueña de la editorial. Resulta un poco increíble y alocado ver como alguien tan joven se abrió paso en un mercado tan competitivo, mis respetos hacia ella.

— ¡Paul! —me saluda dándome un breve beso en la mejilla y sonriéndome, luego ve hacia Elisabeth a mi lado—Te recuerdo, hace mucho me entrevistaste, siempre entrevistas a la banda...Y estás en el programa que por cierto es muy bueno.

Sin embargo no me pierdo la chispa de sorpresa que persiste en su mirada, lo entiendo, no es que a primera vista esperaras que un escritor discreto se relacione de manera íntima y amorosa con una persona dedicada profesionalmente a todo menos la discreción.

—Qué bueno ser recordada—Elisabeth le sonríe—. Soy Elisabeth, tu fiesta luce impresionante.

—Gracias, fue un poco estresante organizarla, pero valió la pena.

—Nena, aquí tienes tu bebida—su esposo llega y le entrega una bebida antes de notarnos y sonreírnos. Estiro mi mano y estrecho la suya porque lo conozco de pocos encuentros en la editorial—.Hola, señorita —la saluda besando su mejilla y sonriendo—. Estoy sorprendido de verte aquí y con Paul.

—Que indiscreto—Kaethennis le da un ligero golpe con el codo que lo hace reír.

—Ya saben cómo de pequeño resulta este mundo, el escritor me atrapó y no podría quejarme de ello.

— ¿Cuándo te toca ni porque te escondas, cierto Paul? —me pregunta y sonrío hacia Harold

—Entiendo de lo que hablas, no hay manera de huir cuando se siente.

—Es de mala educación dejar a las chicas fuera de la conversación—señala Elisabeth dándome un golpe juguetón en el brazo.

Le sonrío y tomo su mano, conversamos otro poco con Harold y Kaethennis, luego nos movilizamos en busca de alguna bebida, además de socializar. El tiempo que llevo en la editorial, que es poco más de un año, me he dado tiempo de conocer a los comunicadores, departamento comercial, entre otros, así que hay rostros conocidos además de aquellas figuras públicas que suelen tener el reflector frente a ellos.

Veo una cabellera rubia moverse mientras baila con otro de los miembros de la famosa banda y discretamente con mis dedos los señalo para que Elisabeth los observe.

—Ella se ha encargado de hacer mis dos últimas portadas. Es muy buena en su trabajo, seguro habla un montón, pero es divertida y es linda la manera en la que a veces parece no parar.

—Grace. Estoy familiarizada con la vida de FourFire, son de los favoritos del programa. Y sí, he leído que es muy agradable y querida. Es Fiver así que la aman. Ella estuvo hace un tiempo en un cumpleaños de Harold, pero no llegamos a hablar.

La observo y sonrío, ella está tan familiarizada con todo este ambiente que casi parece que ha sido ella quien me ha invitado a mí. Estos no suelen ser mi tipo de ambiente, pero me doy cuenta de que con Elisabeth es agradable, me distraigo mientras hablamos y reímos.

—Buenas noches, mi querida señorita.

—Doug McQueen—dice ella en un suspiro y sonrisa divertida—. Estamos en tiempo fuera.

—Solo quise pasar a saludar a mi entrevistadora favorita—se inclina besando su mejilla, luego me observa y estira su mano—. Mucho gusto, no nos conocemos. Soy Doug.

—Soy Paul Coleman.

— ¿El escritor que hizo llorar, reír y luego reflexionar sobre la vida a mi princesa?

—Supongo—rasco mi barbilla un poco incómodo mientras él me ve fijamente, luego sonríe.

— ¡Genial! Estaba esperando que escribieras un libro caliente para que ya sabes, al leer, ella estuviera entusiasta, porque parece ser muy receptiva de lo que escribes ¿Qué tienes? ¿Magias en tus dedos? ¡Mierda! —Ríe—Eso sonó tan de mierda y sucio que me encantó.

Volteo a ver a Elisabeth y me sonríe enlazando su brazo con el mío.

—Así es Doug. Él siempre es así.

—En que si alguna vez intento mirar hacia a otros, ninguno de ellos serán tú. Ninguno me hará tener estas sensaciones.

—Entonces sencillamente no intentes mirar a otros, solo quédate conmigo.

—Quiero tanto decirte algo—susurra. Me acerco a su oído para poder susurrarle.

—Yo también.

Decido que esta noche es igual de perfecta como cualquier otra para darle las dos palabras que se sienten tan sinceras. Voy a decirlo en algún momento de esta noche.

Bailamos un par de canciones más y luego salimos de la pista de baile.

Conseguimos unos aperitivos, otra copa, conversamos con otros escritores y personas del medio del espectáculo que pueden reconocer a Elisabeth fácilmente.

Nos topamos con otro chico de la banda FourFire que dice muchas palabras que la televisión nacional censuraría mientras mantiene a una chica a su lado, el único que no vemos es el que besó a Elisabeth y luego se confirma que no vino, que de hecho no vendrá.

Joe, un trabajador de la editorial, me indica que es necesario que me tome una foto como todos los escritores de la editorial lo están haciendo y promete que luego la fotógrafa pasará alrededor a tomarnos fotos con nuestros acompañantes. Elisabeth no tiene ningún problema diciéndome que me esperará mientras habla con otra chica. Dejo que Joe me llevé hasta donde me necesitan, que resulta ser un pequeño salón ambientado. Le sonrío a una escritora que no conozco pero que parece que está revisando que su foto salió bien. Cuando todo el mundo está conforme, ella sale.

—Aquí tenemos a Paul, el escritor que todos aman—anuncia Joe. Río por lo bajo porque no siento que deba generalizarse de esa forma, seguro habrán una cantidad justa de personas odiando mi trabajo, pero no a todos les gusta tu trabajo y no a todos les va tu estilo, o al menos, eso dijo el tío Harol la primera vez que vi una mala crítica de mi libro y sentí que el mundo se me caía.

— ¿Paul? —pregunta la fotógrafa girándose y siento que palidezco mientras ella jadea y casi deja caer su cámara.

Reconozco ese cabello color miel, los ojos grises y perfil delicado. No es un rostro tan inocente como hace nueve años, ahora luce más maduro y adulto, pero ¡Mierda! Yo reconozco totalmente a Abby Vanner.

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