Mientras manejaba hacia la preparatoria mi mente estaba en lo que había sucedido ayer: el crimen. El chico repartidor ¿quién estuvo en mi casa entonces? Empiezo a tener muchas dudas sobre este lugar. Parqueé el coche y salí, habían más chicos afuera, pero también estaba el grupo de Konan Mayer. Todos vestían de negro. El grupo constaba de diez chicos quizás; todos eran imponentes y muy pálidos. Parecían los inalcanzables de este lugar.
Acomodé mi mochila y me apresuré a caminar sin que la mirada de esos extraños me afectara.
—¡Liliana! ¡Liliana Stone! —una voz detrás de mí me hizo detenerme en seco y girar. Era un chico quien me llamaba.
—¿Si? —lo miré extraña.
—Hola, —me dice cuando llega hacia donde mí— soy Beto, estoy contigo en el mismo salón.
—No te vi ayer —me rasqué la nuca un poco nerviosa.
Él rió.
Beto era alto y de piel más o menos morena, tenía sus músculos y todo como si hiciera ejercicios todo el tiempo. Su pelo era negro, iba despeinado y tenía cierta barba creciente. Beto no estaba nada mal, era muy apuesto. No entendía por qué me estaba hablando a mi.
—Si, lo supuse. ¿Vamos a clases juntos?
—Si, está bien —acepté de buenas maneras. Me había caído bien. Pero en el momento en que íbamos a girar para reanudar el camino a la entrada, otro cuerpo se interpuso.
—No lo creo, tú vienes conmigo —Konan me toma del brazo de manera brusca y me hace caminar detrás de él.
—¡Oye! ¿Qué te pasa? ¡Suéltame! —me quise zafar, pero ese chico tenía un agarre muy fuerte.
—¡Mayer! —exclamó Beto detrás de nosotros— Te ha dicho que la sueltes. —el chico se acerca y encara a Konan.
—¿Estas seguro de querer retarme? —le pregunta éste sin siquiera inmutarse.
—No te tengo miedo —respondió.
—Pues deberías. —no sé qué cosas pasaron, pero hubo un silencio y una guerra de miradas en las cuales Beto se desconcertó un poco, para luego darme una última mirada y girarse hacia la entrada.
Konan me hizo caminar detrás de él de nuevo.
—¡Suéltame! —me iba removiendo, pero cuando entramos a la preparatoria me acorraló en los casilleros y me soltó.
Lo miré: estábamos muy cerca.
Su olor de perfume varonil me invadió las fosas nasales, también pude distinguir un olor a bosque. Se sentía bien. La gente que pasaba se nos quedaba viendo.
—¿Qué es lo que quieres y quién te dio derecho a tratarme así? —le espeté. Me sentía como una presa acorralada por su agresor.
Konan sonrió de lado.
—Relájate, Stone, solo quiero hablar.
—Habla entonces.
—Hay una fiesta en el lago esta noche, estás invitada.
Fruncí el ceño en su dirección.
—¿Viste las noticias, Mayer? Hay un asesino en Nashville y tú planeas hacer fiestas. ¿No te parece un poco peligroso?
—No seas miedosa, aquí esas cosas suelen pasar y la gente sigue su vida normal. Te espero en la fiesta esta noche; y no es una pregunta, Stone, si no vas yo mismo iré a tu casa y te llevaré hasta allí.
—¿Quién te crees para tratarme así? —lo quise empujar, pero era inútil porque él es mucho más fuerte que yo. Ni siquiera se inmutó.
Konan acercó su cara a mi cuello, como oliéndolo. Su respiración me provocó cosquillas. ¿Por qué me está oliendo? Este chico sí que es raro. Muy raro.
—Hueles bien —murmuró— No sabes cuantas veces busqué ese olor, y sin previo aviso aquí estás —su mirada volvió a mi— Así que te espero en el lago. —me guiñó un ojo y luego se separó de mi, caminando a pasos despreocupados hacia la salida.
Yo me quedé allí sin saber qué era lo que había pasado y por qué Konan actuaba así conmigo.
—¡Lev! —AmDeli aparece segundos después— ¿Qué fue lo que te dijo Konan? Tal parece que le interesas —sonrió pícara.
—¿Que le intereso? Pff eso jamás —casi me reí. Era tan descabellado lo que me había dicho.
Las chicas se me voltearon a ver raro, incluso Sue Smith. Cosa que me hizo sentir incómoda. Pero era solo un trabajo. Sin embargo tendría que ver a Konan todo el fin de semana. No puede ser.
—Eso es todo. Pueden irse.
Todos nos levantamos y buscamos la salida, me encontré a AmDeli en el camino.
—Es el destino, Lev —me dice ella.
—¿Por qué lo dices?
—El hecho de que te tocara con Konan no es coincidencia, normalmente cuando le toca trabajar en grupo siempre, escucha bien, siempre se va con su mismo grupo. Nunca le había tocado con alguien que no sea de él.
Arrugué mi cara dudosa mientras salíamos al pasillo. Si eso había pasado entonces Konan tuvo algo que ver, tenía ese presentimiento y sabía que mi intuición no fallaba. Todo lo contrario, siempre acertaba. Pero mi intuición no vio lo que venía después: dos policías se acercaron a nosotras.
—¿Quién es AmDeli Hills?
—Yo, ¿en que les puedo ayudar?
—¿Liliana Stone? —preguntó el otro.
—Soy yo, ¿hay algún problema, oficial?
—No hay ningún problema, solo les queremos hacer unas preguntas sobre Emmanuel Scar, el repartidor de pizzas que tenía que llegar ayer a su casa pero nunca llegó. ¿Nos acompañan por favor?
Miré a AmDeli y ella a mi, no teníamos nada que perder; sin embargo era consiente de que haber venido a la escuela por nosotras no nos favorecía mucho porque los chismes hablaban de más.
—Está bien —asentí. Las dos empezamos a caminar detrás de los policías. No sabía por qué nos preguntaban cosas a nosotras, sin embargo sabía que ayer otro chico me entregó la pizza y no tenía ni idea de si decirlo o no. Cuando llegamos afuera nos adentramos a la patrulla, antes de que el coche arrancara miré por la ventanilla: Konan y su grupo salían de la preparatoria: él nos vio, pero detrás de él estaba el mismo chico de ayer ¡el que me llevó la pizza! Ese chico llevó su dedo índice a la boca y me hizo señal de silencio.
Sue Smith apareció y se puso a la par de Konan, ella me vio mientras sonreía satisfecha, como si le diera gusto que estuviéramos en esta misma situación.
No sé por qué tenía el presentimiento de que todo esto había sido planeado.
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