—Buenas tardes, señorita, Stone —el mismo oficial de ayer parece más confiado ahora— Vinimos a revisar la casa, es por protocolo nada más.
—Claro. Enséñenme la orden —pedí. El oficial me entregó los papeles y yo fingí leerlos, la verdad no leería nada de esto porque era mucho y estaba apurada. Konan apareció detrás de mí, su actitud ante los oficiales era despreocupado.
—Qué hay, Carl —saludó Konan.
—Konan Mayer, qué sorpresa tenerte por aquí —respondió el oficial Carl.
—Acostúmbrate a verme con Liliana seguido —respondió. Lo miré mal porque él les hablaba sin ningún miedo.
—Pueden pasar —les entregué la orden abriendo más la puerta.
—No tardaremos nada —dijo el otro, adentrándose en mi casa.
—No te preocupes, Lev, me aseguraré de que los oficiales hagan su trabajo —Konan se dirigió escaleras arriba con los dos oficiales.
—¿Lev? —escuché la voz de Rue.
—¿Si?
—Tengo hambre —se sobó la panza haciendo un pequeño puchero. Me dio ternura verla así.
—Te traeré tu sándwich, Rue —me dirigí a la cocina para continuar el sándwich. Al menos Konan había servido después de todo ya que no tendría cabeza para atender a los oficiales y también a Rue. De alguna manera confiaba en Konan y me sentía protegida con el. Aunque por otro lado estaba su amigo que me trajo la pizza ¿qué tenían que ver ellos con el repartidor muerto? ¿Acaso ellos eran una especie de secta?
Preparé cuatro sándwiches de pollo lo más rápido que pude, saqué dos vasos llenos de jugo de melón y salí a la sala. Puse el plato con los sándwiches en la pequeña mesa de en medio de los sofás y los vasos también.
—Come, Rue —la animé.
—Gracias —Rue tomó un sándwich y se lo empezó a comer mientras reía con algún tipo de caricaturas. En la pantalla presentaban Las Aventuras de Ladybug. Me gustaba esa serie. Me preguntaba qué haría Konan y los demás oficiales, ya habían pasado quizás unos quince minutos desde que subieron. Como leyendo mis pensamientos, los tres bajan las escaleras platicando algo.
—... Ahora revisaremos la cocina, creo que sería lo único que hace falta —los dos oficiales se van a la cocina. Allí no encontrarán nada. La única evidencia que teníamos que era la caja de pizza del lugar en donde el repartidor muerto trabajaba, Konan se la había llevado. Así que no había nada.
—Quédate tranquila —me dice Konan sentándose a la par mía— Ellos no pueden encontrar nada.
—¿Tienes algo que ver con eso? —le pregunté muy a lo bajo para evitar que Rue o los oficiales escucharan— Es muy extraño, Konan, el hecho de que ayer te hayas llevado la caja de pizza y que uno de tus amigos haya suplantado al repartidor la noche anterior... ¿qué escondes?
Konan pareció tensarse ante lo que le había dicho. Sus ojos estaban más oscuros de lo normal, lo cual me pareció muy extraño y me dio algo de temor.
—No querrás saberlo —susurró en un tono amenazante mientras apretaba sus puños.
—Lo averiguaré —lo reté, Konan no me intimidaría.
—Señorita Stone —los oficiales salieron de la cocina. Salí de mi trance con Konan y me dirigí a ellos. —No encontramos nada, le pedimos una disculpa por la molestia. Cualquier cosa que recuerde de ese día... lo que sea, nos ayudará a dar con el asesino intelectual.
—En realidad yo... —empecé a decir, dándole una mirada a Konan. Él me amenazó con la mirada—... no recuerdo nada en realidad.
—De todas formas cualquier cosa que pase nos llamas y estaremos aquí casi de inmediato.
—Gracias.
—Es algo complicado.
—Liliana, cuéntame —elevó mi mentón con su mano para que lo mirara. Su mirada era fría y penetrante al mismo tiempo. Demandaba poder, me decía muchas cosas.
—Ayer vimos a un lobo enorme que estuvo a punto de comerse a Rue. Fue escalofriante. No sabía que en este lugar habían lobos sangrientos. Da miedo incluso salir de noche porque todos saben que hay lobos queriendo matar. ¿Por qué no hacen nada para cazarlos?
—No digas eso.
—¿Por qué no? Es peligroso que estén por ahí, hay niños en este pueblo. Niños que crecen con miedo cuando el sol se pone. Niños que pueden ser devorados por esos animales salvajes. No me parece bien. Sé que suena feo pero ojalá viniera algún cazador y los...
—¡Cállate! —Konan me estampó contra la pared mientras ponía su mano en mi boca. Lo miré con miedo porque me había dolido mi espalda. Mi respiración se agitó, sus ojos estaban muy oscuros y se miraba muy enojado. Parecía otro. —No vuelvas a decir eso, tu no sabes nada.
Quería hablar pero como el tenía su mano en mi boca no podía. Cuando Konan se dio cuenta de eso la quitó y se relajó un poco. Pero no dije nada, solo lo miré con mucho miedo y con algo de decepción. No creí que él sería capaz de siquiera ponerme una mano encima. Pero así se comienza: con problemas de ira, de autocontrol.
—Discúlpame —dice después al notar que no dije nada— Es solo que no sabes lo que dices.
Tragué grueso y asentí.
—¿Por qué no te vas, Mayer? —fue lo único que dije— Creo que has pasado mucho tiempo aquí.
Me miró.
—No haré eso —demandó con rudeza— Me quedaré aquí todo el tiempo que yo quiera. —sin decir más se dio la vuelta y se dirigió al sofá, sentándose a la par de Rue. No entendía su reacción, definitivamente era bipolar. Pero lo que menos entendía es que se había puesto así solo por opinar algo de los lobos. ¿Acaso él tenía que ver algo allí? Solo había una forma de averiguarlo.
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